martes, 30 de abril de 2024
Enalta
Revista Adiós

Joaquín Araújo


Naturalista, geógrafo, escritor y agricultor.
http://joaquinaraujo.com

Naturaleza | Volver a empezar… abrazándonos

03 de abril de 2020

“Unos pocos llevamos décadas proponiendo la necesaria y coherente fusión de los ministerios de medio ambiente y salud. En cualquier caso y mientras llega la cordura aprovechemos la tragedia para aprender algo”.

Volver a empezar… abrazándonos

La civilización del conocimiento. Los mejor preparados. Los armados hasta los dientes de poderosas tecnologías. Los rápidos y cómodos. Los poderosos y arrogantes. Los que consideraban estar seguros y asegurados. En fin, los supuestamente supremos no advirtieron las advertencias. Avisos que, por cierto, eran muchos y explícitos. Los sensatos esperábamos un culatazo, de otro tipo, sí, pero no que saliera el tiro por la culata.
Cierto es que los tenemos perfectamente identificados porque seguimos su trayectoria desde hace décadas. Me refiero a que tres, de los cinco jinetes, llevan tiempo compitiendo por ser el primero en llegar al colapso. A saber: la constante erosión de la multiplicidad biológica del planeta en un proceso acelerado de extinción masiva. Todo ello cuando hace ya mucho tiempo que se sabe que el primer sistema inmunológico para los humanos es precisamente la complejidad de la Natura. El segundo es, por supuesto, el desastre climático, que parecía llevar un cuerpo de ventaja, pero que ha sido alcanzado y sobrepasado por la pandemia. Todo ello cuando también se sabe que todo, absolutamente todo, depende de que los aires no tengan, como tienen, fiebre. A recordar que, como especie, los humanos somos literalmente incompatibles con una atmósfera tres grados más calientes, como media, a la que teníamos hace diez lustros. El otro partidario del apocalipsis es la falta de salud en nosotros mismos. No son pocos los que presumen de haberlo visto venir, pero, insisto, no tan devastador aunque existen informes y reportajes periodísticos que anticipaban, con aproximación notable, lo que está quebrándonos.
Lo cierto es que la COVID19 ha desbordado todo lo imaginado e imaginable. Más por los colaterales que por los efectos directos. A la postre ha venido a pisar el freno lo que no vemos y nada pesa. La cuestión es que, aunque fueran poquísimos los que anunciaron la potencia letal de un nuevo virus, la advertencia estaba a disposición de los poderes. Mucho más conocida era la paradoja de nuestra propia salud que, permite la convivencia de una mayor longevidad con el que haya cada vez más enfermedades nuevas y enfermos viejos. Recordemos, por ejemplo, que la pavorosa situación del presente se solapa con la hace tiempo anunciada duplicación de cánceres y alergias; la reaparición de dolencias infecciosas del pasado a las que se suman enfermedades desconocidas, pero invariablemente asociadas a la degradación ambiental. Sin olvidar la multiplicación de las neurosis y ansiedades procedentes del sin freno y la amontonada competitividad.
Las advertencias eran/son tan contundentes como esquivadas. Porque también hace mucho tiempo que unos pocos no distinguimos frontera alguna entre nuestra salud y la de la Natura. Es más, llevamos décadas proponiendo la necesaria y coherente fusión de los ministerios de medio ambiente y salud. En cualquier caso y mientras llega la cordura aprovechemos la tragedia para aprender algo.
 
Las miserias propias del estilo de vida imperante
 
A los indudables vínculos que la pandemia tiene con la degradación ambiental conviene sumar las miserias propias del estilo de vida imperante. Amontonamiento, compulsiva pasión viajera, reduccionismo cientificista, acumulación como fin, pérdida de la realidad y de la auténtica comunicación, competitividad hasta máximos de insolidaridad, excesos individualistas, consumismo sin control alguno y, acaso, sobre todo, privatizaciones en cascada. Con todo lo más grave de nuestro presente es la erosión acelerada de las democracias a bordo de otra pandemia: las mentiras. De hecho, que insolventes de la más elemental sensatez gobiernen grandes potencias puede ser identificado como un tercer jinete galopando hacia el colapso. Todo esto deteriora la salud del sentido mismo de la vida que debería ser, por cierto, lo más saludable por más cuidado.
Ahora comprendemos perfectamente qué supone padecer una enfermedad global, una pandemia. Seguimos sin enterarnos de lo que supone ser la enfermedad de todo lo demás. Una de las primeras lecciones, que ojalá se conviertan en futuras rectificaciones, sería que comparemos a los imperantes modelos de vida humanos al virus que los está desmantelando. Es decir que esta civilización lleva ya demasiado tiempo siendo un coronavirus para el resto de lo viviente. Hasta aquí un sucinto repaso a lo que sucede, a partir de lo cual resulta casi imposible no adentrarse en lo que podríamos poner en marcha una vez superada la dramática realidad sanitaria.
 
La palabra es Abrazar
 
Nadie, nunca, ha sabido lo que concretamente va a pasar, pero esta vez podemos estar seguros de que dentro de unas semanas nada será siquiera parecido a lo anterior. Seremos más, acaso mucho más, pobres. Tendremos graves tensiones políticas, acaso con riesgo de una todavía mayor tendencia al golpismo, Tendremos que multiplicar la vigilancia y la participación para que no ganen lelos mezquinos.
Precisamente por todo ello necesitamos, ya que nos han amputado los abrazos, abrazar. Si queremos resumir en una sola palabra el qué hacer cuando podamos volver a encontrarnos para mí es ABRAZAR.
Abracemos, cuando y cuanto sea posible a muchas/os y a mucho más que antes.
Abracemos, para empezar y, sobre todo, lo público, lo de todos que salva sin distinciones cuando merma la salud de las personas. Salva incluso lo de muy pocos como la banca. Hay que desalojar la insolidaria socialización de las pérdidas y privatización de las ganancias abrazando la fraternidad que supondrá que pierdan más los que pueden por tener algo que perder. Lo básico, como ha quedado demostrado, era lo más olvidado. Habrá que compensar con algo más que aplausos a los que curan, limpian, transportan, protegen y consiguen que comamos. Por cierto, sin olvidar que todas esas aportaciones también las hacen los elementos básicos de la Natura, sus ciclos y sus procesos. Abracemos mucho más a la trama de tramas de la Vida y confinemos lo más posible a la mayor fábrica de mentiras de la historia que es internet. A lo que se suma la apabullante apisonadora de la realidad y de lo esencial que son las redes sociales. Abracemos mucho a los paisajes que no en otra cosa consiste el contemplar para comprender. Si abrazamos la realidad lo virtual tendrá menos oportunidades de infectarnos. Ojalá, tras darnos cuenta de lo insustituible del directo. Por mucho que los ‘on line’ estén prestando ahora mismo un enorme servicio necesitaremos conectarnos mucho más a lo que más une y comprende. Esos cara a cara que ahora están curando a unos poniendo precisamente en riesgo la vida de los que trabajan para lograrlo. Habrá que conectarse a las fuentes de salud, es decir lo limpio, leve, lento, real y bello y no al sucedáneo incesante en el que se han instalado las mayorías. Abracemos la mejor causa posible, la del movimiento de liberación de la verdad y la belleza que apenas tienen vínculos con las tecnologías, especialmente las de la información.
Resultará crucial que lo primero lo sea, al fin, lo primero. Si lo que más veces necesitamos es respirar será menester asegurar la transparencia del aire. Abracemos pues el necesitar mucho menos, sobre todo velocidad y comodidad.
Abracemos, en suma, un futuro sin tanto riesgo y recidivantes catástrofes para lo que resultará imprescindible el más fraternal abrazo con la vieja sabiduría de la Natura, la que sabe volver a empezar sin necesitar a nada, ni nadie, que no sea Ella misma. Que sabe cuidar de la continuidad. Esa que lleva tanto tiempo advirtiéndonos de que nada cuida más de nosotros que cuidar de lo que nos cuida.
Gracias.
Como el presente ha dejado de hacerlo os deseo que la nueva sociedad que vamos a construir nos ATALANTE, es decir que cuide de todos y del todo.
Todavía más escasa es la conciencia de lo que supone realmente la salud.

Foto Jesús Pozo