La vida es demasiado corta como para desaprovecharla.
Una vez cubiertas las necesidades básicas, el objetivo para muchos en las sociedades desarrolladas es vivir del mejor modo posible.
Existe abundante literatura, seminarios y cursos sobre la búsqueda de la felicidad, sobre qué hacer para vivir mejor. Psicoterapeutas, escritores, conferenciantes, asesores y gurús de distintas orientaciones tratan de ayudar a quienes se proponen alcanzar ese objetivo y no saben o no pueden conseguirlo por sí mismos. En cambio, poco se ha escrito o investigado acerca de lo contrario: la infelicidad.
En su breve y divertido ensayo “El arte de amargarse la vida”, Paul Watzlawick opina que “llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende; no basta con tener alguna experiencia personal con un par de contratiempos”.
Watzlawick reflexiona sobre el modo en que muchas personas parecen empeñarse en llevar una vida plenamente desdichada. Partiendo de su práctica clínica, constató cómo la vida de algunas personas se orienta siempre hacia el problema, la oscuridad y el enrevesamiento. Cómo dejan sistemáticamente de lado lo bello, luminoso, alegre y divertido. Personas tristes, para las que todo son penas, calamidades, infortunios, situaciones dramáticas.
Que no encuentran momento ni espacio para lo lúdico: su vida suele ser un sufrimiento continuo, sin apenas un resquicio para que entre algo de aire fresco, de alegría. Enfermedades, médicos, dolores, penurias propias y ajenas…todo eso que repele a muchos, a este tipo de personalidades no sólo les atrae sino que incluso les fascina. Prestarán mucha atención si se les cuenta alguna tragedia o problema personal, pero en cambio se aburrirán, bostezarán y cambiarán de tema en cuanto puedan si lo que se les cuenta es una historia divertida, bonita o con final feliz. Del mismo modo que hay mucha gente adicta a distintas fuentes de placer, este tipo de personalidades lo es a las de displacer.
Para entendernos y simplificando mucho: algo similar a lo que ocurre en los cuadros masoquistas, que encuentran el placer en el dolor. O en términos freudianos, como si las pulsiones de muerte predominaran sobre las pulsiones de vida.
Pero no hablaremos aquí de masoquismo, ni de pulsiones, ni de cómo es posible encontrar el placer en los sufrimientos y penalidades. Es relativamente fácil entender cómo alguien puede “engancharse” a una fuente de placer, pero no lo es tanto comprender qué mecanismos psicológicos llevan a alguien a vivir centrado casi en exclusiva en esas partes de la vida tan –a priori– desagradables. Ya que hay mucho escrito sobre la felicidad y cómo alcanzarla, lo que haremos en cambio es presentar un repertorio básico de conductas que seguro ayudará a todo aquel que quiera llegar a ser cinturón negro en amargura. Al fin y al cabo, el ser humano es libre de vivir como le plazca.
1 Siempre tienes razón, aunque la realidad te demuestre lo contrario.
No se te ocurra dudar de tus propios pensamientos: eso podría llevarte a tener que buscar otras formas de hacer las cosas.
2 Procura recordar todo lo malo que te ha ocurrido en la vida. Ten presente que ni tu modo de ser ni tu conducta tienen nada que ver en ello. Tu forma de pensar y actuar es correcta siempre, como hemos visto en el punto 1.
3 Echa la culpa a los demás de todo lo malo que te ocurre, busca sin descanso a los responsables.
Recuerda que siempre tomas las decisiones correctas y que te encuentras en posesión de la verdad. Los demás son los responsables de tus desgracias, son quienes te ponen zancadillas y tratan de impedir que logres aquello que mereces por derecho propio.
4 Ten por seguro que todo lo bueno que te pasa es exclusivamente por méritos propios. Los demás poco o nada tienen que ver en tus logros. Es más, como hemos visto en el punto anterior, si fuera por ellos no lo habrías conseguido.
5 Ni se te ocurra relativizar las cosas, piensa siempre en términos absolutos. Las cosas son blancas o negras, y no existen ni gama de grises ni colores fuera de tu espectro de visión. La relatividad sólo lleva a la duda y ya hemos visto que dudar puede hacer que te replantees alguna de tus certezas más firmes.
6 Aférrate con fuerza a aquellas soluciones o recursos que alguna vez te funcionaron. Si te sirvió alguna vez, eso quiere decir que funcionará siempre. Experimentar nuevas soluciones puede hacer que tengas que cambiar tus costumbres, plantearte nuevas formas de hacer las cosas. Ello implicaría que quizá no lo estabas haciendo todo lo bien que suponías, lo cual ya hemos visto que no es asumible.
7 Anticípate a lo que van a hacer o decir los demás, no concedas espacio para hablar en cuanto sospeches que dirán algo distinto a lo que piensas: es una pérdida de tiempo.
Interrumpe si es necesario el discurso ajeno, a fin de cuentas, son sólo cantos de sirena que tratan de embaucarte con su palabrería. Si escuchas otras opiniones, tus creencias podrían resquebrajarse, podrías llegar a pensar innecesariamente que tienes que cambiar algunas cosas.
8 No te conformes con lo que tienes, estate pendiente de lo que tienen los demás. Te servirá de guía. sobre lo que se lleva, cuál es la última moda o las tendencias actuales. Compárate continuamente con los demás y procura parecerte siempre a ellos. Te reportará una gran tranquilidad.
9 Huye de cualquier juego o entretenimiento que pueda relajarte o distraer tu atención. Hay demasiadas cosas de las que preocuparte como para perder el tiempo en actividades lúdicas improductivas y completamente inútiles.
10 No hagas ejercicio, limita al máximo la actividad física. El deporte resta tiempo necesario para solucionar tus problemas. Aparte de disminuir la tensión arterial, liberar endorfinas, reducir peso, eliminar toxinas y mejorar el estado general de salud, pocas virtudes se le conocen.
11 Sal de casa lo mínimo imprescindible. El exterior es una fuente de estimulación que favorece el pensamiento divergente. Pasear al aire libre puede hacer que los pensamientos fluyan libremente y se te olviden durante unos momentos todas las preocupaciones y problemas que hay que atender.
12 Por último, ten mucho cuidado con el sentido del humor. Relaja las defensas, y por tanto te deja expuesto a todos los peligros que hemos visto. La risa conlleva un gran riesgo: puede hacernos llegar a dudar de casi cualquier cosa.
Seguir las instrucciones anteriores te garantiza una vida plenamente desdichada.
Ahora bien, si deseas llegar a viejo habiendo disfrutado de la vida y te gustaría morir con una sonrisa en los labios, te recomiendo que practiques justo lo contrario. Dudar, escuchar, y autocorregirte de vez en cuando no te asegurará la felicidad completa, pero al menos la vida se te hará más amena. Y menos amarga.