Publicado: sábado, 02 de agosto de 2025
Una investigación realizada de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) en la que participa Luis Ríos, doctor en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid, muestra el tratamiento de la enfermedad de una niña y el ritual funerario en el siglo XIX en Madrid.
En el año 2015, se descubrió en la cripta del Convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid el féretro de una niña de aproximadamente seis años. El cuerpo se encontraba semi momificado, vestido con una capa azul y adornada con lazos azules, y dos especímenes de plantas: una hoja de hiedra y una rama de palma trenzada.
El vendaje estaba compuesto por capas de gasa, una placa metálica de cobre y zinc, y una hoja fértil de Hedera, la cual se encontraba en contacto con la piel de la pequeña.
La manera en la que se encontraba la sepultura manifiesta una serie de cuidados tradicionales (el uso de la hoja de hiedra para cuidados de la piel), mezclada con recomendaciones contemporáneas (ejemplificadas en las gasas y la placa metálica con la que se encontraba el cuerpo).
Para el investigador de la UCM, esto representa un ejemplo de atención médica para la niña y la presencia de la hiedra y la palma no solo guardan un fin médico, sino que también representan el esfuerzo por mantener la vida (a través de la hiedra) y la esperanza de una nueva vida (la palma).
Las raíces de la cultura humana
Existe una gran relación entre las plantas y la cultura humana. De hecho, la hiedra se ha usado por sus fines dermatológicos ya desde el siglo I, siendo citado por Dioscórides en su De Materia Medica, o por Avicena en el siglo X en su Canon de Medicina. En el campo de la arqueología, el único precedente del uso médico de la hiedra lo encontramos en el caso María de Aragón (1503-1568), momificada y enterrada en el Monasterio de los Jerónimos en Belém, Portugal.
Más allá de este campo, la hiedra también ha tenido un significado simbólico en obras literarias como el Quijote, o siguiendo antiguas tradiciones mitológicas como en el Triunfo de Baco, de Velázquez.
La rama de palma es un motivo polisémico y presente en diversas culturas como en la antigua Mesopotamia, Egipto, en los mundos romano y griego y, desde la Edad Media, también en la cristiana.
Linneo adoptó en su obra Species Plantarum (1753) el nombre en latín de Phoenix, fusionando el ave fénix sagrada egipcia que resurge de las cenizas y que identificó como la palmera datilera en su Systema Naturae (1735), con significados cristianos por entonces bien establecidos y relacionados con la Virgen, los mártires y la resurrección.
En el cristianismo, la rama de palma representa la victoria de los mártires sobre la muerte y está presente en numerosas pinturas, como la famosa serie de pinturas de santas del siglo XVII de Francisco de Zurbarán. La rama de palma también es central para la Dormición y Asunción de la Virgen, como se describe en los textos apócrifos.
Un entierro singular
Sus vestiduras también guardan simbolismo con la religión debido a que desde el siglo XI, el color azul está asociado al culto a la Virgen, convirtiéndose en un color moral y espiritual dentro del cristianismo.
El enterramiento de esta niña en las Trinitarias se puede comparar con la famosa obra del Renacimiento El Tránsito de la Virgen, de Andrea Mantegna. En este cuadro, la Virgen viste una prenda azul y San Juan sostiene una palma. Curiosamente, esta obra del siglo XV está expuesta en el Museo del Prado, a dos manzanas de las Trinitarias, desde 1829, unos años antes del entierro de la niña.
La disposición del féretro tiene cierta similitud con los retratos funerarios de monjas en conventos católicos españoles e hispanoamericanos, donde, junto al cuerpo de la difunta, es frecuente representar ramos de palma.
Desde una perspectiva antropológica más amplia, este entierro es un ejemplo urbano del siglo XIX de la antigua y compleja relación entre las plantas y la cultura humana.
En la fotografía d la UCM, la momia de la niña.