El escritor murciano Miguel Ángel Hernández resucita en su última novela, "Anoxia", la tradición hoy relegada de la fotografía 'post mortem' a través de una historia en la que la protagonista descubre la capacidad de la práctica fotográfica para superar el duelo por la pérdida de un ser querido.

"Anoxia" (Anagrama), cuarta novela después de "tres novelas relativamente autobiográficas, todas centradas en el mundo del arte", con personajes que se parecían bastante al propio autor, es, según ha explicado este miércoles Hernández, "la primera de ficción ficción", que cuenta la historia de un personaje, Dolores, una viuda de 60 años, dueña de un estudio fotográfico de un pequeño pueblo costero del Mar Menor murciano.

Dolores recibe el encargo de la foto de un difunto y a partir de ahí se introduce en la tradición de la fotografía 'post mortem', muy extendida en el siglo XIX, y hoy en retroceso. Se trata de un encargo de Clemente, un jubilado murciano que emigró a Marsella y que a su vuelta al pueblo intenta recuperar esa tradición.

El autor ha articulado tres novelas en una: "la novela sobre la fotografía 'post mortem', la novela del personaje, Dolores, de su duelo y de la recuperación de su pasión, y una tercera sobre el Mar Menor, la crisis climática, los peces muertos, los episodios recurrentes de anoxia; y las tres historias atravesadas por el duelo".

Anoxia, recuerda Hernández, significa falta de oxígeno en un cuerpo de agua, que es lo que ocurre en el Mar Menor con las inundaciones, cuando se arrastran los nitratos de la agricultura extensiva, las microalgas del fondo comienzan a crecer, consumen el oxígeno del agua y matan a los peces, pero "anoxia es también una metáfora de la falta de aire que tienen algunas personas que han perdido a alguien querido". Curiosamente, subraya el escritor murciano, "a través de la fotografía 'post mortem' la protagonista comienza a sentirse viva y puede volver a respirar".

El tema más evidente de la novela, que incluso llevó a Hernández a hacer un curso de daguerrotipo en Jávea (Alicante), es el de la fotografía 'post mortem', un género que conoció por primera vez en la película "Los otros", de Alejandro Amenábar.

"Al principio lo vi como algo macabro, pero en realidad es una práctica vinculada con el amor, con tener la última imagen de alguien que va a desaparecer, y más que un recuerdo de la muerte es un recuerdo de la vida", ha dicho el autor.

Esta tradición, que fue bastante común en la segunda mitad del XIX y primera del XX, fue poco a poco desapareciendo "por el cierre de los estudios fotográficos y porque cambió nuestra relación con la muerte, expulsada de nuestras vidas y nuestras casas y relegada a tanatorios y cementerios".

Durante la pandemia, apunta Hernández, volvió esa costumbre fotográfica porque "era la manera de tener una imagen de alguien querido que había fallecido en solitario y de ese modo tener conciencia de una muerte que no habían visto".

Subyace también en "Anoxia" "una reflexión sobre las técnicas antiguas, como el daguerrotipo, en una época en la que el tiempo de preparar la foto y mirar eran lentos, frente a la inmediatez actual".

El escritor de "El dolor de los demás" revela en esta ocasión la vida de un personaje "totalmente inventado", una fotógrafa de pueblo con una manera de mirar el mundo muy corriente, que poco a poco fue invisibilizándose.

Señala Hernández que "la novela juega con la paradoja de que fotografiar la muerte y ayudar a los demás a superar el duelo le sirve a la protagonista para vivir y superar poco a poco su propio duelo".

Para el autor es importante el contexto en el que está situada la historia, que "no es un mero atrezo, sino un personaje más", en este caso un pueblo murciano innombrado del litoral del Mar Menor, como esos que se llenan de gente en verano y son casi pueblos fantasmas en invierno, devastado por las inundaciones de septiembre y diciembre de 2019 y la borrasca Gloria en enero de 2020.

Sobrevuela además la novela "la idea del desastre climático y la muerte del Mar Menor" a través de las fotografías que Dolores hace del pueblo desolado, de los peces muertos, que la llevan a "tomar conciencia del poder de la fotografía para cambiar el mundo".

EFE.

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