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Revista Adiós

Ante la no despedida: “Preparemos con cariño actos y ceremonias, que, aunque de forma tardía, nos permitan decir un último adiós a nuestro ser querido”

Publicado: sábado, 21 de marzo de 2020

Ante la no despedida: “Preparemos con cariño actos y ceremonias, que, aunque de forma tardía, nos permitan decir un último adiós a nuestro ser querido”

Un día ves a un familiar tuyo salir por la puerta de tu casa, en una ambulancia, camino de un hospital, sin saber que nunca le volverás a ver. O quizá ni siquiera le has podido lanzar un beso cuando se le llevaban en camilla, porque la última vez que le viste fue en un bar, en una comida familiar o en un encuentro fugaz.
Esa es y será la situación de miles de familias en nuestro país, en estas semanas, que tendrán que asumir la muerte de un ser querido sin tener la posibilidad de despedirse de él, ni tan siquiera tras el momento del fallecimiento.
El coronavirus (COVID-19) nos está arrebatando a nuestros seres queridos, pero también nos está arrebatando algo tan sano, tan humano y necesario como son las despedidas. Tanatorios vacíos, cremaciones heladas, y abrazos y besos de apoyo que recibiremos demasiado tarde. Es una realidad desoladora y dramática, que desafortunadamente tendrán que vivir en los próximos días muchas familias.
El ritual funerario, - el velatorio, el entierro, el funeral, etc.-, ese ritual que tanto nos molesta y nos incomoda a veces, tiene una doble función, en el plano individual nos permite tomar conciencia de la realidad de la perdida y en el plano social nos permite recibir el cariño y el reconocimiento de la comunidad. Además, tenemos la necesidad imperiosa de sentir que el cuerpo del ser querido está siendo tratado y despedido de una forma digna.
Posiblemente odiábamos este tipo de despedidas, no nos gustaba participar en ellas, las veíamos frías y carentes de sentido, pero son, o eran, necesarias, y ahora que a muchas familias se le va a negar el derecho a poder realizarlas es un buen momento para reflexionar sobre su significado. Y sobre todo es momento para que reinventemos formas de realizar pequeños rituales que nos permitan despedir a nuestros seres queridos de una forma amable y que nos dé una mínima gota de paz en medio de tanta irrealidad.
Si nos llega la noticia de que un familiar o alguien cercano ha fallecido y no podemos acudir al entierro o al tanatorio podemos buscar un espacio físico y temporal para hacer un pequeño acto de despedida. Podemos hacer un pequeño homenaje con los medios que tenemos en casa. Leer algún texto, escuchar alguna canción que nos recuerde a esa persona o recordar en voz alta alguna anécdota de su vida pueden suponer un pequeño alivio. Es importante que estos pequeños actos tengan un principio y un final, de lo contrario estaríamos alargando demasiado una despedida que, siendo necesaria, debe significar precisamente eso, un adiós. También podemos poner alguna foto del ser querido con algunas flores de papel o dibujos en algún lugar de casa, marcándonos siempre un horizonte temporal para evitar perpetuar un altar en el hogar que a la larga no nos permitirá comenzar a elaborar un duelo sano.
Por otro lado, podemos postponer algunos rituales hasta que termine esta locura. Dentro de unos meses podremos realizar funerales u homenajes, esparcir o enterrar las cenizas, si las hubiere, y abrazarnos con la gente que nos quiere. Es importante cerrar, y no pensemos que por dejar pasar el tiempo el cierre se hace sólo, preparemos con cariño actos y ceremonias, que, aunque de forma tardía, nos permitan decir un último adiós a nuestro ser querido. Tendremos así más tiempo para preparar un acto amable que se ajuste a lo que la persona fallecida hubiese deseado.
Si no eres familiar directo, rodea de cariño a los que lo necesitan, llámales, no tengas miedo, son llamadas difíciles, pero piensa que necesitan ser de alguna forma abrazados, y, ante la duda, pregúntales directamente a ellos, cómo están y que prefieren.
No olvidemos que no debemos sentirnos culpables por no haber estado en los últimos días acompañando a los seres queridos que nos dejan. Pensemos que los profesionales sanitarios les han tratado con el máximo cariño, y que los profesionales de la funeraria han tratado sus cuerpos con la máxima dignidad. Tratemos de pensar todas aquellas cosas que hemos hecho bien en vida y todo el cariño que hemos regalado. La despedida, si bien a veces la necesitamos, es tan sólo eso, una despedida, pero no resume ni recoge lo experimentado en toda una vida. Y el coronavirus nos puede arrebatar la despedida, pero no lo que hemos vivido con la persona a la que amábamos.


Carlos Hernández ha estudiado Trabajo Social, Sociología y Periodismo. Ha realizado dos másteres: uno en recursos humanos y otro en intervención del duelo. Actualmente dirige la empresa Dos abrazos, desde la que, como se explica en su web, “componen una red de freelance que vuelcan su pasión, su entusiasmo, sus habilidades de comunicación y sus conocimientos al servicio del desarrollo de personas, equipos y organizaciones”.
 @dosabrazos
https://www.dosabrazos.com/

La fotografía, de Chema Moya, refleja un momento del último 'Atardecer de las luces" que se realizó en el Cementerio Jardín de Alcalá de Henares para homenajear a los fallecidos de esa localidad el pasado 1 de noviembre.

http://www.revistaadios.es/noticia/2497/El-Atardecer-de-las-luces-volvio-a-reunir-en-Alcala-de-Henares-a-mas-de-mil-personas-para-recordar-a-sus-difuntos-con-sonrisas-y-lagrimas.html