Albert Burrell, Iwao Hakamada y Oleg Alkaev. Son tres hombres en tres continentes a quienes une el intenso vínculo de conocer el corredor de la muerte, desde los ojos del condenado, el ejecutor o el que pelea desde fuera para abolir la pena capital.
Sus historias las recoge la fotógrafa madrileña Sofía Moro, que ha expuesto su proyecto fotoperiodístico "¿Quién merece morir?" en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas, al mismo tiempo que la capital belga acoge el VII Congreso Mundial contra la Pena de Muerte.
"Da igual hablar de Malawi que es uno de los países más pobres del mundo que de EE. UU., da igual hablar de Irán que es un país islámico que de Bielorrusia que es ortodoxo y católico. Al final la pena de muerte recorre de una manera transversal el mundo y ninguno de esos países son capaces de aplicarla de una manera justa, sin cometer errores fatales", explica Moro durante la inauguración.
Interesada desde el inicio de su carrera en temáticas sociales y de derechos humanos, la periodista madrileña inició este proyecto hace nueve años, haciendo un trabajo sobre los inocentes en el corredor de la muerte en Estados Unidos. "Entonces me enteré de que en EE. UU. una de cada diez personas condenadas a muerte es inocente. Y además está condenada a muerte no por errores judiciales, sino por errores de alguna manera provocados por el sistema, por corrupción, sobre todo política", cuenta Moro.
La madrileña observó que los golpeados por este sistema son "siempre los mismos" y apunta a que "es más fácil estar condenado a muerte si eres inocente pero negro y pobre que si eres culpable pero blanco y con dinero".
El trabajo recorre las vidas de personas vinculadas de diferentes maneras a la pena capital en Estados Unidos, Irán, Malawi, Japón y Bielorrusia.
Albert Burrell (EE. UU.) pasó 13 años en el corredor de la muerte después de que su exmujer le acusara de un crimen para quedarse la custodia del hijo de ambos y solo salió de la cárcel después de que un abogado cogiera su caso de forma altruista y demostrara que era inocente. "A Albert le dejan en pleno enero en la puerta del penal después de trece años con una cazadora vaquera y un billete de diez dólares. Esa es toda la indemnización que recibe", denuncia Moro, que conoció el caso de Burrell a través de un español, Joaquín José Martínez, que salió del corredor de la muerte en 2001.
En el caso de Japón, la española fotografió al hombre que más tiempo lleva esperando en el corredor de la muerte según Amnistía Internacional: Iwao Hakamada lleva 46 años sin saber cuándo será su ejecución, debido a cómo el sistema nipón trata a sus condenados a la pena capital. "En este sentido tan japonés de no perturbar la tranquilidad de la persona condenada a muerte, no le avisan de su propia fecha de ejecución hasta la propia mañana en la que le van a ejecutar", cuenta Moro.
Además de la vida de Hakamada, que espera la repetición de su juicio viviendo con su hermana, este caso también destruyó la carrera de uno de los jueces que le condenó, Norimichi Kumamoto, que siempre tuvo dudas del veredicto. “Para mí esta es la historia de dos personas absolutamente destrozadas por la pena de muerte aunque ninguno haya sido ejecutado", explica Moro. En el caso de Bielorrusia, Oleg Alkaev es la mirada desde el otro lado de la ejecución: estuvo al mando de un pelotón de fusilamiento y acabó exiliado en Berlín tras descubrir una trama de corrupción.
En las imágenes se aprecia el efecto de encabezar el pelotón en el rostro de Alkaev, envejecido y demacrado tras apenas seis años en este trabajo.
La fotógrafa madrileña se muestra convencida de que la causa por el abolicionismo en todo el mundo "avanza muy rápidamente", pero "tiene un riesgo enorme de volver atrás" en cuanto hay un delito grave o un caso muy mediático, como el del niño Gabriel asesinado en España en 2018. "Es un proceso largo, lento, diplomático muchas veces, pero sí se avanza y hay posibilidades de que esto crezca cada día más y sean una minoría. Antes los países que aplicaban la pena de muerte la aplicaban con mucha dignidad, ahora se sienten muy acorralados. Hace falta presión internacional", concluye la periodista.
Laura Zornoza (Efe).
Mogherini contra la pena de muerte: "en la UE creemos que toda vida importa"
"En la UE creemos que toda vida humana importa", dijo la representante europea para la Política Exterior, Federica Mogherini, en la inauguración el pasado miércoles en el Parlamento Europeo del VII Congreso Mundial Contra la Pena de Muerte, que reunió hasta ayer 1 de marzo a 20 ministros y más de 200 representantes políticos de todo el mundo para pedir la abolición de la pena capital en los países donde aún es legal. "Un Estado nunca debe disponer de la vida de un ser humano. La respuesta a un crimen no puede ser otro crimen", agregó Mogherini.
La jefa de la diplomacia europea aseguró que "el progreso siempre es posible" y que "el cambio positivo requiere un compromiso personal y colectivo". "La historia de este congreso mundial es la mejor prueba de que el cambio está ocurriendo y es posible", señaló.
Desde el primer congreso, que se celebró en 2001 en Estrasburgo, "31 nuevos países han decidido abolir la pena capital", destacó.
En la actualidad, 106 países de todo el mundo no contemplan la pena de muerte para ninguna situación, ocho la han abolido para los crímenes ordinarios, 28 son considerados "abolicionistas en la práctica" (la pena de muerte sigue en su legislación pero no han llevado a cabo ninguna ejecución en los últimos diez años) y 56 Estados aún la mantienen en sus códigos penales.
En ese sentido, Mogherini destacó que 2018 supuso un gran avance para la abolición de la pena de muerte: Gambia declaró una moratoria sobre su aplicación, Burkina Faso y Benin la abolieron y la Autoridad Palestina se adhirió al protocolo de la ONU contra esta práctica. También el año pasado, Washington se convirtió en el vigésimo estado abolicionista de Estados Unidos y la resolución de las Naciones Unidas que pidió una moratoria universal de las ejecuciones fue votada por la mayoría más amplia de países de la historia. Además, en agosto del año pasado, la Iglesia católica declaró inadmisible la pena de muerte en todas las circunstancias, sin excepción. "La visión de la Iglesia sobre la pena de muerte ha madurado", expresó el papa Francisco en un mensaje emitido durante la ceremonia. "La pena capital supone entonces una grave vulneración del derecho a la vida que tiene toda persona. (...) La dignidad de las personas no se pierde aun cuando hayan cometido el peor de los crímenes, a nadie se le puede quitar la vida", destacó el máximo representante de la Iglesia Católica.
Mogherini lamentó que "el número de personas ejecutadas sigue siendo trágicamente alto" y explicó que, por esa razón, siguen "trabajando para salvar más vidas". "Sabemos que muchas personas y Gobiernos no comparten nuestros mismos principios. (...) Pero más allá de los valores, hay poderosos argumentos en contra de la pena de muerte que se basan puramente en la lógica", aseguró. Mencionó, entre otros, que la pena de muerte "no es un elemento disuasorio de la delincuencia", además de que "no hay vuelta atrás una vez que se ha quitado la vida a un inocente".
El Congreso Mundial contra la Pena de Muerte es el evento abolicionista líder en el mundo en cuanto a alcance y ambición política, al reunir a políticos, activistas, abogados e investigadores de todo el mundo involucrados en la causa. Los organizadores estiman que durante los cuatro días que dura el congreso unas 1.500 personas habrán pasado diariamente por sus talleres, debates y exposiciones.
Araceli García Contreras (Efe).
En la fotografía de Laura Zornoza, la madrileña Sofía Moro durante la exposición de su proyecto fotoperiodístico.