Publicado: jueves, 28 de marzo de 2013
Veinticuatro metros de tafetán en la que están representadas medio centenar de figuras alegóricas componen la obra descubierta en el Museo Cerralbo, una pieza única en el arte español con la que se cubrió el pedestal del monumento funerario erigido para las exequias de la reina Isabel de Braganza, en 1819.
La directora del museo madrileño, Lurdes Vaquero, y el autor del hallazgo, Alejandro Martínez, presentaron ayer el estudio de esta pieza, obra de Zacarías González Velázquez, que supone una rara muestra de lo que se conoce como el "arte efímero" y que se creía que había sido destruida. Se trata de una sarga creada para las exequias reales que tuvieron lugar en la Iglesia de San Francisco el Grande, un total de 24 metros de pintura en grisalla en el que las figuras representan el duelo por la reina desaparecida.
Esta pieza textil fue realizada para el cenotafio (monumento funerario que no guarda el cadáver de la persona) de Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII y promotora de la creación del Museo del Prado. El estado de la tela, han explicado a Efe fuentes del museo, es estable a pesar de su fragilidad y se encuentra en buen estado. La pintura se realizó mediante la técnica conocida como "aguazo", una especie de acuarela sobre un posible soporte de cal para el tratamiento del tafetán.
Isabel de Braganza murió el 26 de diciembre de 1818 a los 21 años, cuando se disponía a tener a su segundo vástago tras el fallecimiento prematuro de la infanta María Luisa Isabel.
Su cuerpo fue trasladado al Panteón de los Infantes de San Lorenzo de El Escorial y se organizó en la corte un despliegue organizativo para celebrar sus exequias, que se llevaron a cabo el 1 y 2 de marzo en la iglesia de San Francisco el Grande. Para la ceremonia se concibió un complejo artístico entorno a un monumento en obelisco, en cuya fabricación intervinieron escultores -José Ginés, Valeriano Salvatierra, Esteban de Ágreda, Francisco Elías, Ignacio García y Pedro Hermoso-, el arquitecto Custodio Teodoro Moreno, el poeta Juan Bautista Arriaza, así como pintores, tallistas, carpinteros, doradores y tapiceros, entre otros.
La decoración del pedestal del conjunto fue encargada al pintor Zacarías González Vázquez, que creó la sarga aparecida en el Museo Cerralbo de Madrid.
Cómo llegó allí es todavía una incógnita aunque si hay constancia de su presencia en las colecciones del Museo, ya que fue catalogada en 1924 cuando el marqués de Cerralbo legó su casa y colecciones al Estado, ha explicado la directora, que ha señalado que hasta los años cuarenta la pieza permaneció colgada en la tercera planta del edificio para después ser almacenada hasta la actualidad.
La presencia de una fotografía de esta sarga en la web del museo despertó el interés del historiador del arte Alejandro Martínez, que inició las investigaciones que han llevado a su identificación definitiva, estudio que publicará próximamente "Ars Magazine"
El catafalco construido para Isabel de Braganza fue reutilizado días después (a finales de marzo de 1819) para las ceremonias en memoria de Carlos IV y María Luisa de Parma, fallecidos en Roma en enero de ese año, y después desmantelado.
Varias de las esculturas, candelabros y adornos se almacenaron en el Palacio Real y en el Casón del Buen Retiro, por lo que diez años después se volvieron a usar en los funerales de la tercera esposa de Fernando VII, María Amalia de Saboya. Desde entonces, ha explicado Martínez, no se volvió a tener noticias de la pieza textil y se pensó que había sido destruida. Sólo se disponía de una descripción impresa del monumento en la que se recoge las alegorías que representaba la sarga. En efecto, ha dicho el historiador, la pieza acerca al concepto neoclásico de la muerte y representa los valores morales y sociales del Estado y la monarquía en esa época.
El duelo, el ingenio, la poesía, la agricultura y la medicina ensalzan así las virtudes de la soberana fallecida junto a otros valores del Estado como lo militar, la historia y la representación de las provincias españolas.
Destaca también la alegoría de la lactancia materna, que representa el papel de Isabel de Braganza como madre y como reina. Entre las hipótesis de cómo llegó al marqués de Cerralbo, además de que lo adquiriera como hizo con muchas de las piezas que integran su museo, los responsables del centro barajan también la posibilidad de que lo heredara de su tío abuelo, una persona próxima a la reina Isabel II. Ahora comienza la labor de restauración de esta pieza única que ya ha sido adaptada a un nuevo soporte para su correcta conservación.