La iniciativa de la forense Julissa Villanueva, que ya cuenta con dos espacios en el país, pretende que sea el lugar donde los cuerpos no identificados pueden esperar a que alguien los reclame y no ser enterrados en una fosa común como "cualquier despojo" y difícil de identificar.
Jesús Pozo
El pasado viernes se celebró en Washington la décimo segunda edición de la gala anual "Mujeres Valientes" del Departamento de Estado de Estados Unidos, una iniciativa que comenzó en 2007 y busca premiar la labor de mujeres de todo el mundo que han demostrado un liderazgo y un valor excepcional para lograr cambios sociales y políticos.
En esta edición una de las premiadas ha sido la hondureña Julissa Villanueva (Tegucigalpa, 1972), directora desde 2013 del Departamento de Medicina Forense del Fiscal General de Honduras y que logró crear el primer "cementerio humanitario" de su país, donde los cuerpos no identificados pueden esperar a que alguien los reclame. Antes de ese "cementerio humanitario", las personas sin nombre eran enterradas en fosas comunes y, por tanto, cuando alguien iba a reclamar un cuerpo era muy difícil identificarlo.
El premio los recibió de manos de la primera dama de EE.UU., Melania Trump: "Me han dicho que soy una mujer de coraje. Pero, creo que el coraje, la persistencia, no lo represento solo yo, sino el equipo enorme de mujeres y hombres que está detrás de mí", dijo hoy en una entrevista con Villanueva, que supervisa un equipo de 650 expertos forenses.
Le sorprendió que los muertos sin nombre fueran enterrados en fosas comunes, como "cualquier despojo", y por eso la hondureña Julissa Villanueva decidió crear un "cementerio humanitario" en el que los cuerpos no identificados puedan esperar a que alguien los reclame, informa Beatriz Pascual Macías, que habló con la forense para la agencia Efe.
comenzó en 2013 a dirigir el Departamento de Medicina Forense del Fiscal General de Honduras y lo que más le llamó la atención era la indiferencia ante los cuerpos sin identificar, los que nadie reclamaba, que eran enterrados "sin pena ni gloria" en una fosa común. "Si de repente usted venía, estaba buscando a su familiar y ya se enterró, entonces había que buscarlo en la fosa común y era un desorden. A nadie le importaba esa reunificación de las familias y ese trato humanitario de las personas", narró Villanueva en la entrevista celebrada en Washington. Fue, sin embargo, otra visita a Estados Unidos la que le inspiró para crear el primer "cementerio humanitario" de Honduras. Visitó el simbólico camposanto militar de Arlington, en el estado de Virginia, y descubrió las tumbas blancas, perfectamente alineadas y donde descansan más de 400.000 soldados y sus familias. "Miré cómo tenían el cementerio de Arlington, tan bien ordenado los cadáveres y pensé: ¿por qué yo no puedo hacer algo así con mis desconocidos?", explicó Villanueva. "Y créeme -continúa-, me fui sembrada en esa idea y, entonces creamos un cementerio con nichos. Ahora cada uno de esos desconocidos los colocamos en nichos, unitarios, y están identificados, con ADN y con todo para que, si alguna familia viene y me pide el cadáver, yo pueda dárselo".
Recibió ayuda del Comité Internacional de la Cruz Roja y una familia "de buen corazón" le regaló un terreno en un cementerio privado, a unos 14 kilómetros de Tegucigalpa.
Inauguración en 2016
La Dirección General de Medicina Forense del Ministerio Público (MP), a través del departamento de Patología Forense, inauguró el 28 de enero de 2016 el “Cementerio Humanitario para Desconocidos” con 300 nichos en su primera etapa, según informó aquel día los medios de comunicación hondureños. Los actos fueron encabezados por la directora de Medicina Forense, doctora Semma Julissa Villanueva, acompañada por la subdirectora de esa institución, Mildred Alvarenga y por el jefe de la Cruz Roja Internacional, Juan Carlos Carrera.
Ese día se depositaron en los nichos los primeros 36 cadáveres no reclamados por sus familiares en la morgue capitalina. Siete de los restos fueron identificados como Isidro Antonio Zambrano, Denis Alexis Oviedo, Óscar Rolando Bonilla, Brayan Maldonado, Gerson David González, Nora Isabel Walter y Martín Hernández Gómez. Ese día también fueron enterrados dignamente seis recién nacidos y 23 cuerpos de adultos sin identificar, pero de quienes se posee los respectivos expedientes.
Según publicó aquel día la Prensa hondureña, “Sin embargo, hay muchos que sí son identificados, pero que en la mayor parte de los casos, sus familiares optan por no reclamarlos porque son muy pobres y no tienen dinero para costearse los gastos fúnebres. En otros casos, hay parientes que dejan a sus fallecidos en la morgue porque no quieren revivir el dolor que pasaron días o meses atrás, o porque residen en el extranjero. Los restos no reclamados estarán en los nichos por al menos dos años, previo a colocarlos en fosas comunes. En el caso de los identificados, se les coloca una etiqueta con su nombre, mientras que aquellos cuya identidad se desconoce, portan un número, por si algún familiar los reclama, apuntó la doctora Villanueva”.
Según datos de la Dirección General de Medicina Forense del Ministerio Público de Honduras, en el 2010 enterraron masivamente 119 cadáveres sin reclamar, en el 2011 se sepultó a 115 y en el 2012 a 120. En el año 2013 la cifra de cuerpos depositados en fosas comunes fue de 145, en el 2014 este número se redujo a 122 y en el 2015 bajó a 111.
Segundo cementerio y otro proyecto
Ahora, Villanueva está preparándose para abrir otro cementerio en San Pedro Sula, la segunda ciudad del país por población y que durante años estuvo considerada la urbe más violenta del mundo por sus altas tasas de homicidios. La obra de Villanueva ha servido de inspiración a otros países de Centroamérica y, ahora, la ciudad de Esquipulas (Guatemala) ya tiene su propio cementerio para muertos olvidados, cuenta Beatriz Pascual.
"Estoy muy satisfecha de haber creado ese cementerio. De lo que estamos hablando es de la incorporación de las ciencias forenses al lado social y humanitario", destacó orgullosa.
Con esa idea en mente, estos meses Villanueva ha comenzado a trabajar en un proyecto piloto del Gobierno hondureño para identificar a entre 18.000 y 20.000 presos que llevan años en las cárceles sin que nadie sepa realmente quiénes son, pues suelen usar diferentes nombres para cometer crímenes. También se trata, dice, de ofrecer el "derecho humano" de la identidad tanto a los presos como a aquellos niños que, por ejemplo, fueron abandonados y sus padres nunca les inscribieron en el registro civil.
Otro de los proyectos en los que está trabajando es la identificación de los inmigrantes hondureños que fallecen en su camino hacia Estados Unidos en busca del "sueño americano". Cuando alguien muere, por ejemplo, en el desierto de Sonora (Arizona, Estados Unidos), los Gobiernos estadounidense y hondureño se ponen en contacto para tratar de identificar el cadáver y comprobar que el ADN de los restos mortales se corresponde con el de la familia en Honduras.
"El proceso de identificación consiste en vincular una información previa a la muerte y posterior a la muerte. Entonces, nosotros tomamos el ADN de las familias y enviamos de inmediato sus perfiles genéticos hacia el lugar en cuestión en Estados Unidos para ver si coinciden", explicó Villanueva. Dice que, antes de viajar a Estados Unidos, ya tenía 45 cuerpos sin identificar en los congeladores de su centro forense.
Fotografía oficial de la inauguración el 28 de enero de 2016 del cementerio con Julissa Villanueva (a la derecha).