Publicado: miércoles, 27 de enero de 2016
¿Cómo eran los individuos que se sacrificaban en el Templo Mayor de Tenochtitlán? Las fuentes históricas nos hablan de cautivos de guerra; sin embargo, un estudio reciente sacó a la luz que no todos ellos venían de zonas conquistadas, sino que eran residentes de la Cuenca de México. "Se tenía la idea general de que los sacrificios provenían en su mayoría de guerras, son parte de las poblaciones que fueron conquistando" los mexicas, apunta en entrevista con Efe el arqueólogo Alan Barrera, responsable de la investigación.
También se creía -continúa- "que venían traídos directamente del lugar de origen y eran sacrificados casi inmediatamente" cuando llegaban a la metrópoli. Sin embargo, mediante un análisis de restos óseos humanos pudo establecerse que algunos permanecieron al menos seis años dentro de la sociedad mexica.
Los hombres jóvenes provenientes de las guerras no constituían el 100 % de los sacrificios, sino que el rango se ampliaba para incorporar mujeres, ancianos e incluso niños. Para llegar a estos resultados, los investigadores tomaron las muestras de seis individuos hallados en las ofrendas del Templo Mayor, extraídas de la base de los cráneos, así como de molares sanos.
Estos restos fueron sometidos a un análisis de isotopía de estroncio, que identifica el lugar de procedencia de los individuos. Este análisis parte del supuesto de que en las sociedades antiguas no era muy factible que los individuos se movieran de un lado a otro y de que estos se alimentaban básicamente de los productos locales. "A través de la cadena trófica vamos adquiriendo los minerales que tomamos directamente de las plantas y animales, y que estos a su vez toman del suelo local", por lo que un análisis de este tipo compara el suelo de una determinada región con las firmas isotópicas de huesos y dientes, explica Barrera. De esta forma, si ambas huellas no coinciden, "podemos identificar a un migrante", concluye.
En este caso particular, buena parte de los suelos de la Cuenca de México están compuestos por rocas de origen volcánico, lo que le proporciona una firma isotópica muy particular, de acuerdo con los investigadores. Quedó concluido que los sacrificados analizados permanecieron entre seis y diez años dentro de la sociedad mexica, en México-Tenochtitlán y en sus alrededores, porque es el tiempo que tardan los individuos en adquirir la firma del lugar, una vez asimilado el estroncio.
Los sacrificados que no formaban parte de los guerreros capturados son "cautivos", "tuvieron que estar al servicio de las elites", de personas de cierto rango político. "En Mesoamérica funcionaba una red de comercio de personas que eran compradas por las élites, para servicio dentro de las casas palaciegas de la gente importante y para pagar tributo o para sacrificar", argumenta el arqueólogo.
Los individuos analizados por el Laboratorio universitario de geoquímica isotópica (perteneciente al Instituto de geofísica de la UNAM) vivieron entre los años 1469 y 1521, durante los reinados de Moctezuma Ilhuicamina, Axayácatl y Moctezuma Xocoyotzin.
Uno de ellos no era mayor a cinco años; otro también era un niño, de entre 10 y 11 años; dos eran hombres con edades comprendidas entre los 20 y los 30 años; otro era una mujer con el mismo rango de edad y el último era un joven de entre 15 y 20 años.
Los depósitos de las ofrendas realizadas en el Templo Mayor (Huey teocalli) se organizaban en cosmogramas, representando los tres niveles del universo: el inframundo, el espacio terrenal y el celeste.
Los sacrificios, explica Barrera, tenían dos funciones principales; la primera de ellas tenía una vertiente estratégica, era la forma que tenía el imperio mexica de demostrar poder político frente a otras sociedades. El segundo propósito de los sacrificios estaba relacionado con la comunicación con la esfera divina, es decir, los individuos eran ofrecidos para "pedir favores, agradecer o sacralizar el espacio".
Isabel Reviejo (Efe).