Entre los múltiples panteones, capillas y monumentos con los que cuenta el Cementerio de Santa Catalina de el Alcaudete, que lo han ido ocupando desde su fundación en 1807, destaca la capilla-panteón de la familia Romero. Se trata de un edificio de estilo neoclasicista, que aúna en armonía las corrientes estéticas del arte clásico con los matices reinterpretativos de la Ilustración. Fue construido por Antonio Romero Funes a finales del siglo XIX como panteón familiar en memoria y recuerdo de su madre María de los Ángeles Funes y Madrid, como consta en la inscripción de su interior.
Ubicación
El panteón de los Romero se ubica en el cementerio de Santa Catalina de Alcaudete y situado, a modo de elemento central, entre los patios: Primero, de La Fuensanta y de Los Curas. Destaca, por tanto, en un espacio abierto en la intersección de estos tres patios, pudiendo circundarse en su totalidad para apreciar los detalles de todo su contorno. Además, la amplitud de su espacio circundante sirve como mirador al Castillo Calatravo de Alcaudete, que se levanta sobre una colina cercana, más allá del skyline que conforman los panteones de la tapia Este del cementerio.
Aspectos técnicos
Ocupa una parcela cuadrada y exenta de 50 metros cuadrados, alcanzando el edificio una altura de 5 metros. La parcela se encuentra orientada al norte y rodeada por una verja de hierro remachado de 24 metros de longitud, accediéndose a su interior a través de una puerta doble frente a la de la capilla.
Su interior es diáfano, octogonal, de 5 metros de diámetro y casi 20 metros cuadrados de superficie, siendo ocupado tan solo por un pequeño altar y un retablo frente a la puerta, dos ventanas y dos rosetones conmemorativos entre estas y el altar. Está cubierta por una bóveda de media naranja y cuenta con una trampilla en la entrada que permite el acceso, mediante una escalera de madera a un sótano que sirve de lugar de enterramiento y que compone de dos espacios, una suerte de antesala con varios nichos en la pared frontal y lateral derecha y una sala posterior con varios nichos a la que se accede por un pasillo desde la primera, que transcurre por el margen izquierdo del sótano.
Entre los materiales destaca el ladrillo en la construcción, el hierro en las puertas, el 2 mármol en las solerias y el yeserías en los elementos decorativos.
Exterior
Se trata de un panteón neoclasicista, con forma de baptisterio octogonal, en el que destacan tanto las formas clásicas como los elementos naturales decorativos. Se encuentra sobre un pedestal bajo, que ocupa la totalidad del terreno del monumento, sobre el que se levanta este rodeado de una verja remachada de hierro colado de casi dos metros de altura en su punto máximo, compuesta por ocho tramos (dos por cada lado del pedestal) compuesta de lanzas de diferente altura unidas por una cenefa de gran labrado, entre ellas destacan las lanzas centrales rematadas por una flor de lis a modo de punta; el mismo estilo lo siguen las dos puertas que la cierran.
En su interior se levanta la capilla octogonal, compuesta por un zócalo sobre el que se levantan ocho columnas adosadas que sirven de límite entre las caras de la capilla; se componen de una basa labrada, un fuste liso y un capitel corintio clásico adosado a una cenefa decorada con motivos vegetales; sobre estos encontramos el entablamento con un friso con motivos geométricos y un alero de capas superpuestas a modo de cornisa; finalmente, cada saliente de la cornisa que queda sobre las columnas se remata con una hoja de acanto labrada en piedra oscura que sobresale a modo de gárgolas en los límites del tejado. El edificio se cubre de una cúpula recubierta de tegola asfáltica que sirve de contraste al blanco de las columnas y demás elementos.
En la cumbre del tejado destaca la escultura en piedra oscura de una joven que sostiene con ambas manos una trompeta, que representa a la diosa romana Fama, símbolo de victoria e inmortalidad.
Las fachadas se cubren de enlucido beige que contrasta con el blanco de las columnas en una armonía de tonos suaves. En el centro de las mismas encontramos siete óvalos de yesería blanca decorados con motivos florales, cinco de los cuales se encuentran cegados, estando los dos restantes ocupados por ventanas.
En la fachada principal encontramos dos pilastras blancas con el mismo tipo de basa y capiteles con motivos vegetales, que sostienen un sencillo friso con motivos vegetales sobre el que encontramos un frontón circular en el que descansa la figura de un ángel melancólico recostado, con las alas entreabiertas, que simboliza el consuelo y la compañía del difunto, a modo de ángel de la guarda. Destaca entre la decoración, en en centro de la fachada la puerta, de hierro colado y cristal, compuesta por dos cuerpos: uno inferior sencillo con algunos motivos decorativos en sus bordes y uno superior elaborado con cenefas ricamente decoradas en fundición, que subdividen cuatro espacios semicirculares acristalados confluyendo en el centro de la puerta donde se sitúa, también en fundición, el escudo familiar.
Interior
El interior destaca por su sobriedad, con un espacio octogonal que replica el exterior, con ocho paredes separadas por ocho columnas adosadas en blanco, con capitel corintio sobre los que reposa un friso decorado con flores de acanto y una cornisa sobre este. Igualmente, encontramos en el interior, como si de un reflejo de fuera se tratara, cuatro óvalos decorados con una cenefa sencilla de yesería, dos de los cuales coinciden con las ventanas y otros dos que sirven como marco a inscripciones funerarias en memoria del fundador y su familia. En la pared frontal, frente a la puerta, se levanta un sencillo altar sostenido por dos balaustres dorados adosado a un pequeño retablo compuesto de tres cuerpos: el inferior, decorado con motivos vegetales de yesería sobredorada; un cuerpo medio en el que destaca una hornacina acristalada con una imagen de vestir de una Virgen de los Dolores, y dos columnas abalaustradas adosadas con capiteles corintios y sobredoradas que enmarcan la hornacina y sostienen un arco carpanel tambien de yesería sobredorada; y un tercer cuerpo en el que encontramos un frontón clásico con la imagen de un ángel en alto relieve y coronado por una sencilla cruz.
En el suelo de baldosas ajedrezadas en mármol blanco y negro encontramos una sencilla trampilla que da acceso a la planta inferior.
Simbolismo
A diferencia de otros panteones del cementerio, cuya simbología gira fundamentalmente en torno a la brevedad y lo efímero de la vida (flores muertas, relojes de arena, ruinas clásicas) o la idea de resurrección (llamas eternas, huesos de difunto) en este caso la simbología gira en torno a la inmortalidad desde un punto de vista clásico, no tanto cristiano, sino como resultado de la fama. La constante referencia a la inmortalidad por medio de las hojas de acanto y las flores de lis que lo rodean todo se ve enmarcado por las estatuas que destacan en el conjunto, el ángel melancólico y la Fama; el uno como referencia a la tristeza por la pérdida de la vida, señalando a la muerte como algo trágico 4 y no como el acceso a la deidad y la vida eterna; la otra, como símbolo de la eternidad por medio del recuerdo de las hazañas personales y la victoria sobre la muerte por este medio de tendencia más clásica que cristiana.
Curiosidades
La capilla-panteón de los Romero presenta varias curiosidades que la caracterizan entre el resto de capillas del bicentenario cementerio de Alcaudete y hacen que destaque como monumento independiente.
- Destaca por su forma octogonal, el cuidado de los espacios, las formas y las simetrías, así como la calidad de los materiales y el cuidado simbolismo.
- En su sótano encontramos, además de los nichos horizontales, un hueco que, en apariencia, es un nicho vertical, que se encuentra sin uso.
- La imagen del altar, la Virgen de los Dolores tiene gran arraigo en la familia Romero, habiendo sido los protectores de la cofradía de la Virgen de los Dolores de Alcaudete a lo largo del siglo XX y presidentes de la misma varios de los integrantes de la familia.
- La diosa Fama que corona el conjunto tiene asociada una curiosa leyenda. Se cree popularmente que al anochecer, cuando el sol está presto a desaparecer tras la sierra Orbes y los últimos rayos iluminan a la imagen haciendo que su sombra se alargue hasta quedar ante la puerta de la ermita de Santa Catalina y de lápida fundacional del cementerio de 1807, se ve en esta como la diosa levanta su trompeta presta para hacerla sonar y, en ocasiones, un sonido agudo rompe el silencio del crepúsculo haciendo que quien, aún dentro del cementerio, lo escuche, quede aterrado y muera en el mismo instante, no pudiendo abandonar nunca más el cementerio y pasando a quedar entre los espíritus que lo moran.