lunes, 07 de octubre de 2024
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Revista Adiós

Málaga

Cementerio de Santo Toribio de Teba

MOTIVACIÓN DE LA CANDIDATURA

El cementerio de Santo Toribio de Teba (Málaga) se encuentra situado a las afueras del propio municipio, a un kilómetro aproximadamente, aunque de fácil acceso para el visitante, que puede disfrutar de un agradable paseo hasta llegar a él. Su situación contrasta con la altura del pueblo, desde cuyo monumento emblemático, el Castillo de la Estrella, puede observarse a vista de pájaro la situación privilegiada del camposanto, custodiado entre olivares y almendros y recostado hacia las fértiles llanuras del pueblo.

La blancura de sus paredes, los curiosos recovecos y las zonas ajardinadas que lo inundan hacen que el visitante despeje toda visión siniestra del lugar; es más, se presenta como un espacio privilegiado donde disfrutar de un recorrido histórico, donde recorrer sus pasillos entre la quietud y el silencio solo interrumpidos por el canto de algún que otro pájaro que anida en sus viejos cipreses.

Su gran patio del fondo se ha transformado en los últimos años pasando de ser un páramo que albergaba antiguas fosas comunes a dar lugar, una vez enterrados honradamente quienes allí reposaban, a una de las zonas más cuidadas y respetuosas con el medio ambiente. En tal tierra, al igual que en cada rincón, se pueden observar rosales, clavellinas, cipreses, lavandas, jazmines o palmeras que crecen al abrigo de los diferentes monumentos en los que habita el recuerdo de nuestros seres queridos. Además de todo ello, pueden observarse antiguas lápidas de finales del siglo XIX, criptas familiares, homenajes funerarios a los muertos de guerra, o tumbas desconocidas en las que nunca falta al menos una flor que las acompañe.

El ímpetu de su responsable en quitarle a la muerte ese velo tétrico con el fin de convertir el cementerio en un verdadero sitio de descanso perpetuo se muestra en el cuidado y el respeto a familiares, visitantes y a los propios difuntos. Entre los poemas o epitafios que podemos leer en sus blanqueadas e impolutas paredes crecen las plantas, los pequeños árboles o se enredan en cada palabra las ramas de algún jazmín o alguna buganvilla. Todo se funde para que desde un nicho o una tumba sea la propia naturaleza la que acoja de nuevo al que emprende el viaje eterno.

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