Desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XIX las personas fallecidas en este municipio eran enterradas en el suelo de la Iglesia de San Juan Bautista. Algunas familias antiguas tenían sepulturas en propiedad, ya por compra o por concesión del Obispo; cada Cofradía tenía también su parcela para enterrar a los devotos; los pobres eran enterrados cerca de la puerta.
EL CEMENTERIO
Aunque desde 1787 el rey Carlos III había abolido la costumbre de enterrar en las iglesias, ello no tuvo repercusión en San Juan de La Rambla hasta mediados del siglo XIX. La situación en la Iglesia de San Juan, por razones de espacio, higiene y otras circunstancias se hacía ya insostenible, por lo que el Ayuntamiento de a esa época, instancia de las autoridades superiores, toma la decisión de construir un cementerio a la salida del pueblo. El dueño del solar designado a tal fin exigía 40 pesos por el mismo, por lo que el Ayuntamiento decide expropiarlo. Interviene el párroco, don Basilio Oramas Hernández (1814-1889)1, que afirma que su hermano, don José Oramas Hernández (1812-1872), residente en América, compraba dicho solar y lo cedía para tal fin, con lo que se ahorrarían los trámites de la expropiación; el Ayuntamiento accede a dicha propuesta2 y envía el expediente al Gobierno civil, que da su aprobación3. Las obras empezaron en octubre de 1850.
1 El mismo don Basilio nos lo relata en sus memorias (Reproducidas por ALLOZA, M. A. Y RODRÍGUEZ, M., San Juan de La Rambla, Gráficas Tenerife, 1986, pp. 286-288). Escribió a su hermano en América, el cual aportó el dinero para el solar, que fue comprado a don Felipe de Castro y Machado. Aparte de la prestación personal de los vecinos, se emplearon en la edificación de los muros 100 pesos de una manda que había dejado a la Iglesia don Manuel V. Alonso del Castillo.
2 A. M. de S. J. R.; Libro primero de actas; sesión de 15-5-1850.
3 “siempre que se haga constar la conveniencia de la situación y calidad del terreno por la declaración de un facultativo en medicina', Determina igualmente que "en atención al generoso desprendimiento de don José Oramas y la cooperación de don Basilio Oramas y demás vecinos que contribuyen a esta importante mejora, se le de las gracias en nombre de su Señoría por su interés en beneficio del público". El Ayuntamiento solicita el dictamen de un médico de Icod, pide un presupuesto a un maestro pedrero y nombra por depositario de los fondos que se destinen a la obra y cuidarla” al regidor primero del Ayuntamiento, don Miguel Fernández del Castillo (A. M. de S. J. R.; Libro primero de actas; sesión de 6- 10-1850).
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Por lo que respecta a su estructura, el cementerio quedó conformado por un recinto rectangular amurallado, con una capilla y nichos laterales en el lado norte y una escalera que daba acceso a una terraza en el lado sur, donde estaba la puerta. El muro de la entrada aparece en forma triangular con remates de cantería y marco de lo mismo en la puerta.Por lo que respecta a su estructura, el cementerio quedó conformado por un recinto rectangular amurallado, con una capilla y nichos laterales en el lado norte y una escalera que daba acceso a una terraza en el lado sur, donde estaba la puerta. El muro de la entrada aparece en forma triangular con remates de cantería y marco de lo mismo en la puerta.
La capilla y sus nichos laterales, rematados por columnas y arcos de cantería, según las memorias de don Basilio fueron costeados por él para sepultura de los sacerdotes que sirviesen en esta iglesia y de sus familias, por ambas líneas hasta el segundo grado, lo que no concuerda con los datos que obran en el archivo del Ayuntamiento4. Costeó también la puerta y diversos adornos de cantería, así como las terrazas de la entrada y la primitiva escalera de bajada.
Su hermana, doña M.ª Rosario Oramas Hernández (1817-1889), costeó la siembra de plantas en el recinto, hizo una tanquilla para el riego, colocó una nueva escalera de piedra y el paseo enlosado que atraviesa el cementerio. También adecentó la capilla, que en su fachada tiene marco de cantería con arco de medio punto y en lo alto un frontón bordeado de piedra y adornos del mismo material; sustituyó el Cristo que había por otro más perfecto, colocó una vidriera y un altar decente y otros arreglos.
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Cura Párroco y de los vecines pudientes del pueblo, procurando el que se termine lo más pronto posible, para evitar el perjuicio que resulta al público de los enterramientos en la Iglesia” (A. M. de S. J. R.: Libro primero de actas; sesión de 26-1-1851).
El Gobernador Civil contesta congratulándose de los esfuerzos del pueblo y da las gracias a todos por el celo que están poniendo en su construcción. El Ayuntamiento contesta que todos, “satisfechos del aprecio que sus servicios en esta parte ban merecide la obra del Gobierno Civil, continuarán propósito como se les encarga, hasta concluir la obra” (A. M. de S. J. R.; Libro primero de actas: sesión de 8-2-1851).
4 Según consta en un escrito que presenta en 1887 ante el Ayuntamiento don José Oramas Bello, hijo del citado don José Oramas Hernández, su padre se reservó los 24 nichos construidos a su costa al fondo del cementerio, de los cuales cedió cuatro, los situados al lado de la capilla, para los señores curas de este pueblo. Añade que como no tiene credencial que lo acredite, pide del Ayuntamiento se le extienda la misma, a lo que dicha corporación accede, declarando que 20 nichos son de propiedad del solicitante (A. M., de S. J. R.; Libro séptimo de actas; sesión de 16-10-1887). En dicha acta consta también que la Capilla fue construida por su padre y su tía dona Maria Rosario.
Diez de esos nichos, pertenecientes a la familia Oramas, fueron cubiertos por lápidas de mármol, de las que se conservan algunas, que llevaban esculpidos escudos familiares y otras escenas, obra del escultor italiano Angelo Cherubini, vecino de Santa Cruz en la segunda mitad del siglo XIX (FUENTES, G., 1990, "Canarias: el clasicismo en la escultura", Cabildo de Tenerife Santa Cruz de Tenerife, P. 456). Otras llevan la firma E. W., de la que se desconocen sus circunstancias.
El último enterramiento efectuado en la Iglesia fue el 20 de mayo de 1851; el primer enterramiento que se hizo en el cementerio tuvo lugar el 12 de junio de dicho año5. Los enterramientos tenían lugar en el suelo6, salvo los nichos ya citados a ambos lados de la capilla. Por ello, en dl último tercio del siglo XIX, diversas familias pudientes deciden levantar sus propios panteones para enterrar a sus deudos. A tal fin utilizarán los buenos materiales que proporcionaba la cantera de piedra que estaba cerca; su estructura es la de una pequeña capilla con el frente de piedra de cantería tallada y enmarcada por columnas laterales que sostienen un frontón, siendo del mismo material los techos, el suelo y el frontal del pequeño altar; como puerta, una verja de hierro. Cada uno tenía dos pudrideros y fosa para los restos, cubiertos por losas de mármol. Dichos panteones pertenecieron a las siguientes familias, según el orden en que están dispuestos:
El de don Antonio Diaz Llanos Rodríguez (1783-1871), esposo de doña Catalina de Sena, que perteneció a la familia Díaz Llanos7.
El de don Pedro Felipe Borges (1813-1898), nacido en el Realejo y casado con doña Rosalía Pérez Díaz; perteneció a esta a rama de la familia Borges.
El de don Francisco de Sales Oramas Hernández (1826-1894). casado con doña Antonia Hernández Perdomo; perteneció a esta rama de la familia Oramas.
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5 El último enterrado en la iglesia fue un niño de pocos meses, llamado Juan Toribio, de Santa Catalina, hijo de Domingo Afonso Ravelo y de Francisca González.
El primer enterramiento en el cementerio fue el de doña Maria Núñez Álvarez, de 66 años, de Santa Catalina, viuda de don Francisco Félix Rodríguez Quintero.
6 EI cementerio ha sufrido distintas vicisitudes a lo largo de su historia. En 1876 el Gobernador Civil exige se construya un cementerio para los no católicos. Para este cementerio civil se adquiere un trozo de veinticinco varas cuadradas de terreno, al poniente del cementerio católico, terreno que cede don Benigno de Torres Cúllen a cambio de que se construya un muro de piedra y barro entre el cementerio público y el que se trata de construir junto al camino que linda con Su finca (A. M. de S. J. R.; Libro quinto de actas, sesiones de 17-9-1876 y 25-2-1877). En 1885 la Dirección General de Beneficencia Sanidad manda cerrar el cementerio construir otro, a causa de sus condiciones higiénicas; el Ayuntamiento contesta no ser cierto lo alegado y que se envíe una comisión para que lo inspeccione; el cementerio no fue cerrado (A. M. de S. J. R.; Libro sexto de actas; sesión de 22-3-1885).
7 Sus herederos solicitan permiso al Ayuntamiento en 1871 para edificar una capilla al fondo del cementerio por el lado del del poniente, poniente, en terreno no perteneciente aún al propio cementerio, para depositar en ella los restos de su padre que sea de herederos; a lo que accede la corporación municipal, atendiendo a que dicho cementerio se construyó durante la alcaldía de don Antonio Diaz Lanos; la capilla tendría dos metros de ancho por tres de fondo (A. M. de S. J. R. Libro cuarto de actas: sesión de 26-11-1871).
El de la familia Lorenzo; del que eran titulares los hermanos don Pedro (1853-1918) y don Cristóbal (1864-1914). Lorenzo González, nacidos en La Guancha pero avecindados aquí; casados con doña Josefa Hernández Pérez y con doña Francisca Labrador García, respectivamente.
El de la familia Pérez Delgado; del que eran titulares don Juan Pérez Delgado (1836- 1921) y su sobrino don Antonio Pérez Rodríguez (1854-1940).
En 1924 la inspección de sanidad, tras visitar el cementerio, determina construir uno nuevo que tuviera una superficie de 26 áreas, para lo que se elige una finca de los Alcaravanes, propiedad del Marqués de Celada8. No obstante, finalmente se toma la decisión de ampliar el existente por la parte del naciente, añadiéndole 48 nichos9.
Asimismo, poco a poco se fueron construyendo otros nichos por parte del Ayuntamiento10, en muchas ocasiones de una manera anárquica, llegándose a hacerlos en cualquier lugar y de cualquier manera, sin atenerse a ninguna norma ni estilo. En la década de los setenta el cementerio ya estaba saturado, por lo que hubo que construir otro más arriba del pueblo, que comenzó a funcionar en 198311.
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8 A. M. de S. J.R.; Libro 17 de actas; sesión de 24-4-1924.
9 En solares de don Cándido Diaz Llanos, que fue el que los construyó (A. M. de S. J. R.; Libro 18 de actas; sesión de 28-9-1924). En sesión de 23-3-1930 se manifiesta que el número de nichos construidos hasta ese momento era de 100. En un inventario sin fecha, posterior a la guerra civil, que se conserva en el archivo parroquial, se señala que “los republicanos (sin conocimiento ni capacidad para ello) lo echaron a perder con ciertas reformas que le hicieron”, aunque no detalla cuáles.
10 Según lo hasta aquí relatado, y de acuerdo con la documentación investigada, no cabe la menor duda que el cementerio, aunque católico, al principio fue de propiedad municipal, y así constaba en los inventarios del Ayuntamiento. No obstante, por circunstancias que desconocemos, en el Registro de la Propiedad de La Orotava aparece inscrito, con fecha 25-11-1929, a favor de la “Parroquia de San Juan Bautista de la Rambla” (finca n.º 21 14, f. 144 del libro 35 de San Juan de la Rambla, tomo 309 del archivo). En dicho documento se afirma que el valor del cementerio es de 500 pesetas y que “no aparece gravado ni inscrito en este Registro a nombre de nadie”, y al mismo tiempo se hace referencia a una certificación del Canciller Secretario de Cámara y Gobierno del Obispado de Tenerife; en las actas municipales no consta nada sobre este hecho y desconocemos con qué argumentos y en base a qué títulos fue hecha dicha inscripción. Por otra parte, en tiempos de la Segunda República. El Ayuntamiento se incautó del cementerio; al desaparecer ésta, el párroco pide al Ayuntamiento que el cementerio sea devuelto a la parroquia, por lo que la corporación municipal acuerda “retrotraer dicha situación jurídica a la que tuviera antes de las leyes laicas de la República” (A. M. de S. J. R.; Libro 21 de actas; sesión de 24-11-1939). En un inventario sin fecha firma, que se conserva en el Archivo Parroquial, se señala que el ayuntamiento devolvió el cementerio a la parroquia con oficio de fecha dos de enero de 1940.
11 El último enterado en el cementerio antiguo, el 31-10-1983, fue don Álvaro Yanes de Torres. Posteriormente, debido a conflictos entre Ayuntamiento y los vecinos de Santa Catalina, en 1994 se produjo un nuevo enterramiento en este cementerio. El primer enterramiento en el nuevo cementerio, el 3-11-1983, fue el de doña María Jesús Regalado Pérez esposa de don Aquilino Pérez Yanes.
Hoy se hace imprescindible una tarea de restauración, así como de eliminación de algunos añadidos poco afortunados. Es preciso recuperar la cantería que ha sido dañada o rota y cuidar todo el recinto para que no se pierda este singular lugar, lleno de historia y de arte, donde reposan tantas generaciones de rambleros, así como vecinos del cercano Santa Catalina.
EL CALVARIO
Junto al cementerio se encuentra el Calvario, un elemento religioso que no solía faltar en ningún pueblo. Generalmente consistía en una pequeña construcción, que a veces sólo tenía unas cruces, algunas imágenes que recordaran la muerte de Jesús, o incluso una pequeña capilla con todos estos símbolos.
Era un lugar para detenerse los que por allí pasaran, descansar y rezar unas oraciones.
San Juan de La Rambla desde tiempo inmemorial tuvo un Calvario a la entrada del pueblo, viniendo del Realejo. Era lo primero que encontraban los viajeros al llegar a este lugar; y en algún libro de viajes se habla de lo bien adecentado que estaba.
No se sabe exactamente cuál fue su ubicación, pues se lo llevó el aluvión de 1826. Por la descripción que de él hizo don Bartolomé Oramas de Saá en los documentos relativos al aluvión, debió ser una pequeña capilla de paredes de piedra, barro y cal, con la cruz, un cuadro de Ntra. Sra. de los Dolores y otro de San Juan Evangelista; en la noche del aluvión desapareció todo y sólo quedó una cruz12.
Simultáneamente, o una vez terminado el cementerio, algunos vecinos deciden hacer un nuevo calvario adosado al mismo, para lo que don Antonio Díaz Llanos cede una parte del solar, para completar con otra que había sobrado del cementerio. La obra fue llevada a cabo por los propios vecinos bajo la dirección del alcalde don Miguel Fernández del Castillo (1802-1859). Su recinto lo forma un pequeño patio, un púlpito de piedra y un
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12 En alguna ocasión se utilizó para enterrar en él a personas que fallecían de alguna enfermedad infecciosa, como sucedió en 1811 Juan Pérez Cosina, que fue enterrado allí por orden de la justicia, en un sepulcro que bendijo el párroco.
altar cerrado por una vidriera, que contiene las imágenes de la Pasión13; todo ello coronado por un frontón de bordes de piedra y remates de cantería, en cuyo tímpano hay una pequeña hornacina con una pintura del rostro de Cristo, obra del Pintor icodense Cecilio Montes. La cantería y la vidriera fueron costeadas por el párroco don Basilio Oramas; las imágenes del Cristo, la Dolorosa y San Juan Evangelista lo fueron por la madre de don Basilio, doña Andrea Hernández Oramas. Se halla cerrado por un muro con balaustrada de listones de madera entre- cruzados y puerta del mismo estilo; sobre una piedra de cantería empotrada en el muro hay una inscripción que señala el año 1849, lo que pudiera indicar que su primitiva construcción pudo haber sido previa a la del cementerio. Modernamente dicho recinto ha sido restaurado gracias a los vecinos y a la Asociación Cultural “Martin Rodríguez”. El caminante que por allí se acerca siente una sensación de paz y serenidad, y de hallarse más cerca de lo trascendente.
Tanto el Cementerio como el Calvario forman un conjunto de singular belleza, que invitan al sosiego y a la reflexión. Su conservación merece el esfuerzo de todos.