El entierro del doctor Joaquín Ramos Peris (1884)
Esta es la historia de la muerte de un inconformista religioso, de un hombre que tenía ideas propias y razonaba no dando por bueno lo que la Iglesia predicaba. Baste decir que su hija se llamaba Mª del Carmen Libertad, Igualdad, Fraternidad y que curiosamente fue la primera alumna matriculada en el Instituto de la ciudad de Castellón en el curso de 1882-1883.
Se trata de Joaquín Ramos Peris, nacido en Onda pero que en el momento de su muerte ejercía de médico en la población de Vila-real. Poco podía imaginar el doctor Ramos la polémica que se desataría con motivo de su muerte; mejor dicho, de su entierro.
El 11 de Mayo de 1884 tras una larga enfermedad y cinco meses postrado en la cama, el doctor Ramos estaba agonizando como quien dice, cuando el cura de la población de Vila-real se presentó en la casa del moribundo para intentar salvar su alma haciendo que se arrepintiera de todos sus pecados; de una vida descarriada fuera del seno de la Iglesia Católica. El cura se empeñó a todo trance en confesar al infortunado enfermo que, hombre de convicciones profundas no quiso jamás ceder porque se consideraba deshonrado con solo consentir se le repitiera aquella demanda... Pero, a pesar de su estado, el pobre Ramos hizo que sacaran al cura de la casa. Este, enfurecido por el trato que había recibido volvió de nuevo intentando invadir la estancia del enfermo para exigirle confesión pero esta vez acompañado de un notario para que diera fe de lo que allí ocurriera. Fue tal el panorama que el enfermo advirtió a su hermano que tan pronto muriera, trasladaran su cuerpo al cementerio de Castellón puesto que estaba convencido que en el del pueblo profanarían su tumba.
Así se hizo y cuando horas después, llevando a cabo su última voluntad, lo trasladaron a la capital, un grupo de amigos librepensadores y masones siguieron el carro fúnebre hasta la puerta del cementerio pero, cual no fue la sorpresa de todos ellos cuando fueron conocedores de que el cura de Vila-real había avisado al de Castellón y este a su vez le había ordenado al conserje que bajo ningún concepto permitiera la entrada del cadáver al depósito del cementerio católico.
Ante esto, no tuvieron más remedio que dejar la caja con el doctor Ramos en un recinto de 187 metros cuadrados situado en la parte trasera del recinto católico conocido como “cementerio civil”. Esta clase de cementerios conocidos también por “corralitos” se empezaron a construir en España a raíz de la Revolución de 1854 y era allí donde se enterraba a los suicidas, amancebados, duelistas, anticlericales i a todas aquellas personas que el clero consideraba que habían llevado una vida censurable.
En Castellón, el primer entierro civil fue el del doctor Ramos y desató una enorme polémica entre la población y sobre todo entre la prensa católica “La Plana Católica” y la prensa republicana “EL Clamor” que durante días estuvieron tratando el tema cada uno desde su punto de vista pero de manera encarnizada. El entierro del doctor Ramos sirvió para que ante tantas críticas el alcalde decidiera acondicionar el recinto de los “herejes” y construir al menos algunos nichos y un lugar donde pudieran descansar en paz. Con los años, en 1928, ese espacio hizo falta para ensanchar el cementerio católico y los allí enterrados tuvieron que ser trasladado al nuevo recinto civil. Algunos lo fueron con las mismas lápidas, incluso con las mismas cajas; otros en cambio o bien por no vivir ya los familiares o por desconocimiento de algunos, fueron a parar al osario del nuevo civil, entre ellos nuestro protagonista el señor Ramos. Evidentemente, el espacio que durante medio siglo había acogido a “infieles” fue bendecido antes de ser utilizado para enterrar a aquellas personas que la Iglesia acogía en su seno de buena gana.
Con la llegada de la Segunda República los cementerios se secularizaron y las tapias que separaban los dos recintos se derribaron; luego con la llegada del Franquismo de nuevo las tapias se levantaron y durante muchos años estuvieron de nuevo incomunicados. Acabada la Guerra Civil, todos aquellos masones, librepensadores, suicidas, protestantes i otros moradores de aquel tétrico lugar se encontraron de pronto con la llegada de 532 compañeros más. Se trataba de represaliados del Franquismo que eran sacados de la cárcel de Castellón y fusilados en el cauce del río Seco justo enfrente de la puerta del cementerio. Una vez dado el tiro de gracia los entraban en carros hasta el interior del cementerio. En un principio se enterraban en la parte católica pero al acabar el espacio disponible continuaron en el civil; eso sí, si había alguno de los condenados que accedía a confesarse, se le permitía ser enterrado en la parta católica.
Y…, con la llegada de la democracia, de nuevo las tapias al suelo… menudo trasiego¡¡
(Vista de la parte central del cementerio civil donde se enterraron a más de 530 víctimas de la represión franquista en 14 fosas comunes. Las placas con los nombres de todas las víctimas.)