viernes, 29 de marzo de 2024
Enalta
Revista Adiós

Lourdes Cacho Escudero


Escritora.

| Contar y escribir, vivir y morir

20 de abril de 2018

Interesante texto de la escritora Lourdes Cacho sobre la muerte reciente de un amigo y el recuerdo del cumpleaños de su abuelo

Si hablara hoy de tu muerte, a buen seguro me dirías: “no pongas coma detrás de los sujetos, Lourditas, y no llores, que lo vas a emborronar todo”  Pero he estado cacharreando entre lo real y lo imaginario, como el Quijote, así lo escribiste tú: “en el Quijote las dos Españas, no la de izquierdas y la de derechas, sino la idealista y la otra, la de buscar el mendrugo”, y la verdad, prefiero ser Alonsa, por lo de alta y delgada y por ponerme la armadura y ojos de hacer gigantes… Hay que ver lo que hacemos las rubias por ser caballeras andantes en un lugar de La Rioja de cuyo nombre sí quiero acordarme. Hoy era el cumpleaños de mi abuelo, no te lo había dicho, mi abuelo nació un veinte de abril mucho antes de que los Celtas Cortos escribieran su famosa canción. Él  también me vería Alonsa, aunque ellos, su generación, bien lo sabes tú, fueron “Sanchos” durante muchos años en esa España en la que a los sueños se les volteaba en una manta, y una ínsula era lugar de exilio o de emigración…o se llamaba Mallorca. Él me vería Alonsa porque era tuerto y hacía los dibujos como El Greco, con las caras alargadas. ¿Sabes esos espejos de las ferias que deforman el cuerpo, no como la envidia o los celos, como la risa? Pues yo siempre pensé que mi abuelo tenía un ojo como el espejo que me hacía parecer más alta….Acabáramos si me viera bajita y rechoncha, Sancha es Castilla o la Cachilla. “Otra vez la muerte”—me dije el viernes— como si el “otra vez” hubiese pasado sin llevarte. Y sentí el frío, el de las salas de espera, el que está escrito en tus “Broncocrónicas”, el de Gerardo Diego: “hace tanto frío/que se abren las hojas de los libros nuevos” Y aún así dije contra el cristal de la ventanilla: “comprando un libro erótico en la librería” porque desde que comprendimos que la vida iba en serio o al menos, lo comprendiste tú, yo siempre te daba esa respuesta a tus: “¿qué haces?” Menos mal que nunca preguntaste :“¿a dónde vas?” Después, se emborronó todo.
También he mirado, hoy precisamente, la dedicatoria de tu libro, ese octubre tembloroso entre las manos que presentían ya el vientre frío de la quietud. A punto estuve de darte una colleja por lo de “poetisa”, que me chirría en los oídos casi tanto como cuando me llaman “Lo-ur-des”, pero nunca lo diré, si acaso lo dejo escrito. Te salvó el principio de la dedicatoria: “querida Lourditas: inyectas ánimo, sonrisa perpetua bajo esas rubias melenas” Ayer hizo viento. Hoy “tengo un poco de lumbago” También en el alma, “Antuán”, pero no te preocupes, me pondré aspas en la boca para hacer molinos…
 
…te digo que son gigantes.