Que no vuelva a parpadear, que no vuelva a darnos esa mirada, su mirada, que no vuelva a inundar el universo con esa sonrisa que desbordaba mares y barrancos, y que, contemplarla, ya era algo así como estar cerca de la dicha. Que no vuelva a actuar y a ofrecernos entregas de talento cargado de labor incansable para con su oficio. De actriz, de cómica. Que se haya ido, es inconcebible. Era joven, era tan joven que cuesta hacerse a la idea de su muerte. Puta vida que se lleva a gente que sólo sabía acercarnos a la bondad. Verónica Echegui, va y nos deja, y el mundo se aparece como algo menos habitable. Le quedaban tantas cosas por hacer, tantas películas que interpretar, tantas tablas que pisar, tantos proyectos que ya no se harán realidad…

Ella pertenecía, es como un decir, a esa fábrica de talentos que se inventó Bigas Luna, en la que lanzaba estrellas con una visión única. De esa factoría salieron especímenes llamados Jordi Mollá, Leonor Watling, Penélope Cruz, Javier Bardem, Elsa Pataki…, y una jovencísima Verónica Echegui que se hizo con el cuerpo y el gesto de la Juani, esa poligonera que, nada más nacer en el personaje, se comió la pantalla con su quehacer único, irrepetible. Y que, poco después, nos fue convenciendo de que aquel torrente no era casual. Detrás había una actriz de raza, y ahí está su corta pero brillante trayectoria. Ahora, se ha apagado una estrella.

En marzo de 2024, la Echegui presentó en el Festival de cine de Málaga la que probablemente haya sido su última película. Se trata de una comedia dirigida por María Ripoll titulada “Yo no soy esa”. Es una cinta amable, divertida, en la que la actriz vuelve a inundar la pantalla con sus ojos abiertos y su sonrisa inolvidable. A la salida de la proyección, este que les escribe le lanzó un mensaje al aire: ¡Buen trabajo, Echegui! Ella, sonrió al paso, dio las gracias y se marchó a jugar con las estrellas. Hasta siempre.