viernes, 19 de abril de 2024
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Revista Adiós

Pedro Cabezuelo


Psicólogo clínico. pedrocg2001@yahoo.es

CONCIENCIA | Suicidio juvenil (1)

15 de febrero de 2022

Si bien es cierto que el suicida se enfrenta a la muerte, no lo hace por algún objeto noble sino para escapar de algún mal . Aristóteles

Suicidio juvenil (1)

El pasado mes de septiembre el director de la revista, Jesús Pozo, entrevistó a profesionales de distintos ámbitos con el objetivo de profundizar en las causas y los efectos de la conducta suicida desde una perspectiva multidisciplinar. Así, entrevistó a profesionales de la salud como psiquiatras, médicos de atención primaria o psicólogos, pero también a expertos en Historia del Arte, el medio ambiente y la poesía o un bombero de la Unidad de Intervención de Tentativa de Suicidio. La diversidad de profesionales entrevistados enriqueció y amplió la visión que generalmente se tiene sobre el suicidio, mostrando aspectos muy interesantes que van más allá de los datos epidemiológicos y clínicos, que suelen ser los más recurrentes y habituales cuando se aborda el tema. No obstante, uno de esos datos presenta actualmente una variación relevante. Se trata del número de suicidios entre los jóvenes. Un incremento que coincide temporalmente con la pandemia y el confinamiento a que nos vimos sometidos, y que presenta un aumento importante respecto a datos anteriores: según distintos estudios, es de entre un 200 y un 250%. Si como parecen indicar los datos la diferencia es estadísticamente significativa, significaría que existe alguna relación entre ambos. Entonces, ¿por qué la pandemia y el confinamiento han hecho que se disparen los suicidios entre los jóvenes?

Un suicidio siempre es algo doloroso para los supervivientes, cuesta mucho entenderlo, explicarlo y superarlo. Pero cuando es un joven “con todo por hacer y con toda la vida por delante” quien se quita la vida, el dolor y el sufrimiento que dejan es aún mayor si cabe. Y si son jóvenes de familias sin problemas económicos “que lo tenían todo en la vida”, o no existen intentos previos o problemas de salud mental diagnosticados que puedan habernos alertado, comprenderlo se vuelve aún más difícil. La culpa que sienten los familiares es abrumadora, y la elaboración del duelo se vuelve mucho más difícil. “¿Qué hemos hecho mal? ¿Cómo no supimos verlo si hemos estado juntos en casa todo este tiempo?” Preguntas que tratan de encontrar alguna respuesta, algo de sentido y de alivio al sufrimiento. Antes de aventurar posibles hipótesis sobre el aumento del suicidio entre los jóvenes, veremos algunos factores que puedan ayudarnos a arrojar algo de luz en el asunto.

Cambios sociales

Aunque generalizar siempre entraña riesgos, podemos decir sin miedo a equivocarnos mucho que en nuestra cultura occidental las generaciones anteriores lo tuvieron bastante más difícil que las actuales. Para la gran mayoría la alimentación y la sanidad eran bastante peores que en la actualidad. El acceso a la educación era mucho más limitado, reduciéndose con frecuencia a una formación básica. Las restricciones políticas, la censura y rigidez moral eran algo normal. En el mundo laboral las condiciones también eran más duras y mucho más insalubres, con escasas o nulas protecciones frente a riesgos laborales, horarios más prolongados y salarios más exiguos, lo que se traducía en una menor capacidad adquisitiva, menos comodidades materiales y una menor expectativa de vida.

En los últimos años la sociedad ha experimentado cambios importantes, y todos los indicadores anteriores han mejorado notablemente. Parece existir cierto consenso al afirmar que la juventud actual ha tenido mejor alimentación, más comodidades y “más de todo”: ropa, juguetes, viajes... Hay una mayor facilidad de acceso a la educación y la cultura, y libertad para expresar las ideas políticas y la orientación sexual sin tantas restricciones ni miedos como en el pasado. Siempre que todo esto vaya acompañado de valores adecuados y una mirada crítica y constructiva del mundo, nada de ello tiene por qué ser negativo. Al contrario, la abundancia de oportunidades y la facilidad de acceso a la información deberían jugar a favor del desarrollo personal y social y, en teoría, hacernos más libres. Los problemas pueden surgir no tanto por el volumen de la oferta, sino por lo que la acompaña: qué se transmite, en que ha cambiado y cómo se enseña; qué valores están en alza o en declive, y en definitiva, qué educación reciben nuestros jóvenes y qué aprenden más allá de los contenidos formales.

Constancia y repetición

Durante el crecimiento y desarrollo del sujeto hay una serie de factores que influyen en qué formará parte de esa estructura más o menos estable que es la personalidad. Entre ellos están la constancia y las repeticiones. Los acontecimientos puntuales pueden dejar en nuestro aparato psíquico algún recuerdo indeleble (ya sea doloroso o placentero), fijación, huella o trauma. Pero lo que tiene mayor peso a la hora de forjar nuestro modo particular y habitual de estar en el mundo, entenderlo, anticipar acontecimientos y responder a los sucesos y demandas del entorno son las repeticiones, la constancia, las regularidades que vamos percibiendo día tras día.

La demora en la gratificación

Al nacer no somos capaces de razonar o pensar. Cuando un bebé tiene hambre, quiere comer. Y quiere comer ahora mismo, no más tarde. Y llorará y reclamará su alimento hasta que se le atienda y se sacie su necesidad aquí y ahora. Sólo con el paso del tiempo, gracias al aprendizaje y la experiencia, se va estableciendo la capacidad de demorar la satisfacción a una necesidad, ya sea física o psicológica. Un ejemplo puede verse gracias a un experimento que se llevó a cabo con niños pequeños. Se les ofrecía que eligieran entre unos pocos caramelos ahora o una bolsa llena mañana. El equivalente adulto sería unos pocos euros ahora o unos cientos mañana. ¿Merece la pena esperar? La gran mayoría de los niños eligieron los caramelos ahora mismo. El mañana no existe en la infancia, es el ahora lo que cuenta para ellos.

La tolerancia a la frustración

Si desde pequeños, de forma constante, se satisfacen todas las necesidades y deseos de forma inmediata, si no introducimos gradualmente una demora en la gratificación, de algún modo lo que están aprendiendo es que en la vida se obtiene lo que se desea de forma rápida y fácil. Estaremos fomentando así una baja tolerancia a la frustración, lo que hará que en el futuro exijan que se satisfagan sus necesidades del mismo modo en que se ha venido haciendo. Esto conllevará algún grado de incapacidad para aceptar los contratiempos, pues lo que han aprendido es que pueden tener todo lo que quieren. La imposibilidad de conseguir algo, el fracaso en el logro de algún objetivo, o la imposición de algún límite, se experimentará como algo terrible, con respuestas emocionales muy intensas, enfados y alta impulsividad. En muchos casos, incluso con reacciones y conductas violentas, ya sea hacia los demás o hacia sí mismos. Seguro que muchos lectores pueden recordar haber visto a niños enrabietados que se golpean cuando no consiguen lo que quieren.

La demora en la gratificación y la tolerancia a la frustración han sido estudiadas ampliamente en psicología. Los resultados de los estudios indican que los niños que tenían mayor capacidad de demora y tolerancia presentaban de adultos un mejor ajuste a las exigencias y demandas de la vida adulta, una mayor constancia y perseverancia en las tareas y un mayor control de sus impulsos.

Estos mecanismos, ligados a la infancia y el desarrollo, tienen importancia durante el resto de nuestra vida. De forma aislada tienen poco o nada que ver con el asunto que nos ocupa. Es necesario ponerlos en relación con algunos conceptos más y ver cómo se articula todo dinámicamente para tratar de entender que puede llevar a los jóvenes a tener ideas de suicidio y llevarlas a cabo. En el próximo número veremos más factores, centrándonos más en la etapa vital de jóvenes y adolescentes.