viernes, 26 de abril de 2024
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Revista Adiós

Javier Fonseca


Responsable de las páginas de literatura infantil en 'Adiós Cultural'. Es escritor y profesor de escritura.

LIBROS | Contar el cuento con ellos; no contarles un cuento

19 de abril de 2021

Este artículo se ha publicado originalmente en el blog de Caralin Group

Contar el cuento con ellos; no contarles un cuento

Es fácil que todo el que haya tenido relación con niños y niñas haya escuchado de ellos, en algún momento, preguntas como: ¿Dónde vamos cuando nos morimos?; cuando te mueras, ¿no te voy a ver más?; o ¿morirse es como quedarse dormido?
 
En muchas ocasiones, ellos tienen sus propias respuestas; que sorprenden por su sensatez, entereza, sentido común, y sobre todo, por su imaginación.
 
Si la pérdida de un ser querido es un hecho duro y difícil de asumir por un adulto, en el caso de los menores esta situación plantea, además, unos matices diferentes. ¿Cómo explicar a nuestro hijo, nieta, sobrino… que el abuelo, mamá, su amiga o su mascota se han ido y no van a volver?
 
Es imprescindible partir de estas dos premisas: no ocultar la realidad, y responder a las preguntas para las que tengamos respuesta. Porque una parte de esta realidad es que la muerte es un misterio. El sentido de trascendencia, el plantearnos las grandes cuestiones de la vida –y la muerte es una de ellas– está en todos nosotros, aunque lo ocultemos. Forma parte de nuestra esencia.
 
«La muerte es nuestra contraportada; y como tal, forma parte del libro de la vida»
 
Ante lo que no entendemos, la negación, la búsqueda de respuesta, la conformidad, la explicación fantástica, la culpabilidad… son todas reacciones humanas. Y en los niños se producen con una intensidad diferente que en los adultos; pero se producen.
 
La muerte es nuestra contraportada; y como tal, forma parte del libro de la vida. Si fuésemos eternos, nos aburriríamos del delicioso sabor de los tomates. Seríamos como zombis; carcasas humanas sin esperanza. Ocultárselo a los más jóvenes sería un engaño; privarles de lo que es suyo.
 
Porque, no nos olvidemos: son niños, no tontos, ni seres de otro planeta. Viven, sienten, se preguntan, bromean sobre los temas universales, como cualquier ser humano; eso sí, a su nivel.
 
Por tanto, hablemos con ellos con naturalidad y empatía. Respondamos a sus preguntas reconociendo lo que sabemos y lo que no, y sin ir más allá de lo que nos pidan. Compartamos nuestras emociones, siempre desde el respeto hacia los pequeños, desde la emoción compartida. Pues si queremos llegar al corazón del niño tendremos que hablarle desde el nuestro, reconociendo nuestras emociones y adaptando el lenguaje a su nivel y experiencia vital.
 
«Si queremos llegar al corazón del niño tendremos que hablarle desde el nuestro, reconociendo nuestras emociones».
 
¿Difícil? Quizá, pero tenemos a mano una herramienta que nos puede ayudar: la literatura. Los cuentos infantiles adaptan el mensaje a códigos más comprensibles para el niño, que se identifica con el personaje, se proyecta, vive lo que le pasa a este y eso le puede ayudar a encajar su pérdida. Una literatura, claro, que cumpla con las claves expuestas, que huya de los eufemismos y explique y acerque la realidad al niño a través de la metáfora y la fantasía.
 
Podríamos pensar que usar la fantasía y la ficción es una manera de ocultar esas verdades, pero es más bien todo lo contrario. Usar la imaginación es usar un lenguaje que los niños conocen y en el que se reconocen. Es el lenguaje con el que, en muchas ocasiones, entienden la vida. Es otra manera de contar la realidad, que está detrás de ella. Solo hay que mirar bien y acostumbrar el ojo a la luz de la fantasía para que aparezca la verdad.
 
Eso sí,no podemos olvidar que los libros son solo herramientas que no sustituyen ni la escucha activa, ni la empatía, ni el abrazo o el silencio compartido. La clave está en no contarle el cuento al niño, ni darle el libro y que lo lea, sino contar el cuento con él.
 
Javier Fonseca García-Donas es escritor, autor de obras infantiles como Amigos imaginarios o El Visitante del Otro Lado. Responsable de la sección de libros infantiles en Adiós Cultural y miembro del jurado del concurso de Cuentos Infantiles.
Es fácil que todo el que haya tenido relación con niños y niñas haya escuchado de ellos, en algún momento, preguntas como: ¿Dónde vamos cuando nos morimos?; cuando te mueras, ¿no te voy a ver más?; o ¿morirse es como quedarse dormido?
 
En muchas ocasiones, ellos tienen sus propias respuestas; que sorprenden por su sensatez, entereza, sentido común, y sobre todo, por su imaginación.
 
Si la pérdida de un ser querido es un hecho duro y difícil de asumir por un adulto, en el caso de los menores esta situación plantea, además, unos matices diferentes. ¿Cómo explicar a nuestro hijo, nieta, sobrino… que el abuelo, mamá, su amiga o su mascota se han ido y no van a volver?
 
Es imprescindible partir de estas dos premisas: no ocultar la realidad, y responder a las preguntas para las que tengamos respuesta. Porque una parte de esta realidad es que la muerte es un misterio. El sentido de trascendencia, el plantearnos las grandes cuestiones de la vida –y la muerte es una de ellas– está en todos nosotros, aunque lo ocultemos. Forma parte de nuestra esencia.
 
«La muerte es nuestra contraportada; y como tal, forma parte del libro de la vida»
 
Ante lo que no entendemos, la negación, la búsqueda de respuesta, la conformidad, la explicación fantástica, la culpabilidad… son todas reacciones humanas. Y en los niños se producen con una intensidad diferente que en los adultos; pero se producen.
 
La muerte es nuestra contraportada; y como tal, forma parte del libro de la vida. Si fuésemos eternos, nos aburriríamos del delicioso sabor de los tomates. Seríamos como zombis; carcasas humanas sin esperanza. Ocultárselo a los más jóvenes sería un engaño; privarles de lo que es suyo.
 
Porque, no nos olvidemos: son niños, no tontos, ni seres de otro planeta. Viven, sienten, se preguntan, bromean sobre los temas universales, como cualquier ser humano; eso sí, a su nivel.
 
Por tanto, hablemos con ellos con naturalidad y empatía. Respondamos a sus preguntas reconociendo lo que sabemos y lo que no, y sin ir más allá de lo que nos pidan. Compartamos nuestras emociones, siempre desde el respeto hacia los pequeños, desde la emoción compartida. Pues si queremos llegar al corazón del niño tendremos que hablarle desde el nuestro, reconociendo nuestras emociones y adaptando el lenguaje a su nivel y experiencia vital.
 
«Si queremos llegar al corazón del niño tendremos que hablarle desde el nuestro, reconociendo nuestras emociones».
 
¿Difícil? Quizá, pero tenemos a mano una herramienta que nos puede ayudar: la literatura. Los cuentos infantiles adaptan el mensaje a códigos más comprensibles para el niño, que se identifica con el personaje, se proyecta, vive lo que le pasa a este y eso le puede ayudar a encajar su pérdida. Una literatura, claro, que cumpla con las claves expuestas, que huya de los eufemismos y explique y acerque la realidad al niño a través de la metáfora y la fantasía.
 
Podríamos pensar que usar la fantasía y la ficción es una manera de ocultar esas verdades, pero es más bien todo lo contrario. Usar la imaginación es usar un lenguaje que los niños conocen y en el que se reconocen. Es el lenguaje con el que, en muchas ocasiones, entienden la vida. Es otra manera de contar la realidad, que está detrás de ella. Solo hay que mirar bien y acostumbrar el ojo a la luz de la fantasía para que aparezca la verdad.
 
Eso sí,no podemos olvidar que los libros son solo herramientas que no sustituyen ni la escucha activa, ni la empatía, ni el abrazo o el silencio compartido. La clave está en no contarle el cuento al niño, ni darle el libro y que lo lea, sino contar el cuento con él.
 
Este artículo se ha publicado originalmente en el blog de Caralin Group.
https://caralingroup.com/blog/contar-el-cuento-javier-fonseca-frentealespejo/

Javier Fonseca García-Donas es escritor, autor de obras infantiles como Amigos imaginarios o El Visitante del Otro Lado. Es el responsable de la sección de libros infantiles en Adiós Cultural y miembro del jurado del concurso de Cuentos Infantiles de la publicación.