domingo, 29 de junio de 2025
Enalta
Revista Adiós

Pedro Cabezuelo


Psicólogo clínico. pedrocg2001@yahoo.es

CONCIENCIA | ENTREVISTA CON LA MUERTE

03 de enero de 2021

ENTREVISTA CON LA MUERTE

Hace unos meses, un biólogo buen amigo mío publicó una entrevista peculiar. La entrevistada era la Vida, y su lectura me hizo plantearme si sería posible concertar una cita con la Muerte a fin de realizar una entrevista similar. Pregunté a mi amigo cómo había conseguido contactar con la Vida, y si sería posible que hablara con ella para conseguirme una cita con su inseparable pareja de baile. Como las relaciones de mi amigo con la Vida son excelentes, ella accedió a ponerle en contacto con su, sorprendentemente, amiga Muerte. Cómo se entabló contacto y el lugar donde se realizó la entrevista no vienen al caso. Lo que sí tuvo mucho interés fue la conversación que mantuvimos, de la cual paso a rescatar lo más reseñable.

Entrevistador: Buenos días, y gracias por prestarse a esta entrevista. Aunque sé que el tiempo para usted no es importante, procuraré no robarle mucho. Lo primero que me gustaría preguntarle tiene que ver precisamente con el tiempo. Después de todo el que ha necesitado la Vida para abrirse camino, ¿de quién fue la idea de ponerle fin, en lugar de permitir que continúe sin un fin programado?
Muerte: Buenos días, y encantada de conocerle. Intentaré contestar de manera clara a sus preguntas. No fue idea de nadie, la programación de la muerte en determinados organismos fue algo que surgió sobre la marcha, ya le digo que no estaba planeado. Los responsables, por decirlo de algún modo, fueron el azar y la selección natural.

E: O sea, una respuesta al estilo de los políticos: echando balones fuera.
M: No es así. Es una respuesta correcta, concreta y sencilla. Aunque cuando surgió la Vida yo no existiera como algo programado, en realidad los organismos unicelulares podían ser destruidos y desaparecer. O “morir”, si prefiere usted decirlo así. El límite temporal es otra cosa: es el precio que pagan los organismos complejos por haber alcanzado un determinado nivel de desarrollo y una mayor capacidad de adaptación.

E: Muy claro no se está explicando, permítame que le diga…
M: Vamos a ver, en los organismos unicelulares, como las bacterias, no hay una muerte “programada”. La carga genética permanece inalterable. No se necesitan dos sexos, de un individuo se originan dos descendientes, dos copias idénticas de su progenitor. Salvo alguna mutación que pueda haber ocurrido, no hay variación genética, ni posibilidad de cambio, ni de adaptación a situaciones nuevas. Los cambios son muy lentos. Pero con el paso del tiempo, la evolución permitió un nuevo tipo de reproducción en organismos complejos: pasó de ser asexual a necesitar dos sexos. Los genes de los progenitores se mezclaban. A partir de ese momento los cambios evolutivos se aceleraron enormemente y la probabilidad de adaptarse a situaciones nuevas aumentó. A cambio, eso sí, del límite temporal en los sujetos, lo que vosotros llamáis “muerte”.

E: Sigue sin explicar por qué esa necesidad de acabar con nuestra vida.
M: ¿Nuestra vida? Creo que igual está planteando mal la pregunta. La vida no es suya, no les pertenece. Sería más bien al contrario: ustedes pertenecen a la Vida, son un “producto” suyo que ha llegado a tener conciencia de sí mismo. El problema no es tanto el fin, sino que quizá esa mente que evolutivamente han adquirido no les permite aceptar su finitud. Es una especie de incapacidad que tendrían que trabajar más a fondo. La de la máquina que no puede entenderse ni explicarse a sí misma.

E: En la entrevista que mi amigo hizo a la Vida hablaba de la mente como un rasgo evolutivo que puede jugarnos malas pasadas, hacernos egoístas y llegar incluso a hacernos desaparecer como especie. ¿Qué opina sobre esto? Porque si desaparece la vida, usted también desaparecerá…
M: Todos desapareceremos tarde o temprano. Como individuos, como especie, como planeta… que la causa sea un asteroide, el colapso y desaparición de nuestro sol, o la acción del ser humano, es un poco irrelevante para la Galaxia y, por supuesto, para el Universo. Eso sí, pienso que no hay por qué acelerar ni adelantar ese momento. Personalmente no me preocupa desaparecer. Antes de que existiera la vida yo no existía, y cuando esta deje de existir, yo también lo haré. En realidad, sin ella no soy nada…

E: ¿Sabe una cosa?, antes de la entrevista creía que usted me daría miedo. Pero la verdad es que no me da ningún miedo. Eso sí, en lugar de respuestas lo que me está dando son más quebraderos de cabeza…
M: Créame, no es esa mi intención. Para eso ya se bastan ustedes solos. Son expertos en complicarse la existencia. Pero es verdad que un rasgo evolutivo tan adaptativo como la mente, que podría conducirles a mejorar su tiempo de vida como individuos y como especie, puede acelerar su desaparición.

E: Vaya, así que es verdad lo que dicen… que es posible que estemos contribuyendo a nuestra desaparición como especie…
M: Pues sí, eso parece. A la suya y a la de otras. La mente puede tener efectos indeseables, no hay duda. Pero al mismo tiempo es capaz de entenderlos, anularlos y crear condiciones favorables para el desarrollo y mantenimiento de la vida. Es capaz de lo mejor y de lo peor. Está en su mano… o, mejor dicho, en su cabeza.

E: Cambiando un poco de tema, y para ir finalizando, ¿qué le diría a la gente que teme morir?
M: Pues que piense si recuerda donde estaba antes de nacer, y si le produce miedo no haber estado vivo hace 500 años.

E: ¿Y?
M: Qué quiere usted que le diga… ¿acaso hay alguna diferencia entre ambas situaciones?

E: Entiendo, pero comprenda usted que mucha gente se angustia con la idea de desaparecer. Estaría bien que les ayudara un poco, hágase cargo…
M: Sí, si me hago cargo. Llevo escuchando esa demanda desde hace siglos; he visto cómo necesitan que alguien les explique por qué y qué hay después. Lo que se me ocurre es que quizá deberían dejar de buscar un “después”, un “más allá” y concentrarse en el “más acá”. El miedo a lo desconocido es algo natural, que termina desapareciendo si se estudia adecuadamente.

E: ¿Qué es lo que más le sorprende de los humanos en su relación con la muerte?
M: Le confieso que he descubierto un par de cosas que me producen estupor: la primera es que hay gente que teme morir y que en realidad a lo que tiene miedo es a vivir. Y me echa a mí la culpa. La segunda es que muchos de los que se lamentan de no ser inmortales, se aburren y malgastan su tiempo. La gente que ha llevado una existencia bien vivida no deplora su final.

E: Pues creo que en eso estamos de acuerdo. Es una lástima que tengamos que terminar ya, de verdad. Ahora que estaba empezando a caerme bien… Muchas gracias por su tiempo, ha sido muy interesante pasar un rato con usted.
M: De nada, ahora volveré a mis quehaceres. Durante estos minutos no he podido hacer mi trabajo, de modo que mucha gente ha vivido, sin saberlo, más tiempo del que debía. Que tenga usted un buen día y una buena vida. Nos vemos pronto y, si me lo permite, le daré un consejo: no malgaste su tiempo en tonterías.

Fotografía: Jesús Pozo.