domingo, 16 de junio de 2024
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Revista Adiós

Ana Valtierra


Doctora en Historia del Arte. Universidad Camilo José Cela.

ARTE | LA ESFINGE, protección de tumbas y transporte de almas S.A.

19 de mayo de 2020

LA ESFINGE, protección de tumbas y transporte de almas S.A.

Uno de los seres fabulosos que más popularidad ha alcanzado a lo largo de la historia es sin duda la esfi nge, un ser híbrido mitad humano y mitad león.
 
A lo largo de diferentes culturas y épocas se convirtió en uno de los elementos artísticos más repetidos en los cementerios, puesto que se considerada que este pseudoanimal era un buen protector de las tumbas. Algunas leyendas incluso decían que tenía la capacidad de cobrar vida, de dejar de ser piedra y convertirse en carne para atacar a cualquiera que quisiera perturbar el descanso eterno del que morara en el sepulcro que preservaba. O que era capaz de transportar las almas de los difuntos del más acá al más allá. Tal era su poder defensor que incluso en el arte Románico se siguió usando esta imagen pagana, esculpiéndola en las entradas de las iglesias y catedrales. Quieta o agitando sus alas en actitud
amenazante, valía para un roto y un descosido, siendo la mejor protección para el reposo del difunto o pa-ra una iglesia católica.

¿Una cuestión de género?

En Egipto la esfinge era un ser híbrido con cuerpo de león que podía tener la cabeza humana o de otro animal.
Se solía representar en la parte delantera de los templos, o en las tumbas, como es el caso de la Esfinge de Guiza quizá la más famosa de todas las de su especie, cuyo cometido era proteger la pirámide. Se trata de una escultura monumental con cuerpo de león y una cabeza humana que pretendía retratar, de manera un tanto idealizada, al faraón Kefrén. Por eso lleva el “nemes”, ese tocado en forma de pañuelo que le cubre la cabeza, atributo de los gobernantes. También llevaba en su día una barba ceremonial que se le añadió unos siglos después de su construcción, y que, como muchos otros tesoros arqueológicos de sospechosa procedencia, podemos ver en una vitrina del Museo Británico de Londres.

Quizá la primera pregunta sea por qué justamente era un león el animal que se combinaba con la cabeza humana, el que normalmente representaba al faraón. El poder del león estaba asociado en los mitos cósmicos al lugar en el horizonte donde el sol renacía todos los días. De esta manera, estas esfinges aga-chadas que estaban colocadas en lugares estratégicos se convertían en guardianas de los lugares sagrados y del mundo funerario, puesto que representaban el poder regio en su plenitud.

 En el caso de la celebérrima Esfinge de Guiza, esta gigantesca mole se esculpió directamente en un montículo de piedra caliza, dando como resultado una imponente escultura de veinte metros de alto y unos setenta de largo que servía para proteger la pirámide que albergaba la tumba del faraón Kefrén. Durante siglos, más o menos cubierta de arena, no dejó indiferente a nadie incluido el mismísimo Napoleón, que en 1798 se desplazó a Egipto con un ejército de 30.000 soldados y un equipo científico que incluía artistas para que estudiaran los secretos de esta milenaria región. Así, con ella de frente, le retrató en 1886 el artista francés Jean-Léon Gérôme en un óleo que tituló “Edipo”, evocando el famoso mito griego de la esfinge que, situada cerca de Tebas, asesinaba a todo aquel que no era capaz de descifrar el enigma que ella planteaba.


(Jean-Léon Gérôme pintó en 1886 a Napoleón ante la Esfinge de Guiza.
El artista tituló el óleo “Edipo”)


Casi todas las esfinges con cabeza humana que encontramos en Egipto son hombres. De hecho, Heródoto, el historiador griego del siglo V anterior a nuestra era, las llamó “androesfinges”, especificando que estos seres benéficos tenían un carácter masculino.

Esta apreciación que asocia su carácter favorecedor como algo unido a lo masculino, venía porque en Grecia las esfinges eran también seres perversos, asesinas en serie y siempre mujeres. Es como si se hubiera quedado fijada esa idea de masculino-bueno y femenino-malo, que es absolutamente falsa. Es decir, no es que me guste contradecir a Heródoto (o sí, para qué nos vamos a engañar, me encanta), pero esta afirmación no es cierta: existen esfinges en Egipto con cabeza femenina, y me explico.

La esfinge con cabeza humana en Egipto era una personificación de faraón que se colocaban en lugares estratégicos como elemento protector. En este sentido, aunque es cierto que en Egipto predominan las “androesfinges”, tenemos ejemplos femeninos, como las que retratan a la reina-faraón Hatshepsut. Se encontraron en la cantera de Senenmut (Tebas, Deir el-Bahari), y fueron creadas durante el reinado conjunto de Hatshepsut y Tutmosis III, pero a la muerte de la reina-faraón su hijastro ordenó destruir todos los retratos de su madrastra para que la historia se olvidara de su nombre. Entre las esculturas que destrozó estaban estas esfinges que permanecieron ocultas hechos añicos, hasta que en la década de 1920 se encontraron y se reconstruyeron.

La esfinge en Grecia

La esfinge en Grecia alcanzó una gran popularidad, convirtiéndose en época temprana no solo en la guardiana de los cementerios, sino también en una especie de “demon” que transportaba los espíritus de los difuntos del mundo de los vivos al mundo de los muertos. Aunque seguramente fueron mercenarios griegos quienes trajeron su imagen desde Egipto en esculturillas o amuletos que se iban encontrando, el nombre “esfinge” es griego. Es decir, el origen de este ser híbrido está claro que es oriental, pero el nombre como tal se lo pusieron los griegos, y se refiere al monte cercano a Tebas sobre el que este ser se colocaría para sembrar el terror, o quizá a haría referencia a su modo de matar, estrangulando.

La esfinge griega siempre es, a diferencia de la egipcia, una figura femenina a la que a veces incluso a la que se le agregan unos grandes pechos. También tiene otro añadido: las alas, lo que la convertía en un ser absolutamente terrorífico porque le permitía alcanzar a sus víctimas de manera mucho más eficaz. A fi n de cuentas, nada había más pavoroso que un ser que pudiera alcanzarte por tierra y por aire sin dejarte escapatoria.

Las imágenes más antiguas de esfinges griegas se representan en la cerámica y en los cementerios, donde su figura esculpida en piedra aparece de manera reiterada coronando las estelas de los difuntos, en forma de escultura exenta o directamente decorando el sarcófago. Ahí, sobre esa tumba cuidaba al muerto, permaneciendo agazapada y quieta mientras que nadie osara perturbar el descanso del fallecido.


(Sarcófago licio de Sidón)

Los ejemplos son múltiples, pero me gustaría destacar el sarcófago licio de Sidón, que fue decorado por escultores griegos a finales del siglo V antes de nuestra era. En el lateral, en la parte alta, dos esfinges enfrentadas y con alas permanecen vigilantes. Sus pechos son humanos, y resaltan ese aspecto femenino y pérfido que se le acabó dotando a este ser. Dentro de ese cometido funerario tan marcado que tuvo la esfinge griega, vamos a encontrar una iconografía específica particular muy ligada al mundo funerario. Me refiero a su carácter de “demon psicopompo” que transportaba las almas de los difuntos del mundo de los vivos al de los muertos, es decir que tenía un papel activo en los fallecimientos, uniendo el más allá con el más acá. Por eso en algunas imágenes pintadas en cerámica podemos encontrar esfinges transportando entre sus patas una figura humana inerte, que es el espíritu del fallecido.
Es el caso de un vaso ático de figuras rojas atribuido a Apolodoro, del 500 antes de nuestra era, perteneciente al J. Paul Getty Museum. En su interior tiene dibujada a la esfinge volando sobre el mar, llevando entre sus garras el espíritu del joven fallecido. Inscrito, en el lado derecho, podemos leer en griego “Kleomelos es hermoso”, como parangón de la bella muerte acaecida en el apogeo de la vida.

En aquel siglo V, la imagen que se popularizó es la de su enfrentamiento con Edipo, del que salió perdedora. No solo la cerámica griega reflejó este duelo, sino que toda la pintura posterior hizo una curiosa interpretación de esta muerte, en la que la esfinge se convirtió en una especie de “femme fatale” que de manera un tanto erótica asesinaba a todo aquel que se osaba a pasar ante ella. Pero esto ya es otra fascinante historia que les contaremos en el próximo número.