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Revista Adiós

Carol García


LUGARES | Monte de los Olivos: 3.000 años esperando...

17 de abril de 2020

Monte de los Olivos: 3.000 años esperando...

El Monte de los Olivos no es un lugar cualquiera. Es un lugar sagrado para las tres principales religiones que dominan la ciudad santa de Jerusalén. Para el judaísmo, el mesías vendrá a la tierra en el Monte de los Olivos; según los cristianos, fue aquí donde Jesucristo ascendió a los cielos; y para la fe islámica, al final de los tiempos se erigirá un puente con siete arcos que conducirán desde el Monte de los Olivos hasta el Monte del Templo, por donde pasarán aquellos que lo merezcan.


Basílica de Getsemani

Pero si por algo destaca el Monte de los Olivos es por albergar, no olivos precisamente, sino uno de los cementerios más antiguos y sagrados para la fe judía. Ser enterrado en este cementerio que descansa en la falda del monte es un verdadero privilegio, ya que, según el Libro de Zacarías, perteneciente al Antiguo Testamento, el Monte de los Olivos será el lugar en el que dios comenzará a redimir a los muertos el día del juicio final, cuando Elijah, el profeta, toque el “shofa” -cuerno de carnero- para anunciar el día del regreso de los muertos. Además, quien sea enterrado aquí estará exento del tormento de tener que rodar a lo largo de túneles para alcanzar tierra santa, y sus cuerpos no serán consumidos por gusanos. Así, descansar en una de sus tumbas es tener la resurrección casi asegurada.


Cementerio Monte de los Olivos

Tres milenios atrás
A pesar de todas las ventajas, la posible razón por la cual se empezó a enterrar en este lugar es mucho más terrenal: El Monte de los Olivos está muy cerca del barrio judío de la ciudad vieja de Jerusalén, y en aquellos tiempos se encontraba prácticamente inhabitado. Los enterramientos comenzaron en la época de la construcción del Templo de Salomón, también conocido como primer templo, hace aproximadamente 3000 años. El templo fue destruido en el asedio de Jerusalén por parte de los babilonios, y reconstruido en el 516 antes de nuestra era: no obstante, los enterramientos continuaron durante todos esos años. Inicialmente, los enterramientos se realizaban en cuevas funerarias dispersas en las laderas del monte, y no fue hasta el siglo XVI cuando el cementerio comenzó a tomar su forma actual.

Subir hasta el Monte de los Olivos para contemplar el espléndido paisaje de la Ciudad Vieja de Jerusalén es un paseo no menos espectacular. En el camino pasaremos por los Jardines de Getsemaní, donde la tradición cuenta que Jesús se hospedó durante su estancia en Jerusalén, y donde quedan algunos de los olivos más antiguos del mundo custodiados por monjes franciscanos, que originariamente dieron nombre al monte y que hoy apenas pasan de unos centenares. Al pie de la subida encontraremos la basílica de las Naciones, y en nuestro as-censo hasta el cementerio podremos ir descubriendo más lugares sagrados como la iglesia de María Magdalena, la iglesia del Dominus Flevit o la tumba de los profetas .

Arriba nos recibe el silencio y una lengua de lápidas blancas sobre suelo santo. El tiempo se detiene en un lugar donde las sepulturas más antiguas cuentan con más de tres milenios, en los que han si-do espectadoras de las convulsiones que han sacudido a la ciudad tres veces santa. Durante uno de estos episodios de enfrentamientos, bajo dominio jordano en la década de los 50, se retiraron cerca de 50.000 lápidas que fueron utilizadas en la construcción de otros edificios y caminos; posteriormente, y tras la conocida como guerra de los Seis Días, en 1967, el gobierno israelí consiguió recuperar y restaurar gran parte de ellas. Con estos precedentes, no es extraño el nivel de seguridad que rodea es-te cementerio judío, con cámaras en cada puerta y una empresa de seguridad privada encargada de que todo siga en paz.


Cementerio Monte de los Olivos

Una paz que solo se ve interrumpida por el constante viento que mece las almas que aquí habitan. Unas almas que, según cuenta el Talmud, al morir continúan morando por un tiempo en las tumbas donde han sido enterradas. Una teoría mantiene que poner piedras sobre la lápida ayuda a mantener el alma en este mundo. Por ello, en los cementerios judíos no se ven flores y en su lugar son depositadas piedras sobre las tumbas por quienes creen que así se retienen las almas de sus seres queridos. Otra de las hipótesis es que las flores, aunque hermosas, acaban por morir, mientras que una piedra permanece, de igual manera que queremos que aquellas personas que nos han dejado permanezcan en nuestra memoria. En cualquier caso, el origen de esta tradición no está claro y existen varias explicaciones a la pregunta de por qué se dejan piedras encima de las tumbas, y que se hacen todos los visitantes al ver por primera vez un cemente-rio judío.


Carísima eternidad
Sin embargo, asegurarse la resurrección no es barato. Debido a la alta demanda de ser enterrado aquí y a la limitación del espacio, el precio de reposar ¿eternamente? en tierra tan pura ha ido incrementándose con los años y depende de la cerca-nía que se quiera tener con rabinos o con otras personalidades famosas que también se encuentran enterradas aquí, como el exprimer ministro israelí Menachem Begin. Así, la media se sitúa en aproximadamente 26.000 euros, no apto para todos los bolsillos. Para atender las miles de peticiones que tienen anualmente, hace un par de años comenzaron la construcción de un espacio subterráneo excavado en la montaña que permitiría varios niveles de nichos y que haría posible acoger hasta 22.000 nuevos muertos. Actualmente se cree que el cementerio cuenta con más de 150.000 tumbas, aunque algunas de las más antiguas están aún por descubrir, y para facilitar a los familiares la tarea de encontrar la tumba de sus allegados, el Monte de los Olivos cuenta con un buscador “on line”.

Todo alrededor de este sacro enclave respira un aire de espiritualidad, de historia, de fe. Una intensa atmósfera que también se apodera de un cementerio en el que la vida eterna pasa frente a una de las vistas más hermosas del mundo.

Fotografías: Zacatín