domingo, 29 de junio de 2025
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Revista Adiós

Pedro Cabezuelo


Psicólogo clínico. pedrocg2001@yahoo.es

Firmas | Muertos olvidados

23 de agosto de 2019

Muertos olvidados

En todo el mundo existen celebraciones en las que se recuerda a los muertos. En la tradición cristiana, las celebraciones del día de Todos los Santos adoptan formas distintas dependiendo del país y las regiones. En España la tradición consiste en acudir a los cementerios, limpiar las sepulturas y llevar flores frescas.
 En México la celebración tiene un carácter más alegre y festivo: la música, el baile, la comida y la bebida cobran gran protagonismo. Además de visitar el cementerio, llevar flores y limpiar las sepulturas, se montan pequeños altares en los domicilios, donde se ponen fotos de los familiares fallecidos y unas tradicionales calaveras, así como algo de comida y bebida a disposición de los espíritus que ese día visitarán la que fue su casa. Se considera que el espíritu seguirá existiendo mientras haya alguien que recuerde a los desaparecidos, y que dejará de existir cuando ya nadie lo tenga presente en sus pequeños altares domésticos, en sus oraciones, en su memoria.




Es común oír que uno no muere del todo mientras haya alguien que le recuerde. Es una idea que podríamos considerar laica, que no implica la existencia de un más allá, espíritus, o vida después de la muerte. Suele decirse que mientras hablen de nosotros, lean nuestros libros o se recuerden nuestros actos y logros, seguiremos estando vivos de alguna manera. Es el consuelo que le queda a quienes no convence la idea de que existe un alma inmortal que perdurará eternamente. Se trata de una fantasía, una pequeña trampa con la cual nos engañamos y tranquilizamos un poco frente a la idea de desaparecer para siempre: morimos, sí, pero no del todo. Mediante esa fantasía nos mantenemos vivos después de morir, aunque sólo sea en el recuerdo de otros.
Las famosas tres cosas que hay que hacer antes de morir también tendrían ese componente fantasioso. Plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo son tres maneras simbólicas de seguir con vida, de perdurar después de nuestra muerte. Al menos, de no morir completamente. Nos cuesta aceptarlo, nos resistimos a ello.


El recuerdo a los muertos

 Mantener en el recuerdo a nuestros abuelos, padres, tíos, herma-nos y amigos íntimos es algo normal. El vínculo afectivo con ellos permanece, no desaparece con la muerte. Se trata de vínculos potentes, intensos, estables, forjados y mantenidos durante largo tiem-po. Eso hace que su recuerdo no desaparezca fácilmente y tengamos que pasar el duelo, que no es otra cosa que aprender a vivir con su recuerdo sin que nos duela su pérdida. Limpiar las sepulturas y depositar algunas flores frescas es un modo de mantenerlos vivos en nuestra memoria.

Pero cualquiera puede comprobar que en los cementerios hay lápidas sin flores, descuidadas, abandonadas. El contraste con las lápidas relucientes y llenas de flores es muy evidente el día de Todos los Santos. Son sepulturas de personas que tuvieron con seguridad algún familiar, algún amigo. Alguien se preocupó de su enterramiento, pero por distintos motivos, ya nadie acude a visitar-les. Ni siquiera una vez al año. Probablemente nadie les recuerde ya, salvo la administración del cementerio, que aún no se habrá olvidado de ellos. El motivo es puramente formal: cuando finalice la concesión administrativa de la unidad de enterramiento (como se llama técnicamente a la sepultura, nicho o columbario), se exhumarán los restos, se incinerarán y se depositarán en un columbario común.

Lógicamente, esto se hará siempre y cuando no se consiga localizar a los familiares o estos no quieran renovar la concesión ni hacerse cargo de los restos. Y esto ocurre, según un estudio que realizó la anterior Empresa Mixta de Servicios Funerarios de Madrid, en el 69 por ciento de los casos.


El olvido de los vivos

Tarde o temprano, casi todos seremos olvidados. Salvo personalidades notables, cuyo recuerdo permanece siglos, la gran mayoría de nosotros caeremos en el olvido en relativamente poco tiempo. ¿Quién recuerda el nombre de sus bisabuelos? ¿Y el de sus tatarabuelos? Estoy por asegurar que casi nadie. Lo normal es recordar a nuestros padres y, si acaso, nuestros abuelos. Personas con las que hemos mantenido un vínculo más o me-nos fuerte. Pero en ocasiones, por distintos motivos, la relación termina. Por desavenencias, separaciones, u otras circunstancias, muchas personas pierden los vínculos con su familia y sus amigos; viven solos. Sin recibir visitas ni llamadas. Nadie se acuerda de ellos, y en su entorno pasan desapercibidos. Probablemente salgan de vez en cuando a por comida, a la farmacia o a por cualquier cosa que necesiten. O simplemente a dar un pa-seo.
Pero ni sus vecinos de puerta reparan en ellos. Hasta el punto de que es frecuente en muchas ocasiones encontrarles muertos en su casa. Suelen ser los vecinos quienes avisan a los servicios de emergencia cuando perciben un fuerte olor. Pero se dan casos en los que el fallecido, por distintos factores, se momifica y no desprende olor alguno que alerte a los vecinos. En esos casos pueden transcurrir años sin que nadie se entere, como ha ocurrido recientemente en Madrid, dos veces en un mes. Una mujer llevaba cinco años muerta. Otro anciano, más de un año. Nadie se dio cuenta de que llevaban tiempo sin salir de su casa, ni se preocupó por ello. Nadie los echaba de menos. Olvidados en la vida y en la muerte.




Hay mucha gente que acude a los cementerios sólo el día de Todos los Santos como una costumbre, casi como un acto social. También hay quien acude frecuentemente y mantiene limpia y cuidada la sepultura sin esperar al uno de noviembre.

Otros abandonan la “unidad de enterramiento”. Del mismo modo se cuidan las relaciones entre los vivos. Algunos se ven sólo en fechas señaladas, como la Nochebuena. Otros visitan a sus seres queridos con frecuencia, o mantienen el contacto a diario gracias a las nuevas tecnologías. Pero existen algunas relaciones que se abandonan, se extinguen en vida: vivos olvidados que terminan convirtiéndose en muertos olvidados.