lunes, 07 de octubre de 2024
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Revista Adiós

Guindaste

08 de noviembre de 2018

A veces el diccionario nos da verdaderas sorpresas

Guindaste

El verbo guindar, poco usado en el lenguaje corriente y que nada tiene  que ver con las guindas como fruta, por más que estas cuelguen del árbol, es en una de sus acepciones sinónimo de ahorcar; es decir, colgar del guindaste.

El término guindaste procede del lenguaje de la marinería. Según cuenta Joan Corominas en su “Diccionario etimológico”, proviene del francés “guinder”, y este a su vez del escandinavo antiguo “vinda”, que equivaldría a “izar por medio de un guindaste”. Se trata -según nos dice el Diccionario de la Real Academia Española- de un “armazón de tres maderos en forma de horca que soporta caleras y roldanas para el juego de algunos cabos en el barco”; y de ahí “armazón de esa misma forma utilizado para colgar algo”. Una especie de grúa especializada, diríamos.
No es extraño que de ese primer significado pasara, por similitud visual, al lenguaje de los calabozos y las penas capitales.

Quevedo utiliza ya en el siglo XVII “guindarse”, como ahorcarse.

En Asturias, donde el vocabulario náutico ha tenido cierta influencia, se utiliza guindar en el sentido de “colgar, poner algo pendiente de un clavo o de un árbol”, y de ahí la palabra ahorcar.

Nos dice Mary Roach en su libro “Fiambres. La fascinante vida de los cadáveres”, que en Gran Bretaña se autorizó en el año 1752 la disección del cadáver para la sentencia de los asesinos convictos como alternativa al terrible guindaste. Terrible, porque guindar en esa época era ahorcar a una persona en un lugar público, untarla luego de pez y dejarla colgando de un armazón de metal (el guindaste) a la vista de todos los conciudadanos, y a la espera de que los cuervos se la fueran comiendo poco a poco a picotazos. Una sentencia terrible y disuasoria, desde luego, para posibles malhechores en aquella imperial nación, con jueces cubiertos de pelucas blancas y llenas de rizos. ®

Escrito por: Javier del Hoyo