13 de septiembre de 2018
Sepelir, fue sustituido desde época temprana por sepultar, procede del latín
El término sepelir, tan anticuado, desusado, con olor a libro viejo, a pergamino medieval,sustituido desde época temprana por sepultar, procede del latín “sepelire” y su raíz se ha mantenido en el sustantivo sepelio.
Pero además lo reconocemos en sepulto, que es precisamente el participio del verbo sepelir (más usado todavía el insepulto de las misas “corpore insepulto”; es decir, “con el cuerpo no sepultado” que algunos periodistas escriben erróneamente como “in sepulto”, quizás por afinidad fónica con “in sepulchro”; o sea, todo lo contrario), y a partir de él se formaron sepultar y
todos sus derivados, como sepulturero.
Estamos, pues, ante uno de esos verbos o palabras humildes, de las que surgen infinidad de términos mientras ellas se retiran discretamente de la lengua y de su uso; permanecen aisladas en un rinc ón del diccionario y en algunos contextos cultos.
Pero más interesante puede ser el origen de zambullir, representante popular del verbo sepelir, término que —según el filólogo Joan Corominas— es una alteración del antiguo “sobollir” y “sebellir” con el sentido de sepultar, sirviendo de paralelo el catalán antiguo “sebollir”’, que es alteración igualmente del latín “sepelire”.
En el “Libro de los buenos proverbios”, redactado en la primera mitad del siglo XIII, s e dice: “¡Mesquina tu alma de cada parte que es gran estrechura! Que çobollido te an la sondas de la muerte, ca ni ha s pariente ni sallo que te pueda redimir”.
En el libro de las “Partidas” (siglo XIII) puede leerse que Jesucristo “anduvo con sus pies sobra la mar, et sacó con su mano diestra a sant Pedro, que se zabulló en ella”, texto interesantísimo porque registra ya una transición entre el significado de sepultarse, hundirse, y el actual de lanzarse al agua.
El propio Corominas hace notar además cómo “sobollir, enterrar, se empleó también en otros usos figurados, bastante cercanos al que nos interesa: ‘pues que el Rey e Saladín hobieron sus haces paradas […] toparon en uno
todos ayuntados de ambas partes, de manera que el Rey con los suyos, que eran poca yente, fueron sobollidos dentro en los turcos’ (“Gran Crónica de Ultramar”)”.
Escrito por Javier del Hoyo