viernes, 04 de octubre de 2024
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Revista Adiós

Reliquia

16 de agosto de 2019

Reliquia

Escrito por Javier del Hoyo

Con la palabra reliquia (del latín “reliquia”, lo que queda) nos referimos a la parte del cuerpo de una persona, venerada por algún motivo, o bien a algún objeto que, por haber sido tocado por esa persona, es digno de veneración o recuerdo.
El culto a los santos se inició en los primeros siglos de nuestra era. Para los primeros cristianos los cuerpos de los mártires llegaron a ser muy preciados y dignos de veneración.
 En el año 609 el papa Bonifacio IV mandó trasladar en varias carretas las reliquias de los mártires desde las catacumbas de Roma hasta el Panteón de Agripa, que fue convertido así en iglesia de Santa María de los Mártires, advocación que mantiene aún hoy.
Pero con el tiempo la manera habitual de obtener reliquias fue la compra. Una vez obtenidas, las preparaban con perfumes y ungüentos, y las envolvían en ricos tejidos, sobre todo en dalmáticas enriquecidas con oro y púrpura. Algunas de estas reliquias de cuerpo entero se encuentran todavía en las catacumbas.
El culto a las reliquias estuvo muy arraigado en el período de los mártires y las persecuciones a los cristianos (entre los siglos I y IV).
 El cuerpo de un santo como reliquia llegó a ser indispensable para presidir las asambleas. Se llegaba a pagar por el cuerpo de un mártir sumas considerables.
Tras los debates habidos en el Concilio de Trento (1545-63), las reliquias y lo que ellas representaban cobraron todavía más importancia, y su posesión llegó a ser una especie de obsesión. Particulares, miembros de la nobleza, religiosos y los mismos reyes pugnaban por adquirir y acumular reliquias que, en algún caso, llegaron a constituir magníficas colecciones, cuyos relicarios implicaban obras de arte de gran calidad.
En España, el rey Felipe II fue un destacado coleccionista de reliquias. Entre 1569 y 1598 llegó a acumular cerca de 800 piezas, que obtenía fundamentalmente gracias a su embajador en Roma. Su colección se hizo famosa en toda la cristiandad, llegándose a afirmar que poseía reliquias de la práctica totalidad de los santos entonces conocidos. Su colección privada se encuentra en el monasterio de El Escorial (Madrid), donde mandó construir dos altares especiales a ambos lados del altar mayor. Para albergar todos esos huesos le ordenó realizar 80 relicarios al orfebre Juan de Arfe. El resto de los relicarios son obra de otro platero cuyo anagrama puede leerse en una placa inscrita en la parte posterior del relicario.