jueves, 25 de abril de 2024
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Revista Adiós

La relación entre la fotografía y lo funerario entra en la Academia de San Quirce de Segovia

Publicado: martes, 19 de marzo de 2019

La relación entre la fotografía y lo funerario entra en la Academia de San Quirce de Segovia

El próximo viernes, 22 de marzo, la historiadora y colaboradora habitual de “Adiós Cultural”, Mercedes Sanz de Andrés impartirá la conferencia “Muerte y posteridad a través de la fotografía” en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce de Segovia.
Esta actividad se enmarca en el ‘XL Curso de Historia de Segovia’ que este año lleva por título “Mirando al Pasado, Segovia y la fotografía histórica”. Las sesiones se están desarrollando desde el pasado 8 de marzo en la iglesia de San Quirce, sede de la Academia, todos los viernes a las 20.00 horas. La entrada es libre, hasta completar aforo.
Mercedes Sanz nos acercará la iconografía funeraria de Segovia y su provincia en una doble vertiente: por un lado, fotografías donde no se representa al difunto pero sí tienen que ver con la muerte. Entre las que encontramos coches fúnebres, túmulos, procesiones fúnebres y cementerios; fotografías de personas difuntas que aparecen en las lápidas y en las esquela y fotografías realizadas en vida y que son la imagen del recuerdo asociado a un nombre. Por otro lado, Sanz de Andrés analizará las fotografías de difuntos o fotografías post-mortem y su evolución desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días.
 
Muerte y posteridad a través de la fotografía
Mercedes Sanz

El siglo XIX tiene una especial relación con la muerte. Las elevadas tasas de mortalidad infantil causadas por las epidemias, la construcción de los cementerios extramuros en todas las provincias de España y la introducción de la esquela mortuoria en los periódicos de calidad ponen de manifiesto un cambio de mentalidad. Para el hombre del siglo XIX la idea de la muerte le conmueve y estremece. A los supervivientes les cuesta más que en otras épocas aceptar la muerte del ser querido y en este culto a la tumba y al recuerdo surge el retrato fúnebre o la fotografía de difuntos como la iconografía más importante de la burguesía en especial y de la sociedad en general en los siglos XIX y XX.  A los niños que fallecían se los fotografiaba porque el tiempo es un pleito y se podía olvidar el rostro de un hijo muerto en ese corto espacio entre la cuna y la sepultura.  La fotografía post-mortem de los adultos responde a la doble necesidad de recordar a la persona fallecida sin que desvanezca su memoria en el tiempo y a convertir el adiós en un acontecimiento íntimo pero social. A pesar de ser una práctica que cae en desuso hacia 1980 se tienen referencias de su pervivencia en otras culturas como la búlgara que a día de hoy fotografía a sus difuntos y al conjunto de vidas reunidas en torno a él. Decía Susan Sontang que “todas las fotografías son memento mori” y que hacer una fotografía era participar de la mortalidad.  Las fotografías de iconografía funeraria quizá sean una manera de actuar sobre el tiempo para no romper los vínculos con los familiares fallecidos, el eslabón para no olvidar. En ellas palpita el sentimiento contenido, su valor estético y antropológico que comunica la tierra con el cielo, los vivos con los muertos con el objeto de inmortalizarnos lo más vivos posible.