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Revista Adiós

La historia del archivo del cementerio de la Almudena y la de Teodomiro, cuidador de todos sus datos

Publicado: martes, 13 de febrero de 2018

La historia del archivo del cementerio de la Almudena y la de Teodomiro, cuidador de todos sus datos

El Ayuntamiento de Madrid ha dado a conocer hoy el informe sobre los represaliados en la capital de España tras la guerra civil. En el informe de la Oficina de Derechos Humanos y Memoria del Ayuntamiento, según se ha filtrado a algunos medios de comunicación, se contabilizan cerca de 3000 personas fusiladas, cuya documentación está localizada en los archivos del cementerio de La Almudena.
El trabajo ha sido presentado por el concejal de Ahora Madrid Mauricio Valiente y el historiador Fernando Hernández Holgado, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y recoge un listado identificando a 2.934 personas que fueron ejecutadas en la capital entre 1939 y 1944. También se conocerá que la mayoría se hicieron mediante fusilamiento en las inmediaciones del cementerio de la Almudena.
Entre los datos que se han dado a conocer figuran los de un grupo de alcaldes que fueron ejecutados en los primeros años de la dictadura franquista. Están Cayetano Redondo Aceña, alcalde de Madrid; Constantino Herranz Márquez, de Guadalix de la Sierra; Francisco Lastra Valdemar, de Getafe; Andrés Molpeceres Barceló, de Hortaleza; Gregorio Millán Candelas, de Majadahonda; Cipriano Montes Guzmán, de Morata de Tajuña; Anastasio Moreno Martínez, de Galapagar; Adolfo Sánchez Muñoz, de Cadalso de los Vidrios; y Felipe Arribas Maitiñán, de Miraflores de la Sierra.
El estudio ha sido realizado, además de por Hernández Holgado, por Tomás Montero Aparicio, Manuel García Muñoz y los historiadores Daniel Oviedo Silva, de la Universidad de Nothingham y los de la Universidad Complutense de Madrid Juan Carlos García Funes, Fernando Jiménez Herrera y Santiago Vega Sombría.
 +INFO
http://www.madrid.es/portales/munimadrid/es/Inicio/Actualidad/Noticias/El-Ayuntamiento-presenta-un-informe-sobre-los-3-000-ejecutados-en-Madrid-entre-1939-y-1944?vgnextfmt=default&vgnextoid=578380befde81610VgnVCM1000001d4a900aRCRD&vgnextchannel=a12149fa40ec9410VgnVCM100000171f5a0aRCRD

La revista Adiós Cultural ya publicó en el número 11 (septiembre-octubre de 1998) la historia de este archivo y la documentación que se encontraba en él. Las fotografías, que para aquella revista realizó el fotoperiodista Chema Moya, mostraban los libros de los que ahora el equipo investigador ha podido obtener la información. En el artículo que reproducimos más abajo, firmado por el periodista Manuel Aranaz se cuenta la historia de este archivo y la de Teodomiro Jiménez, la persona que durante más de cuarenta años se dedicó a mimar el lugar y sus libros y gracias, al que ahora, podemos conocer todos los nombre y fechas que nos presentarán el próximo martes.

 
Teodomiro Jiménez, la memoria de La Almudena
 
El archivo del cementerio arrancó en 1884 y desde entonces se registra todo lo que acontece en los cementerios municipales de Madrid
 
Manuel Aranaz
El archivo del cementerio de la Almudena es algo más que un montón de documentos debidamente ordenados para su rápida recuperación. Este archivo es la memoria, el censo, el tráfico y en definitiva el alma y el motor de este camposanto, el más importante de Madrid, con más de 100 años de historia, y el más grande de España.
Sin este archivo, La Almudena y doce cementerios municipales más serían un verdadero caos pues no habría forma de saber quiénes y dónde están enterrados en tal o cual sitio, de quiénes son propiedad las tumbas y si ha habido cambios o traslados de cadáveres de un sitio a otro.
Pero la pieza importante de este archivo es Teodomiro Jiménez, con toda una vida profesional dedicada al antiguo cementerio de Epidemias  y encargado de clasificar y ordenar los numerosos documentos que todos los días llegan a esta dependencia. 
El archivo nació cuando se produjo el primer enterramiento, allá por 1884, cuando el cuerpo del párvulo Pedro Olmos Ania Regalado recibió santa sepultura, quizá producto de las epidemias de cólera que por aquella época diezmaban las poblaciones de media Europa.
Debido al crecimiento de Madrid de finales de siglo pasado, la vida y la muerte convivían hacinadas en el propio casco urbano y el brote de cólera producido en el año antes mencionado precipitó que se cerraran todos los cementerios que ya estaban entre la población, creándose una necrópolis para acoger el servicio extraordinario de epidemias, cementerio que hoy todos conocemos popularmente como La Almudena, y que oficialmente se llamó Cementerio de Epidemias.
 
Toda una vida
 
La pieza fundamental que mueve todo el engranaje de este archivo es Teodomiro Jiménez, archivero del cementerio de la Almudena, que cuenta en la actualidad con 54 años de los que ha dedicado a la Almudena cerca de 31. Teo, como le llama todo el mundo, empezó limpiando en el campo santo, y posteriormente pasó a desempeñar diferentes funciones. Para llegar a su actual cometido como archivero ha pasado por la de enterrador, marmolista, cantero, encendedor de calefacción...
Su buena caligrafía y sus ganas de superarse hicieron que actualmente ocupe este cargo de responsabilidad en la memoria de La Almudena. Cuando encendía la calefacción en un edificio de la necrópolis, los ratos muertos los aprovechaba para ayudar a las ordenanzas en rellenar los distintos formularios y documentación de los entierros que se producían en el día, que en aquellos tiempos se realizaban a mano. Su buena caligrafía y disposición hicieron que sus jefes se fijaran en él y le trasladaran al archivo.
Hoy se nota que a Teodomiro le encanta su trabajo que enseña con gusto y con la convicción de la obra bien hecha. Sobre todo cuando muestra las labores de mejoras y el ordenamiento de las antiguas carpetas, obsoletas por el uso y la forma, y que le ha costado a Teodomiro más de un par de gafas rotas cuando  alguna se le caía encima desintegrada por el polvo y el paso del tiempo.
Este ingente trabajo, que en los ratos que le permite el servicio sigue realizando, avanza sin prisas pero sin pausas. Empezó, hace dos años, ordenando las carpetas del año 1942 y ya va por el 57. Pero aún le quedan unas cuantas, pues tiene que llegar al 92. Viendo la cantidad de unidades de nuevas carpetas que necesitan para los enterramientos de un mes, Teo nos dice que la muerte llega con más celeridad en los meses de invierno, sobre todo en enero, donde el frío y el mal tiempo hace estragos entre la población de más edad. Para archivar de nuevo dichos documentos en el mes de enero de cualquier año se necesitan dos o tres carpetas más que la media habitual, que está en cinco carpetas.
 
Rápida recuperación
 
La parte principal del cometido de Teodomiro consiste en recuperar la información almacenada a requerimiento de los propios trabajadores de la casa desde otros departamentos, sobre todo de los agentes de contratación que necesitan urgentemente información para tramitar la documentación necesaria para poder enterrar a un fallecido. “El propio personal de la empresa se queda perplejo cuando me piden una ficha histórica, que es como si fuera el documento de identidad de una sepultura, y en apenas dos minutos está a su disposición”, afirma, satisfecho Teodomiro.
Aunque en la actualidad prácticamente el archivo está informatizado en un 95%, el papel sigue existiendo y hay que clasificarlo y ordenarlo en carpetas, labor que realiza Teodomiro una vez que la gestión de contratación de un enterramiento se ha realizado en el tanatorio y se envía al archivo en la denominada carpeta de enterramiento.
Esta documentación, imprescindible para que un cuerpo descanse entre los muros de La Almudena, contiene el parte de datos (el hospital donde ha muerto la persona en cuestión), la orden de enterramiento (dirección de la sepultura) y la documentación de la sepultura o nicho (a quién pertenece y quienes están enterrados en ella).
 
Labor de chinos
 
Aparte del trabajo que genera la demanda interna de la empresa, también el público en general echa mano, de vez en cuando, del servicio archivero, desde aquel que por curiosidad indaga su propio árbol genealógico buscando una pista  que le acerque a sus raíces hasta el que acude, ya desesperado y como último recurso,  por un certificado de defunción como prueba irrefutable para cobrar una herencia: “Hasta aquí han llegado personas, muchas veces aconsejadas por el Juzgado de turno, y como última posibilidad para que diéramos fe de que un pariente está aquí enterrado, así poder heredar el piso o los bienes que les correspondan”.
“El problema -continúa Teodomiro- es que las fichas de los cadáveres no reclamados y que pasaban a la fosa común, por cuestión de espacio se destruían, y quedaba sólo constancia de su enterramiento en este cementerio por el libro de registro, que está ordenado por la fecha en que son enterrados. En este punto la recuperación de la información se hace verdaderamente difícil, puesto que muchos parientes no recuerdan la fecha exacta del fallecimiento. Es una labor de lo más ardua”.
Aún así Teodomiro, consciente del problema, lo intenta  a veces por sí mismo y otras dejando al interesado que consulte los libros, sacando a más de uno de un gravísimo apuro, ya que sin ese requisito a veces se hace prácticamente imposible que sea transmitida una herencia. “En realidad es un asunto que concierne al juzgado resolver, pero muchas veces hasta el propio juzgado nos los envía a nosotros para conseguir el certificado de defunción y así poder recibir la herencia”, afirma el archivero de La Almudena.
Hoy, las labores amanuenses han pasado a la historia y el archivo de La Almudena cuenta con una moderna base de datos informatizada en un 95%, donde ya puede encontrarse toda la información necesaria con unos cuantos golpes de tecla.
El trabajo meticuloso, ordenado y entusiasta de Teodomiro sigue en el sótano donde se encuentra el archivo, donde los muertos debidamente clasificados descansan en las numerosas hileras de estanterías. Desde aquel párvulo víctima de una epidemia hasta el último fallecido que esté enterrado en La Almudena cuando usted lea estas páginas, puede tener la tranquilidad y la seguridad de que cualquier movimiento, cambio de sepultura o cremación será recogida en la memoria de los muertos: el archivo del cementerio de la Almudena.
En las fotos de Chema Moya publicadas en la revista númnero 11 de 1998 se aprecia a Teodomiro Jiménez cuando llevaba 31 años dedicado a que el archivo de los fallecidos en Madrid se mantuviera en perfecto orden.