21/07/2017
El pasado día 15 de julio nos dejó Eduardo Rodríguez Merchán. Chevo para muchos y Eduardo José Camilo en los entornos más oficiales. Profesor e historiador, su vida profesional está llena de tantas facetas como  tantos intereses le acompañaron durante 63 años y pico, casi 64, que habría cumplido el 29 de julio.
Fotógrafo, editor gráfico en la revista La Calle, director en la agencia Cover y vinculado al mundo universitario, donde desarrollo su carrera. Catedrático de Comunicación Audiovisual  de la Universidad Complutense, impartió las asignaturas de Historia del Cine Español, Historia de la Fotografía y Teoría de la Imagen. También fue vicedecano y secretario de la Facultad de Ciencias de la Información y vicerrector de Extensión Universitaria de la Complutense
Miembro de la Academia de Cine prácticamente desde su fundación, Eduardo escribió crítica de cine durante 25 años en diversos periódicos y revistas especializadas y fue miembro del comité de dirección de la Seminci de Valladolid. Autor  de los libros José Luis López Vázquez: los disfraces de la melancolía (1989);  Miguel Mihura en el infierno del cine (1990), éste en colaboración con Fernando Lara, y coautor de Cine entre líneas. Periodistas en la pantalla (2006), junto a Virginia García de Lucas y Javier Sales Heredia.
Estuvo vinculado a varios festivales como asesor: Festival de Cine de Alcalá de Henares y delegado del primer Festival de Málaga. Es autor de más de una docena de libros y unos cien artículos monográficos sobre la historia del cine, entre las que destaca el "Diccionario de Cine Iberoamericano, España. Portugal. América",  editado por la SGAE, que dirigió y coordinó junto a Carlos F. Heredero.
Recientemente había colaborado en el proyecto Cine y Educación de la Academia de Cine , que pretende instaurar un programa de alfabetización audiovisual en las aulas.
Una brillante carrera  profesional, como brillante era la faceta humana: Eduardo era un  gran conversador, amigo generoso y lúcido. Un hombre íntegro, honesto y valiente que llevó con una gran dignidad la enfermedad que nos arrebató de manera trágica. Eduardo  era un buen amigo, un hombre afable que siempre miró al mundo con curiosidad y una sonrisa. Jubilado de su labor profesional, en absoluto lo estaba de la vida ni había renunciado a seguir aprendiendo, ahora se interesaba por el territorio de la narración y los  relatos. Algo que jamás perdió, fue su plácida sonrisa. No le gustaban las lágrimas, quiso que su despedida  fuese con  un brindis por la vida… de los otros.

Carmen Gallardo. Periodista.
Foto de de Enrique Cano