martes, 23 de abril de 2024
Enalta
Revista Adiós

La Granja de San Ildefonso

Segovia

EL PRIMER CEMENTERIO CIVIL DE ESPAÑA Y PRIMEROS DE EUORPA EN EL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)
En 1781 una peste entró en España por el pueblo de Pasajes de San Juan (Guipúzcoa) provocando una gran mortandad que fue atribuida al hedor intolerable que exhala la iglesia parroquial por los cadáveres allí sepultados. La política ilustrada de Carlos III y su gobierno le llevó a tomar una serie de medidas que afectaron a la salubridad pública. El 24 de marzo de 1781 el Monarca remitía una Orden al Consejo de Castilla “para que medite y discurra sobre el modo más propio y eficaz de precaver en adelantes las tristes resultas de esta naturaleza  que suelen experimentarse”. Una tremenda actividad recopilatoria entre 1781 y 1786 originó un interesante debate que afectó a toda la nación.  Se percibe cierto miedo al cadáver hasta convertirlo en objeto de Estado.
El día 9 de febrero de 1785 en el Pardo, Carlos III firmaba el Reglamento por el que se debían regir los nuevos enterramientos de San Ildefonso. Al mismo tiempo prohibió las inhumaciones  en los interiores de las iglesias así como en el Campo Santo de Nuestra Señora del Rosario que hasta entonces había sido utilizado como lugar de inhumaciones. El hecho de ordenar y construir el cementerio de San Ildefonso antes de la emisión de la Real Cédula de 3 de abril de 1787, hace de él, no  sólo el primer cementerio civil construido en España , sino un centro de experimentación, de ejemplo y de cita obligada en el resto de construcciones de recintos específicamente dedicados a la recepción de cadáveres. El objetivo de Carlos III y su gobierno, enmarcado en el movimiento ilustrado de la época era claro: aislar a los muertos de la población. La elección del lugar para la construcción del primer cementerio civil en España, en el Real Sitio de San Ildefonso, no fue al azar. El establecimiento definitivo de la Corte, la consolidación del trazado urbanístico, el aumento de la población en torno a la residencia del monarca, la presencia de personalidades importantes del mundo de la Corte y la posibilidad de que alguno de ellos falleciese allí, fueron razones de peso para poner en práctica un nuevo proyecto que colocó al cementerio del Real Sitio en ejemplo arquitectónico para toda España y puede afirmarse que es el cementerio más fiel a los postulados ilustrados. En primer lugar se encuentra apartado de la población, en un lugar bien ventilado, sin contacto con la población, cercado, con una capilla y sus dependencias en el interior y con un osario. Este cementerio civil junto con el de El Pardo, y a diferencia del resto de España, dependían directamente de las arcas de la Corona.
De este modo la muerte en España cambia de escenario y la sociedad necesitó de un nuevo lenguaje que le permitiera no sólo recuperar el dolor por la muerte de la persona querida sino mantener vivo el recuerdo desde un espacio dedicado únicamente a los muertos. Este lento, pero seguro proceso de secularización de la muerte, tuvo en su origen una meditada base intelectual y científica que legitimaba la actuación del monarca.
Del cementerio civil de San Ildefonso pueden distinguirse tres grandes períodos. El primero de ellos pertenece al cementerio mandado construir en 1783 por Carlos III. La segunda etapa viene de la mano de una ampliación llevada a cabo en 1830 por Fernando VII e introduce algunas modificaciones en el Reglamento otorgado años antes por Carlos III. Fernando VII manda construir 15 nichos de los denominados PRIMER ORDEN en la antigua sacristía del cementerio. Estos nichos estaban destinados para los Abades del Real Sitio, Prelados con Jurisdicción Episcopal, Grande de España, Ministros de Despacho, Consejeros de Estado, Capitanes Generales, Tenientes y Gentiles Hombres de S.M. a razón de 600 reales y con una permanencia de 8 años. En este espacio destinado a enterramientos de primer orden se encuentran, entre otros, el Excmo. Sr. Conde de Raynaval, Embajador de Francia o don Santos Marín Sedeño o Canónigo Presidente del Cabildo y gobernador Eclesiástico de la Abadía, Predicador y Cronista de Real Sitio. En esta dependencia se puede leer “AQUÍ VENDRÁN A PARAR, VIVOS ELEGID LUGAR”. “AFÁN Y LLANTO ES LA VIDA EN SU CARRERA FUGAD, AQUÍ PRINCIPIA LA PAZ”, “PADRES, ESPOSA, HIJOS TUBE, UNO A UNO LOS PERDÍ, YA ESTAMOS TODOS AQUÍ.
Los 15 nichos de SEGUNDO ORDEN se construyeron de espaldas al cuarto del capellán y en ellos podían ser enterrador los Canónigos de cualquier iglesia catedral o colegial, los Consejeros o Ministros de las Audiencias, Gobernadores de los Reales Sitio, Corregidores, Abades Mayores, títulos de Castilla, Mariscales, Brigadieres, Coroneles, Comandante de Armas y Caballeros de alguna Real orden, pagando por cada nicho la cantidad de 400 reales y con la permanencia de 8 años. En este segundo orden se enterraron por ejemplo don Miguel González de Castejón y Elio, profesor de S.M. el Rey Alfonso XII.
Los 9 nichos denominados de TERCER ORDEN se construyeron de espaldas a la capilla y en ellos podían ser depositados por un espacio de 5 años y un pago de 200 reales –llevando caja propia- los primeros empleados de S.M. del Real Sitio, jefes y maestros de sus establecimientos y otras personas decentes, adultos y párvulos de honradas y honestas familias.  El resto del espacio se destinaba a enterramientos en tierra y numerados, tanto para adultos como para párvulos.
El día 28 de octubre de 1866 la Reina Isabel II  y con objeto de recaudar más ingresos para la manutención del cementerio, otorgó la perpetuidad a aquellos que lo solicitasen a cambio de 2000 reales para primer orden, 1500 para segundo orden y 1000 en el tercer orden. En algunas ocasiones se concedía la “gracia de perpetuidad”, es decir, la obtención gratuita de la perpetuidad, para aquellos que hubieran tenido una relación especial con la Corte.
Surge así la ciudad de los muertos como reflejo de la ciudad de los vivos, con todo el bagaje socioeconómico y cultural que le es propio. El hecho de contar con una importante población cercana al mundo de la Corte enfatizó la jerarquía social del cementerio reproduciendo el mismo tejido social existente en vida.
Las consecuencias emanadas de la construcción del cementerio de San Ildefonso no sólo afectaron a la salubridad pública. La visita a la sepultura, las inscripciones en las sepulturas, biográficas y elogiadas, la limpieza, la vegetación y decoro en la sepultura fueron factores que afectaron al comportamiento y actitudes en el ser humano con respecto a la muerte del ser querido en el siglo XIX. El cementerio de San Ildefonso  es un lugar de reposo privilegiado de nuestra Historia ofreciendo una determinada realidad socio-cultural que permite rastrear la emotividad social a través de sus epitafios. Sus posibilidades culturales y simbólicas son múltiples porque utiliza el Arte y la Historia para hablar de realidades sociales, de crónicas de vida y de la relación dual con el pasado y con los sistemas culturales de la época en que se expresaron.

(Informacion y documentación facilitado por el candidato)

 

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