viernes, 29 de marzo de 2024
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Revista Adiós

Ginés García Agüera


Periodista especializado en cine. Colaborador de "Adiós Cultural" desde el número 1.

Firmas | Apuntes sobre algunos SUICIDIOS DE CINE

21 de marzo de 2019

Apuntes sobre algunos SUICIDIOS DE CINE

Apuntes sobre algunos SUICIDIOS DE CINE

“Querido mundo: he vivido demasiado tiempo, prolongarlo sería un aburrimiento. Os dejo con vuestros conflictos, vuestra basura y vuestra mierda fertilizante. Por favor, dejaos de cotilleos baratos. Ah, en mi bolsillo encontraréis dinero suficiente para pagar esto”.

Esa fue la nota que el actor George Sanders dejó escrita antes de suicidarse con una sobredosis de barbitúricos, en el Gran Hotel Rey Don Jaime de Castelldefels, Barcelona, en abril de 1972.
 Fue un tipo elegante, dotado con un gran talento para la escena, que había nacido en Rusia, se había criado en Gran Bretaña y vivió gran parte de su vida en Estados Unidos donde desarrolló gran parte de su espléndida carrera. Trabajó con los mejores (Hitchcock, Rossellini, Mankiewick...), en películas como “Rebeca”, “El fantasma y la señora Muir”, “Viaje a Italia”, “Sanson y Dalila”, “Ivanhoe”, y “Salomón y la reina de Saba”, por mencionar sólo unas cuantas. Recibió un Oscar por su trabajo en “Eva al desnudo”, estuvo casado con Zsa Zsa Gabor, era un conversador lleno de encanto, con un sentido del humor in-teligente y afilado como una cuchilla de afeitar. Su elegancia le acompañó hasta el último instante de su vida. “Llame con fuerza, como para despertar a un muerto”, rezaban las líneas que clavó en la puerta de su habitación el cineasta francés Jean Eustache, justo antes de pegarse un tiro en el corazón, con apenas cuarenta y tres años de edad, en un hotel de la calle Nollet de París. Se le recuerda por un largometraje que rompió moldes en las postrimerías de la “nouvelle vague” francesa, titulado “La maman et la putain”. Sobre la mesa de su escritorio, en unos espacios en los que también habían habitado Paul Verlaine y Henry Millar, se encontraron notas, guiones, algunos proyectos que jamás verán la luz y una declaración de amor del director a las mujeres, el dandismo, París, el campo, y el idioma francés. 



David Carradine, nuestro inolvidable Kung Fu, el hijo del inmortal John Carradine, no dejó nota alguna en junio de 2009, en una habitación del hotel Park Nai Lerten en Bangkok, Tailandia, lugar en el que fue encontrado su cadáver. Probablemente y entre otras razones y circunstancias de su fallecimiento, porque su muerte no se debió a un suicidio. Al parecer, la causa fue la asfixia autoinfligida por el actor, con el fin de aumentar su estimulación sexual durante una masturbación. Un incidente que sigue dando mucho de qué hablar. El intérprete, que había protagonizado una muerte antológica, esta vez en la pantalla, en “Kill Bill”, de Tarantino, dejó para el recuerdo una buena estela de trabajos en televisión y cine, a las órdenes de gentes como Hal Ashbi, Martin Scorsese, Walter Hill, José Luis Borau o el mismísimo Ingmar Bergman, en las cintas “Esta tierra es mía”, “Forajidos de leyenda”, “Río abajo” y “El huevo de la serpiente”.




Mario Monicelli, director de cine italiano, tampoco nos dejó nada escrito poco antes de lanzarse al vacío desde la quinta planta del hospital San Giovanni de Roma en noviembre de 2010, con 95 años de edad, y aquejado de un doloroso cáncer de próstata. Lo que sí nos legó fue un buen puñado de películas que han contribuido a hacernos un poco más felices. Él creó la llamada “comedia a la italiana”, con títulos como “La Armada Brancaleone”, “La gran guerra”, “La ragazza con la pistola” y la desternillante “Amigos míos”.



Lupe Vélez, hoy ya olvidada por casi todos, fue una actriz mexicana de una belleza arro-lladora, que gozó de fama mundial durante los años treinta en su país natal y en Estados Unidos. Allí trabajó con directores de la talla de D. W. Grifith, William Wyler, Cecil B. de Mille y Victor Fleming. Estuvo casada con el “tarzán” Johnny Weissmüller, y tuvo sonados amoríos con Arturo de Córdoba y Gary Cooper. Era muy joven, apenas treinta y tantos años, cuando decidió acabar con su vida. Al parecer, estaba embarazada y no soportaba la idea de arruinar su carrera como madre soltera. Dejó una nota de despedida a su secretaria, ingirió una considerable dosis de seconal y, rodeada de flores y velas encendidas, dijo adiós a este mundo. La camarera del hotel en el que murió dijo que encontró un cadáver de una belleza enloquecedora.





Queda tanta tinta en el tintero, y nada más empezar, que abruma la cuestión más de lo que en un principio había supuesto. Tiro de lista y me encuentro con Pedro Armendáriz, Tony Scott, Capucine, Jean Seberg, George Reeves, Heath Ledger, Max Linder, Romy Schneider, Carol Landis, Margaux Hemingway, James Whale, Charles Boyer, Lucy Garden, Anna Nicole Smith, Dorothy Dandridge, Marilyn Monroe, Judy Garland, Vivien Leigh,Robin Williams, algunos otros. Suicidios.

Quizás, en algunos casos, asesinatos, accidentes o ajustes de cuentas disfrazados de suicidios. Quién sabe. El cine sigue siendo una fábrica de sueños y misterios. Fuera y dentro de la pantalla.