sábado, 20 de abril de 2024
Enalta
Revista Adiós

Laura Pardo


Periodista especializada en música.
www.laurapardo.es
 

MÚSICA | Laura Pardo/ The Cure, esperando el golpe mortal

15 de marzo de 2019

Laura Pardo/ The Cure, esperando el golpe mortal

Si pensamos en artistas cuya imagen se haya asociado a lo oscuro, lo siniestro y la iconografía de la muerte, probablemente los más populares que nos vengan a la mente sean The Cure.
 
 La banda británica tuvo unos comienzos cercanos al post punk, pero rápi­damente evolucionó hacia terre­nos más pausados y opresivos y se convirtió en un icono del after punk más sombrío, principal­mente durante la primera mitad de los ochenta. Aunque en discos posteriores fueron alejándose de esa temática, varios de los mejo­res trabajos de la carrera de los de Crawley (Inglaterra) están estre­chamente ligados a toda aquella oscuridad muchas veces relacio­nada con la muerte, y esos fueron los años en los que se les empe­zó a tomar en serio. Por lo tanto, aunque su trayectoria ocupa ya cuatro décadas y en ella se han vislumbrado canciones felices y luminosas, el gran peso que tiene en su carrera, su imagen y su mú­sica esta etapa de penumbra es incuestionable.


(Robert Smith)

Robert Smith (cantante, gui­tarrista y principal compositor de la banda) me dijo cuando le entrevisté en el año 2000 que había dejado de hablar de ciertos temas en las canciones de The Cure porque se dio cuenta de que había gente que encontraba seductora la idea del suicido, de­bido principalmente a su trilogía más lóbrega y depresiva: “Seven­teen seconds”, “Faith” y “Por­nography”. Esos tres álbumes, publicados entre 1980 y 1982, marcaron el rumbo y la imagen del grupo a partir de entonces. De hecho, para muchos, su disco “Faith” fue el verdadero punto de partida de lo que después se lla­mó rock gótico o siniestro (inicio que otros atribuyen a los tam­bién ingleses Bauhaus).
De los tres elepés, este, con­venientemente titulado “Fe”, es el que trata de manera más evi­dente la ausencia y la necesidad de creer en algo. Y es que mientras el grupo preparaba las com­posiciones, perecieron la abuela de Smith y la madre de Lol Tol­hurst (por entonces batería de la banda, después teclista). La sensación de pérdida y el con­tacto tan cercano con la muerte hizo que compusieran un disco triste, de atmósfera angustiosa y en el que quedaba patente la desesperación por querer creer en algo que hiciera menos dolo­rosa la partida de los seres que­ridos. En él aparecían temas co­mo “Funeral Party” y “All cats are grey”, inspirados directamente en la muerte de sus familiares.
 Del primero, Smith comentó po­co después de grabarlo: “Cuando fallece alguien que conoces, de pronto te das cuenta de lo que es la muerte. Deja de ser una enti­dad abstracta e indefinida, se te abren los ojos y toma forma en tu cerebro”.
Según sus declaraciones, en esa época pensaba mucho en el final de la vida, y cuando se dio cuenta de que no creía en nada, se aterrorizó. De ahí surgió el cor­te que da título al álbum, “Faith”.
 

 
Casi una década después seguía diciendo de él: “No creo que nun­ca vuelva a escribir una canción que me conmueva tanto como ‘Faith’, que cambie tanto mi vida como lo hizo ese tema o encap­sule un periodo de mi existencia de manera tan certera.” Otro de los cortes que aborda la muerte en este elepé de bajo omnipre­sente es “The Drowning Man”, inspirado en los libros de Gor­menghast de Mervyn Peake y en la defunción, ahogada en las aguas del foso de un castillo, de su personaje Fuchsia.
Esos años fueron una épo­ca autodestructiva para Smith, repleta de drogas y alcohol, en la que además vivió como Ian Curtis, cantante de la banda de Manchester Joy Division, se sui­cidaba. Se obsesionó con que él iba a ser el siguiente. Finalmen­te, en vez de emular a su colega, plasmó toda esa sensación de desesperanza en “Faith” y, so­bre todo, en “Pornography”, el siguiente trabajo del grupo. Es un disco más violento e intenso que los anteriores y está lleno de menciones a la sangre, las enfer­medades mentales y la muerte. Abre con la canción “One hun­dred years” y lo primero que dice es “It doesn’t matter if we all die” (“no importa si todos morimos”). Y con ese mismo tono recorre las ocho pistas que lo componen.
 
A pesar de que no fue una época emocionalmente reposa­da y positiva para los miembros de la banda, los trabajos que pu­blicaron esos años negros se con­virtieron en su seña de identidad y dejaron una huella profunda en muchos artistas posteriores. La gira de presentación de ese “Pornography” fue un desastre para la estabilidad del grupo, que tras una pelea entre Smith y el bajista Simon Gallup, práctica­mente se separó. Finalmente se quedaron Smith y Tolhurst como dúo y viraron hacia sonidos más tecnopop que, aunque descolo­caron a sus fans de siempre, les consiguieron una presencia per­manente en las listas de ventas. Experimentaron con canciones más movidas y alegres (aunque sus álbumes siempre han con­servado pinceladas de esa congo­ja compositiva) y se sucedieron varios discos bastante eclécticos, especialmente “Kiss me, Kiss me, Kiss me”, que les convirtieron en una de las bandas más populares del momento.
 
Pero, cada cierto tiempo, Ro­bert Smith regresa plenamente a esa angustia vital para hacer un álbum completo de sensaciones asfixiantes y temáticas nebulo­sas. Pasó en 1989 con “Disinte­gration”, probablemente su obra maestra, vertebrada por la nos­talgia, la decepción y el miedo a que se le acabe a uno el tiempo. Y aunque la bruma que envuelve las composiciones de este elepé es permanente, sus letras no se recrean en las menciones explí­citas sobre la muerte como en otros tiempos, quizás por ese miedo a influir de manera fatal en los fans de la banda. Y volvió a pasar en el 2000 con “Bloo­dflowers”, cuidadísimo disco que Smith pensaba que sería la des­pedida de la banda y que, según él, cierra su trilogía siniestra.
 
Diecinueve años después de ese “Bloodflowers”, lejos de sepa­rarse, siguen en activo, celebran­do sus cuatro décadas de vida, salpicando sus discos de letras oscuras y atmósferas densas y recordando que han sido unos maestros a la hora de convertir los temores existenciales en can­ciones conmovedoras.