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Revista Adiós

Nieves Concostrina


Redactora jefa de Adiós Cultural.

Firmas | Nieves Concostrina escribe sobre Tesla

21 de febrero de 2019

No debió de ser un tipo fácil, pero fue un genio

Nieves Concostrina escribe sobre Tesla

Si Guglielmo Marconi no hubiera utilizado 17 patentes de Nikola Tesla, todavía estaría intentando apropiarse del invento de la radio. Si Thomas Alva Edison no le hubiera puesto mil zancadillas, jamás hubiera impuesto su corriente continua (CC) a la corriente alterna (AC) por la que apostó Nikola Tesla y que es la que ha acabado iluminando el mundo.

La tarde del primer entierro de Edison en 1931, en un cementerio de New Jersey, el presidente Herbert Hoover pidió a los estadounidenses que apagaran la luz en señal de homenaje.

Durante el funeral de Marconi en Roma, en 1937, las estaciones de radio de EEUU dejaron de emitir durante un minuto, las del imperio británico pararon durante dos minutos y en Italia desenchufaron cinco minutos.

Cuando murió Nikola Tesla nadie apagó nada. Tesla murió en la habitación 3327 del hotel New Yorker, en Nueva York, donde vivía desde hacía diez años y donde había cumplido los 86 en soledad, como a él le gustaba. Una soledad que mantuvo hasta dos días después de su muerte porque había colgado de la puerta el cartel de no molestar. No le faltaron a Tesla unos solemnes y tensos funerales. Solemnes, porque era ciudadano estadounidense y no dejaba de ser un genio; y tensos, porque falleció en plena Segunda Guerra Mundial, el 7 de enero de 1943, y sus orígenes eran políticamente confusos.

Nació en un pueblo de la actual Croacia, pero en el momento de nacer Croacia pertenecía al imperio austrohúngaro; cuando murió se supone que ya era yugoslavo, pero en realidad en el 43 Yugoslavia ya no existía porque los nazis se habían cargado el reino. Los serbios consideran a Nikola Tesla de los suyos, y de hecho lo tienen ellos. El científico está en Belgrado, capital de la República Serbia, pese a que nunca pisó la Serbia actual.




La pregunta es: si era croata de nacimiento y murió en Nueva York ¿por qué diablos acabó en Serbia? ¿cómo llegó? Y la respuesta más simple es, evidentemente, porque lo llevaron sin preguntar. Hecho polvo. Después de sus funerales en la catedral de St. John de Nueva York, en los que su féretro estuvo tapado mitad y mitad por las banderas estadounidense y yugoslava, y con los croatas sentados en un lado del templo y los serbios en el otro, para que no discutieran, a Tesla se lo llevaron a incinerar.

Las cenizas se las quedó su sobrino y heredero, que a partir de entonces mantuvo una lucha legal con el gobierno de Estados Unidos porque los yanquis abrieron la caja fuerte de Tesla y se quedaron con todos sus papeles. En los años cincuenta, el sobrino por fin consiguió que le devolvieran los archivos de Tesla y esa fue la base para crear el museo de Nikola Tesla en Belgrado. Y cuando ya estaba todo el museo montado y organizado, se notaba que allí faltaba algo. Faltaba el propio Tesla. Sus cenizas están dentro de una urna dorada con forma de esfera, porque esa era su figura geométrica favorita.


Esfera con las cenizas de Nikola Tesla (1856-1943) Museo Nikola Tesla

En 2014, sin embargo, la Iglesia ortodoxa serbia, conchabada con el gobierno, amenazó por su cuenta y riesgo con retirar las cenizas de Tesla del museo para enterrarlas en una catedral... amenaza que frenaron los propios ciudadanos de Belgrado a base de protestas, manifestaciones y movilizaciones en las redes sociales recordándole al patriarca de la iglesia ortodoxa serbia que se metiera en sus asuntos religiosos y dejara a la ciencia en paz.
Los ánimos se calmaron ante la feroz oposición que se encontró la Iglesia, pero a mediados de 2016 volvieron a la carga para conseguir enterrar las cenizas de Tesla en la catedral de San Sava. ¿Es que acaso era religioso Tesla y alguien se está preocupando por darle su sitio espiritual? Rotundamente no.
Lo más cerca que estuvo Tesla de la religión fue cuando su padre lo quiso meter a cura. Pero Tesla estuvo a punto de morir de cólera siendo muy jovencito y su padre le prometió que si se curaba le dejaría ser ingeniero, que era lo que él quería. Por eso se libró.
Hoy por hoy, el lugar más sagrado para Nikola Tesla es su museo, con sus ingenios y entre su ciencia. Dejen a Tesla a su bola.