jueves, 28 de marzo de 2024
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Revista Adiós

Pedro Cabezuelo


Psicólogo clínico. pedrocg2001@yahoo.es

Conciencia | ¿A qué juegan los sueños?

04 de diciembre de 2018

Los sueños serían manifestaciones de los distintos procesos que se dan en nuestro cerebro, y no sólo realizaciones de deseos. Sensaciones y percepciones como el hambre, la sed o el frio.

¿A qué juegan los sueños?

Esta conclusión del célebre soliloquio de Segismundo en “La vida es sueño”  sería  un  buen  resumen  de  este  artículo:  los  sueños  se  entienden  fatal. 

Aunque no era exactamente esto a lo que se refería  Calderón,  si  la  tomamos  literalmente  es exactamente lo que ocurre. Desde la vigilia, los  sueños  son  lo  sufí-  cientemente  extraños  como  para  que  nos  preguntemos  qué  significan  esas  imágenes  que  nos  asaltan  mientras  dormimos.  Los  elementos  y  personajes  aparecen   en   contextos   extraños   –incluso   disparatados– y las situaciones que se desarrollan  suelen  ser  más  o  menos  surrealistas. 

Pero  dentro  del  sueño  casi  nada  nos  resulta  extraño: la sensación de extrañeza surge normalmente al despertar. Determinados sueños son  muy  raros.  Tanto,  que  hacen  que  nos  preguntemos qué querrán decir. Aunque quizá,  la  pregunta  que  deberíamos  hacernos  es  qué nos estamos diciendo a nosotros mismos.

Qué son los sueños

Antes  de  comenzar,  diremos  lo  que  no  son.  No son premoniciones, ni oráculos. No sirven para  adivinar  el  futuro,  ni  para  predecir  qué  va a pasar. No son señales de buena suerte, ni  de  mala: no  son  augurios  de  nada.  Soñar  con  la  muerte  no  significa  que  alguien  vaya  a  morir,  del  mismo  modo  que  soñar  con  dinero  no  es  señal  de  que  tendremos  éxito  en  nuestros  negocios.  Una  interpretación  lineal,  unívoca  de  un  sueño,  puede  hacerla  alguien  que  echa  las  cartas  o  lee  el  futuro  telefónicamente, o en una barraca de feria. Pero no hay  un  diccionario  universal  de  sueños  válido  para  todo  el  mundo.  Cada  persona  tiene  un  mundo  interno  único,  y  maneja  su  propio  diccionario  de  símbolos,  único  también.  Pero tener un mundo simbólico propio no quita para que compartamos otros muchos símbolos.  Gracias  a  los  símbolos  compartidos  nos  entendemos unos a otros. Y por eso algunos sueños, como aquellos en que volamos o en los  que  aparecemos  muertos,  se  parecen  y  se  repiten  entre  las  personas.  Son  símbolos  importantes para nosotros en mayor o menor medida.  Pero  aunque  sean  compartidos,  no  significan exactamente lo mismo para todos.
Por  eso  para  interpretar  un  sueño  es  básico  conocer la constelación simbólica del soñante. Algo que no es fácil ni rápido. Los sueños los crea nuestro aparato psíquico, pero no como lo haría el pensamiento racional  consciente.  Tienen  una  lógica  y  una  razón  distintas  a  las  que  rigen  la  razón  y  la  lógica simbólica clásica. Ello se debe a que se construyen  por  una  parte  de  nuestra  psique  que  no  sigue  las  pautas  ni  las  recomendaciones de la razón científica: el inconsciente.
Para  poder  entenderlos  se  necesita  también  conocer su funcionamiento. Del mismo modo que nuestra parte consciente y racional, el inconsciente también se maneja con símbolos.
Pero  son  otros  símbolos.  En  el  inconsciente,  los  significantes  (el  contenido  manifiesto,  lo  que  aparece  en  el  sueño)  no  están  necesariamente  unidos  a  los  mismos  significados  que en nuestra consciencia. El significado de una señal de STOP está claro desde la consciencia,  y  es  compartido  por  todos.  Significa  que  hay  que  parar  obligatoriamente.  Soñar  con  una  señal  de  STOP  no  significa  necesariamente  lo  mismo.  En  sueños  esa  señal  sería  con  toda  probabilidad,  símbolo  de  algo  distinto.
Una  cosa  es  lo  que  aparece  en  el  sueño y otra lo que significa. El significado más o  menos  oculto  es  lo  que  se  conoce  como  contenido latente. La unión, la relación entre significantes y significados, entre contenidos manifiestos  y  contenidos  latentes,  se  rige  por las reglas que operan en el inconsciente.
El  contenido  latente  –  el  significado–,  es  lo  que  se  nos  escapa,  lo  que  no  alcanzamos  a entender. Identificamos los elementos que aparecieron  en  un  sueño,  podemos  ponerle  palabras y decir qué era, pero no les podemos  poner  significado. 
Eso  nos  causa  perplejidad. No podemos entender por qué una noche, sin haber pensado en él, aparece un amigo de la infancia –del que no nos acordábamos ni sabíamos nada desde hace decenios–  dentro  de  una  furgoneta  verde  escuchando música con un “walkman” antiguo.
Un ejemplo real de las extrañas asociaciones que  establece  nuestra  psique  cuando  entra  en “modo sueño”.

Las reglas del inconsciente

Al  hablar  del  inconsciente  y  de  los  sueños, es  obligado  mencionar  a  Freud.  Una  de  sus  obras  más  conocidas  –y  controvertidas–  es  “La  interpretación  de  los  sueños”,  publicada  en  1900.  Mucho  se  ha  discutido  desde  entonces  sobre  sus  postulados  y  conclusiones,  y no será en este artículo donde sigamos haciéndolo. Básicamente, los sueños serían para Freud  una  realización  fantaseada  de  deseos  de  origen  sexual.
Hoy,  casi  120  años  después,  sabemos  que  en  los  sueños  aparecen  deseos,  sí,  pero  no  solo.  Hay  también  restos  diurnos,  temores,  asociaciones  lingüísticas  y  visuales, preocupaciones, asuntos pendientes o algo que no hemos logrado entender racionalmente y que nuestra psique, una vez dormidos, continúa tratando de entender. Eso sí, con  mayor  libertad,  casi  sin  la  censura  y  las  normas  de  la  parte  consciente  racional.  Con  otras  reglas.  Así,  los  sueños  serían  manifestaciones de los distintos procesos que se dan en nuestro cerebro, y no solo realizaciones de deseos. Sensaciones y percepciones como el hambre, la sed o el frío; imágenes asociadas a significados (en función de cómo se escriban, se pronuncien, como sea su color, su sonido); emociones  como  el  miedo,  la  ira,  la  alegría;  deseos,   represiones,   frustraciones,   amor,   odio...  todo  ello  puede  aparecer  en  un  sueño. Aunque eso sí, casi nunca de forma clara y evidente. Siempre aparecerá pasado por el tamiz  del  inconsciente  y  sus  reglas.  Veamos  brevemente cuáles son y cómo es su funcionamiento.

Los sueños se entienden mal porque –ya lo hemos dicho– el inconsciente no funciona desde la lógica clásica. Es muy económico y trata  de  decir  muchas  cosas  con  pocos  significantes.  Así,  un  significante  puede  aglutinar  varios  significados  al  mismo  tiempo:  el  inconsciente  elegirá  el  significante  que  le  permita decir más cosas a la vez.  Esa característica se llama condensación. Hace que los sueños nos parezcan intensos y también que parezca que duran mucho tiempo. En realidad, algunos  sueños  que  parecen  largos  pueden  haber durado unos pocos segundos. Es como si necesitáramos “dilatar el tiempo” para que “quepa”  toda  la  información  condensada  en  un solo símbolo, para poder asimilarla.

El  inconsciente  puede  construir  imágenes  y  asociaciones  de  todo  tipo  sin  importar que para la razón sea un disparate. Algo puede  ser  y  no  ser  simultáneamente,  ser  mayor y menor al mismo tiempo, estar vivo y a la vez estar muerto. Cualquier contradicción que observemos desde la consciencia, no será percibida como tal durante el sueño: la ausencia de contradicción es una de sus características. Otra es la atemporalidad. Pueden mezclarse sucesos, emociones y personajes del pasado con los del presente. Sin problema alguno. Y los contenidos del pasado que aparezcan, pueden hacerlo tal y como estaban, con la misma emoción asociada, la de aquel momento, tal y como quedó. El principio del placer también opera en el inconsciente, como planteó Freud, relegando a un segundo plano al principio de realidad. Busca lo que desea, huye del dolor. Y para lograrlo –aunque sea de forma ilusoria– puede valerse de un mecanismo conocido como desplazamiento. El desplazamiento es sencillamente un pequeño ardid de nuestro inconsciente para mostrarnos lo que no podemos o queremos ver. Por ejemplo, conscientemente puede que no nos permitamos odiar (o desear) a una persona, pero si desplazamos ese sentimiento a otra persona (o cosa), burlaremos la censura consciente, y podrá aflorar ese sentimiento reprimido.

Condensaciones, ausencia de lógica “de la de verdad” (como decía un paciente) atemporalidad, desplazamientos... viendo las contradicciones, disparates y sinsentidos que encierran los sueños, no es de extrañar que se entiendan mal. Por eso, si queremos entenderlos, deben analizarse junto a un profesional serio que nos ayude a ir “traduciéndolos”, que nos ayude a comprender nuestro diccionario simbólico. En un entorno adecuado, como es una psicoterapia, algunos sueños se analizan y se entienden con rapidez. Otros pueden tardarse años en ser entendidos. Dependerá entre otras cosas del contenido, de las defensas de cada uno, de la capacidad de asociar libremente a partir del sueño y también de la “maña” del psicoterapeuta que nos ayude.

Durante el análisis es importante también recuperar los sentimientos y emociones que le acompañaban: si era placentero, agradable, desagradable, o angustioso. Eso nos ayudará a clarificar y comprender mejor su significado. Porque podemos soñar con que estamos muertos y la sensación, en cambio, ser de liberación, alivio e incluso alegría. Para empezar a analizar este sueño, podríamos preguntarnos qué nos causaría alegría si acabase, o qué parte de nuestra vida desearíamos que finalizara.

Luego hay que comenzar a hablar y asociar libremente sobre los elementos que aparecen en el sueño. Comenzarán a surgir nuevas respuestas, nuevas asociaciones, hasta que la narrativa onírica cobre un significado nuevo. Y si algún lector lo hace y se le ocurre qué puede significar un sueño así... que tenga en cuenta que esa explicación sólo serviría para él.

Foto: Jesús Pozo