Esta conclusión del célebre soliloquio de Segismundo en “La vida es sueño” sería un buen resumen de este artículo: los sueños se entienden fatal.
Aunque no era exactamente esto a lo que se refería Calderón, si la tomamos literalmente es exactamente lo que ocurre. Desde la vigilia, los sueños son lo sufí- cientemente extraños como para que nos preguntemos qué significan esas imágenes que nos asaltan mientras dormimos. Los elementos y personajes aparecen en contextos extraños –incluso disparatados– y las situaciones que se desarrollan suelen ser más o menos surrealistas.
Pero dentro del sueño casi nada nos resulta extraño: la sensación de extrañeza surge normalmente al despertar. Determinados sueños son muy raros. Tanto, que hacen que nos preguntemos qué querrán decir. Aunque quizá, la pregunta que deberíamos hacernos es qué nos estamos diciendo a nosotros mismos.
Qué son los sueños
Antes de comenzar, diremos lo que no son. No son premoniciones, ni oráculos. No sirven para adivinar el futuro, ni para predecir qué va a pasar. No son señales de buena suerte, ni de mala: no son augurios de nada. Soñar con la muerte no significa que alguien vaya a morir, del mismo modo que soñar con dinero no es señal de que tendremos éxito en nuestros negocios. Una interpretación lineal, unívoca de un sueño, puede hacerla alguien que echa las cartas o lee el futuro telefónicamente, o en una barraca de feria. Pero no hay un diccionario universal de sueños válido para todo el mundo. Cada persona tiene un mundo interno único, y maneja su propio diccionario de símbolos, único también. Pero tener un mundo simbólico propio no quita para que compartamos otros muchos símbolos. Gracias a los símbolos compartidos nos entendemos unos a otros. Y por eso algunos sueños, como aquellos en que volamos o en los que aparecemos muertos, se parecen y se repiten entre las personas. Son símbolos importantes para nosotros en mayor o menor medida. Pero aunque sean compartidos, no significan exactamente lo mismo para todos.
Por eso para interpretar un sueño es básico conocer la constelación simbólica del soñante. Algo que no es fácil ni rápido. Los sueños los crea nuestro aparato psíquico, pero no como lo haría el pensamiento racional consciente. Tienen una lógica y una razón distintas a las que rigen la razón y la lógica simbólica clásica. Ello se debe a que se construyen por una parte de nuestra psique que no sigue las pautas ni las recomendaciones de la razón científica: el inconsciente.
Para poder entenderlos se necesita también conocer su funcionamiento. Del mismo modo que nuestra parte consciente y racional, el inconsciente también se maneja con símbolos.
Pero son otros símbolos. En el inconsciente, los significantes (el contenido manifiesto, lo que aparece en el sueño) no están necesariamente unidos a los mismos significados que en nuestra consciencia. El significado de una señal de STOP está claro desde la consciencia, y es compartido por todos. Significa que hay que parar obligatoriamente. Soñar con una señal de STOP no significa necesariamente lo mismo. En sueños esa señal sería con toda probabilidad, símbolo de algo distinto.
Una cosa es lo que aparece en el sueño y otra lo que significa. El significado más o menos oculto es lo que se conoce como contenido latente. La unión, la relación entre significantes y significados, entre contenidos manifiestos y contenidos latentes, se rige por las reglas que operan en el inconsciente.
El contenido latente – el significado–, es lo que se nos escapa, lo que no alcanzamos a entender. Identificamos los elementos que aparecieron en un sueño, podemos ponerle palabras y decir qué era, pero no les podemos poner significado.
Eso nos causa perplejidad. No podemos entender por qué una noche, sin haber pensado en él, aparece un amigo de la infancia –del que no nos acordábamos ni sabíamos nada desde hace decenios– dentro de una furgoneta verde escuchando música con un “walkman” antiguo.
Un ejemplo real de las extrañas asociaciones que establece nuestra psique cuando entra en “modo sueño”.
Las reglas del inconsciente
Al hablar del inconsciente y de los sueños, es obligado mencionar a Freud. Una de sus obras más conocidas –y controvertidas– es “La interpretación de los sueños”, publicada en 1900. Mucho se ha discutido desde entonces sobre sus postulados y conclusiones, y no será en este artículo donde sigamos haciéndolo. Básicamente, los sueños serían para Freud una realización fantaseada de deseos de origen sexual.
Hoy, casi 120 años después, sabemos que en los sueños aparecen deseos, sí, pero no solo. Hay también restos diurnos, temores, asociaciones lingüísticas y visuales, preocupaciones, asuntos pendientes o algo que no hemos logrado entender racionalmente y que nuestra psique, una vez dormidos, continúa tratando de entender. Eso sí, con mayor libertad, casi sin la censura y las normas de la parte consciente racional. Con otras reglas. Así, los sueños serían manifestaciones de los distintos procesos que se dan en nuestro cerebro, y no solo realizaciones de deseos. Sensaciones y percepciones como el hambre, la sed o el frío; imágenes asociadas a significados (en función de cómo se escriban, se pronuncien, como sea su color, su sonido); emociones como el miedo, la ira, la alegría; deseos, represiones, frustraciones, amor, odio... todo ello puede aparecer en un sueño. Aunque eso sí, casi nunca de forma clara y evidente. Siempre aparecerá pasado por el tamiz del inconsciente y sus reglas. Veamos brevemente cuáles son y cómo es su funcionamiento.
Los sueños se entienden mal porque –ya lo hemos dicho– el inconsciente no funciona desde la lógica clásica. Es muy económico y trata de decir muchas cosas con pocos significantes. Así, un significante puede aglutinar varios significados al mismo tiempo: el inconsciente elegirá el significante que le permita decir más cosas a la vez. Esa característica se llama condensación. Hace que los sueños nos parezcan intensos y también que parezca que duran mucho tiempo. En realidad, algunos sueños que parecen largos pueden haber durado unos pocos segundos. Es como si necesitáramos “dilatar el tiempo” para que “quepa” toda la información condensada en un solo símbolo, para poder asimilarla.
El inconsciente puede construir imágenes y asociaciones de todo tipo sin importar que para la razón sea un disparate. Algo puede ser y no ser simultáneamente, ser mayor y menor al mismo tiempo, estar vivo y a la vez estar muerto. Cualquier contradicción que observemos desde la consciencia, no será percibida como tal durante el sueño: la ausencia de contradicción es una de sus características. Otra es la atemporalidad. Pueden mezclarse sucesos, emociones y personajes del pasado con los del presente. Sin problema alguno. Y los contenidos del pasado que aparezcan, pueden hacerlo tal y como estaban, con la misma emoción asociada, la de aquel momento, tal y como quedó. El principio del placer también opera en el inconsciente, como planteó Freud, relegando a un segundo plano al principio de realidad. Busca lo que desea, huye del dolor. Y para lograrlo –aunque sea de forma ilusoria– puede valerse de un mecanismo conocido como desplazamiento. El desplazamiento es sencillamente un pequeño ardid de nuestro inconsciente para mostrarnos lo que no podemos o queremos ver. Por ejemplo, conscientemente puede que no nos permitamos odiar (o desear) a una persona, pero si desplazamos ese sentimiento a otra persona (o cosa), burlaremos la censura consciente, y podrá aflorar ese sentimiento reprimido.
Condensaciones, ausencia de lógica “de la de verdad” (como decía un paciente) atemporalidad, desplazamientos... viendo las contradicciones, disparates y sinsentidos que encierran los sueños, no es de extrañar que se entiendan mal. Por eso, si queremos entenderlos, deben analizarse junto a un profesional serio que nos ayude a ir “traduciéndolos”, que nos ayude a comprender nuestro diccionario simbólico. En un entorno adecuado, como es una psicoterapia, algunos sueños se analizan y se entienden con rapidez. Otros pueden tardarse años en ser entendidos. Dependerá entre otras cosas del contenido, de las defensas de cada uno, de la capacidad de asociar libremente a partir del sueño y también de la “maña” del psicoterapeuta que nos ayude.
Durante el análisis es importante también recuperar los sentimientos y emociones que le acompañaban: si era placentero, agradable, desagradable, o angustioso. Eso nos ayudará a clarificar y comprender mejor su significado. Porque podemos soñar con que estamos muertos y la sensación, en cambio, ser de liberación, alivio e incluso alegría. Para empezar a analizar este sueño, podríamos preguntarnos qué nos causaría alegría si acabase, o qué parte de nuestra vida desearíamos que finalizara.
Luego hay que comenzar a hablar y asociar libremente sobre los elementos que aparecen en el sueño. Comenzarán a surgir nuevas respuestas, nuevas asociaciones, hasta que la narrativa onírica cobre un significado nuevo. Y si algún lector lo hace y se le ocurre qué puede significar un sueño así... que tenga en cuenta que esa explicación sólo serviría para él.
Foto: Jesús Pozo