sábado, 20 de abril de 2024
Enalta
Revista Adiós

Ginés García Agüera


Periodista especializado en cine. Colaborador de "Adiós Cultural" desde el número 1.

Firmas | Los chicos de la foto en la que no pudo estar Jonh Ford

20 de noviembre de 2018

Los chicos de la foto en la que no pudo estar Jonh Ford

 Allá por el otoño de 1972, si paseabas por una de las amplias y esplendorosas aveni­das de Beverly Hills, en Los Án­geles, California, podías entrever, por encima de un seto bajito y entre los ramajes de árboles gene­rosos, la mansión del director de cine George Cukor; una casa ele­gante, lujosa, en cuyos jardines se apreciaban auténticas esculturas romanas y una majestuosa pisci­na. En el interior de la choza, una mañana de noviembre de aquel año, Cukor, autor de películas co­mo “Historias de Filadelfia”, “La dama de las camelias”, “Ha naci­do una estrella” o “My Fair Lady”, esperaba con impaciencia a un grupo de invitados a los que ha­bía convocado él mismo para un almuerzo entre amigos.

Alrededor del mediodía, un coche negro y algo destartala­do se detuvo frente a uno de los ventanales de la mansión. Del vehículo salió un hombre negro, corpulento, de casi dos metros de estatura, que inmediatamente sacó de la parte de atrás del coche el cuerpo de un anciano delgado, con la carne pegada a los huesos de pura delgadez, con un puro ha­bano humeante entre los dedos de su mano derecha, con un par­che en el ojo izquierdo, gruesos lentes de concha y un sombrero de vaquero. El hombre negro, car­gado con la carne y los huesos del viejo, cruzó a grandes zancadas el jardín, entró en la sala de estar de George Cukor y tras saludar al dueño de la casa depositó el cuer­po del anciano a bordo de un lujo­so sofá de color crema.

El anciano, respondía al nom­bre de John Ford, un director de cine considerado por muchos el más brillante de la historia del séptimo arte, responsable de joyas como “La diligencia”, “Las uvas de la ira”, “Centauros del de­sierto”, “El hombre tranquilo” o “El hombre que mató a Liberty Va­lance”, por apuntar solo algunas de sus obras maestras. Sin duda, uno de los más grandes creado­res cinematográficos de todos los tiempos. Por aquel otoño de 1972, Ford ya padecía un doloroso cán­cer de estómago que le llevaría pocos meses después a la tumba, y ahora, en agosto pasado, se han cumplido cuarenta y cinco años de su desaparición.
 
 Aquel día, el viejo cineasta de origen irlandés almorzó frugal­mente algo de pescado y fruta, charló con el resto de comensa­les animadamente, apuntó que tenía previsto dirigir todavía una película antes de que la muerte llamara a su puerta y, minutos después de terminar la comida, pidió que avisaran a su ayudante para que le devolviera a casa. Es­taba cansado. El hombre negro y corpulento volvió a cargar con el director hasta el coche, desapare­ciendo de la casa de Cukor y de la vida de los que allí se quedaron.

 Una lástima, porque minutos des­pués, a alguien se le ocurrió que sería una buena idea llamar a un fotógrafo para que inmortalizara aquel singular encuentro de ami­gos. Y así ocurrió.

El resultado es la imagen que ya se ha hecho inmortal, en la que una decena larga de nom­bres y apellidos irrepetibles, im­perecederos, posaron para una fotografía sin duda histórica. La imagen de lo que más tarde se llamó “los chicos de la foto” y en la que no estuvo, o no pudo estar, un tal John Ford. Termi­naba de irse. De hecho, uno de los presentes en aquel almuer­zo, el cineasta español Luis Bu­ñuel, cuando observaba cómo su colega era llevado a cuestas hasta su coche, comentó en voz alta: “Éste se nos va”, expresión difícilmente traducible para el resto de los asistentes que allí se encontraban, todos ellos angloparlantes. Se nos va, se nos iba el gigante John Ford.

La historia de “los chicos de la foto” con la ausencia de Ford, sucedió más o menos así: en no­viembre de 1972, George Cukor se enteró de que Luis Buñuel, andaba por Los Ángeles promo­cionando su última película “El discreto encanto de la burgue­sía”, y decidió invitarle a su casa a un almuerzo en buena com­pañía. Cukor admiraba profun­damente el cine del aragonés y quería conocerle personalmen­te y aprovechar para convocar en su casa a un grupo de ami­gos para el encuentro. Buñuel aceptó encantado; el respeto y admiración eran recíprocos, y se personó en la lujosa man­sión, puntualmente como era su costumbre, acompañado de su productor, Serge Silberman, el guionista Jean Claude Carriè­re, y su hijo Juan Luis. Minutos más tarde empezó a aparecer el resto de los invitados ante la estupefacción y asombro de Buñuel: John Ford, a lomos de su ayudante, Billy Wilder, di­rector de “El crepúsculo de los dioses” y “El apartamento”; Ro­bert Mulligan, autor de “Matar a un ruiseñor” y “Verano del 42”; Robert Wise, responsable de “Sonrisas y lágrimas” y “West Si­de history”; William Wyler, que había firmado “Ben-Hur” y “Los mejores años de nuestra vida”; Rouben Mamoulian, realizador de “La reina Cristina de Sue­cia” y “Sangre y arena”; George Stevens, director de “Un lugar en el sol” y “Raíces profundas”; y hasta el mismísimo Alfred Hitchcock, ahí es nada. Proba­blemente, nunca se ha llevado a cabo reunión, almuerzo o en­cuentro en el que se haya con­gregado un grupo de talentos y creadores tan importante como aquel, en casa de George Cukor.

Todos en torno a don Luis Bu­ñuel , que no salía de su asombro contemplando cómo había podi­do reunirse un ramillete de genios tan espectacular alrededor de su persona. Y porque no pudo apa­recer por encontrarse enfermo el viejo Fritz Lang. El mejor cine del siglo XX (y probablemente de todos los tiempos) estaba re­presentado por sus verdaderos creadores.

De allí salió la fotografía que ha hecho historia. Como si de un equipo de fútbol se tratase. De pie, y de izquierda a derecha, Robert Mulligan, William Wyler, George Cukor, Robert Wise, Jean Claude Carrière y Serge Silber­man. Sentados, y con la misma panorámica, Billy Wilder, Geor­ge Stevens, Luis Buñuel, Alfred Hitchcock y Rouben Mamou­lian. Hay un hueco en la imagen. No estaba John Ford. Se había ido minutos antes. Se nos había ido. Unos pocos meses después, para siempre.

Foto (De pie, empezando por la izquierda, Robert Mulligan, William Wyler, George Cukor, Robert Wise, Jean Claude Carrière (el hueco donde debería haber estado JohnFord) y Serge Silberman. Sentados, Billy Wilder, George Stevens, Luis Buñuel, Alfred Hitchcock y  Rouben Mamoulian)