viernes, 19 de abril de 2024
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Revista Adiós

JAVIER DEL HOYO / Ruiseñor

07 de marzo de 2019

JAVIER DEL HOYO / Ruiseñor

¿Ruiseñor?
A más de uno ha de sorprenderle esta entrada en un diccionario de términos funerarios.
 Su vinculación con la muerte y el duelo procede de un mito griego, aquel en el que el rey Tereo, casado con Procne, se enamora de la hermana pequeña de ésta, Filomela, al recordarle físicamente a su hermana mayor.
La viola y le corta la lengua para que no pueda contarle nada a su hermana.

Pero Filomela, gran tejedora, describirá con su lanzadera en un tapiz la terrible acción del rey. La venganza será terrible, puesto que las dos hermanas conciben matar a Itis, hijo de Tereo y Procne, cocinarlo y servírselo en un banquete (¿no les recuerda al “Titus Andronicus” de Shakespeare?).
Cuando él descubre el origen de aquella sabrosa carne, las persigue espada en mano, pero ellas invocan a los dioses que les cambie su figura.
Estos las transformarán a Filomela en ruiseñor (que es su significado en latín), a Procne en golondrina y a Tereo en abubilla (o gavilán según el mitógrafo Higino).
Sí, la tradición antigua sostenía que el ruiseñor sólo canta de noche y tiene una especie de quejido o lamento prolongado porque está recordando la muerte de Itis.
El canto es inolvidable por su volumen, su variedad de notas y por la fuerza con que es emitido. Consiste en una sucesión de notas repetidas, unas roncas, otras líquidas, con un ‘piu’ aflautado, primero lento y luego alcanzando un crescendo.
Este sentido fúnebre lo incluye F. García Lorca en “Doña rosita la soltera”, obra en la que hará decir a la protagonista en décimas:
“¡Qué luto de ruiseñores / dejas a mi juventud, / pues siendo norte y salud / tu fi gura y tu presencia, / rompes con tu cruel ausencia / las cuerdas de mi laúd!”. A lo que el primo le responderá: “¡Ay, prima mía, ruiseñor / en la nevada...!”.
García Lorca, buen conocedor del mundo clásico, juega aquí con una imagen visual preciosa: el contraste entre el negro funesto del ruiseñor con el blanco de la nevada.
Fray Luis de Granada escribió de ella:
“Desta ave se lee que el día que siente allegarse su muerte, se sube a un árbol alto, y antes que el Sol salga, comienza a cantar muy dulcemente... mas salido ya el Sol... levanta más la voz y canta con mayor dulzura... Mas cuando el Sol se va empinando y el calor va creciendo, entonces cantando se deshace, y cuanto más alto canta, tanto más se enciende... Pero al mediodía, cuando el mundo arde, entonces rompe las entrañas con grandes clamores, y así da fi n a su canto con grandes dolores... Llegada ya la hora de nona, inclinada la cabeza, da fin a su vida”.