sábado, 20 de abril de 2024
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Revista Adiós

El Mausoleo de Halicarnaso (revista nº 129)

10 de abril de 2018

Maravilla de la antigüedad

El Mausoleo de Halicarnaso (revista nº 129)

El Mausoleo de Halicarnaso ha sido, y sigue siendo, el monumento funerario más famoso construido jamás por mano humana. Realizado en el siglo IV a.C., sirvió como sepulcro en el que rendir homenaje al sátrapa Mausolo. Tan espectacular fue este edificio funerario, que fue considerado una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Tanta repercusión ha tenido, que hoy en día seguimos llamando “mausoleo” al monumento funerario de grandes dimensiones, utilizando así el nombre particular de este gobernante y su famosa tumba. Mausolo es uno de los difuntos más famosos de la historia, un nombre asociado al mundo funerario por la gran tumba que se construyó.
 
El difunto Mausolo
 
Mausolo fue el sátrapa de Caria; es decir, el gobernador de una de las provincias de Persia. Era hijo de Hecatomno, el fundador de la dinastía de los Hecatómnidas, subiendo al poder a la muerte de su padre en el año 377 a.C. Fue precisamente Mausolo quien trasladó la capital desde Milasa (hoy Milas, Turquía) a Halicarnaso (actual Bodrum, también en Turquía), reubicando allí a seis tribus provenientes de varios asentamientos carios. La razón de este traslado fue la privilegiada ubicación de Halicarnaso, en la costa suroccidental de Caria (Asia Menor). Este enclave era perfecto para el comercio y circulación por el Egeo.
Halicarnaso pertenecía a la región Caria, que ocupaba parte de la costa suroccidental de Asia Menor, al suroeste de la actual Turquía. El sitio original donde se fundó la ciudad fue la minúscula isla de Cefiria, ubicada frente a la costa. Esta isla se unió al continente mediante un dique, incorporándose así a la población que existía en tierra firme y llegando a ser una próspera comunidad. Aquí nació Heródoto en el 484 a.C., considerado el “padre de la Historia”, y el también historiador Dionisio de Halicarnaso, aproximadamente en el 60 a.C. El traslado de la capitalidad aquí, además de la estabilidad que logró durante su gobierno, le permitió tener los recursos para invertir en edificaciones en la nueva capital. La ciudad se llenó de arte y bellas construcciones, entre las que se encontraba su mausoleo. Murió en el año 353 a.C., dejando a su esposa Artemisia en el poder.
 
Artemisia y la construcción del mausoleo
 
Ya en la antigüedad, el geógrafo Estrabón y el naturalista Plinio atribuyeron la construcción del sepulcro de Mausolo a una mujer: Artemisia II. Se trataba de la esposa y hermana del sátrapa, siguiendo la costumbre egipcia y oriental de casarse con un familiar cercano. A la muerte de Mausolo ella asumió el poder, y su llegada al trono provocó revueltas en algunas ciudades por el hecho de ser mujer. Como sucedió en Rodas, que envió una flota contra ella. Artemisia urdió una inteligente estrategia que dejó clara su posición indiscutible como gobernante eficaz. A pesar de esta faceta, Artemisia II ha pasado a la historia por sus extravagancias relativas a la muerte de su esposo, como por ejemplo beberse sus cenizas disueltas en la bebida. Se la mitificó como viuda doliente, como ideal de mujer que pena un dolor extremo por la muerte de su marido. Como resultado de estos sentimientos, nos dicen las fuentes antiguas, había construido el sepulcro de Mausolo.
En realidad, todas estas leyendas son poco creíbles para la investigación actual. Artemisia II murió en el 351 a.C., a los dos años de la muerte de su cónyuge. Este hecho hace poco probable que le diera tiempo a planificar y construir el monumento funerario. Dos años es poco tiempo para una labor tan ingente. Además, estudiando el programa de construcciones en Halicarnaso al convertirse en capital, da la impresión de que la tumba fue proyectada en el mismo instante que se planificaron las ampliaciones. Por eso se cree que fue el propio Mausolo quien planificó su tumba, seguramente de manera conjunta con su hermana. Incluso se piensa que lo más probable es que se empezara a construir estando él en vida. Al morir, Artemisia II continuó con los trabajos que había iniciado de manera conjunta con su pareja.
 
¿Cómo era el monumento?
 
Conocemos exactamente dónde estaba ubicado el sepulcro de Mausolo gracias a las excavaciones arqueológicas que los británicos realizaron en el siglo XIX, pero, desgraciadamente, de su arquitectura apenas se conserva algo y muy deteriorado. Es decir, el monumento ha llegado en un estado tan fragmentado, que intentar reconstruir cómo era no es tarea fácil. Se sabe que tendría un espacio sagrado de casi 13.000 metros cuadrados alrededor repleto de vegetación, y con un camino que conducía hacia el sepulcro; estaría delimitado por un muro realizado con bloques de piedra caliza y mármol. También se cree que, al estar situado en una zona con pendiente, se construyó sobre una plataforma aterrazada que permitía salvar el desnivel. Esta plataforma estaba rodeada de un muro de períbolo, que es un cercado realizado a base de árboles o plantas. Es muy importante saber que este tipo de cercados tenían un carácter sagrado. Se ponían en los templos y estaban consagrados al dios. De esta manera resulta evidente pensar en aire de sagrado que se le quiso dar al enterramiento.
El mausoleo en sí mismo estaba en la parte nororiental de este espacio sagrado. Tenía una cámara sepulcral que fue saqueada por los caballeros cruzados. Aquí, por encima del nivel del suelo, debió de estar el cuerpo de Mausolo. Mirándolo de frente, de abajo a arriba, tendría un pódium, una columnata, una pirámide de 24 escalones y encima una cuadriga con sus cuatro caballos. Se hizo con caliza de color azulado en algunas de sus partes, y tres variedades de mármol, que dotaron a la obra de preciosos matices: mármol del Pentélico: proveniente de las cercanías de Atenas. Contiene un poco de hierro, por lo que su superficie tiene una fina capa dorada por oxidación al quedar expuesto al aire; mármol de Paros: proveniente de la isla griega homónima, era de color blanco puro, grano fino y semi-translúcido; y mármol Proconnesio: proveniente de la actual isla de Mármara (Turquía), que era de color blanco uniforme o con vetas gris-azuladas, y cristales de gran tamaño.
 
La decoración escultórica
 
El matrimonio debía de tener claro desde el principio que quería hacer algo grandioso, porque contrataron a los mejores artistas de la época. Así, por ejemplo, acudió Timoteo, un escultor que estaba al final de su carrera y famoso por sus obras en Epidauro; Leocares, que ya era un retratista de cierto renombre; Escopas, que estaba trabajando en Atenas; o incluso, si hacemos caso con mucha precaución a Vitrubio, también estuvo Praxíteles, autor de las famosísimas esculturas de Afrodita. Tanto artista junto con talleres asociados eran necesarios para el gran número de relieves (hasta tres frisos decorados) y esculturas exentas que se encargaron en su decoración.
De lo magnífico de esta obra nos queda una pálida sombra, en su mayoría expuesta en el Museo Británico. Se trata de unas mil piezas de escultura conservadas y pertenecientes al mausoleo. Se conservan restos de la cuadriga que coronaba el monumento, con un tamaño excepcional. Los caballos miden 3,60 metros de alto y lo mismo de ancho; y las ruedas del carro tienen un diámetro de 2,30 metros. Había leones esculpidos, que estarían en la parte baja de la pirámide. Pero entre todas estas piezas destacan dos esculturas de tamaño colosal que han sido asociadas de manera tradicional a las representaciones de Mausolo y Artemisia II.
Fue Newton en 1862, su descubridor, quien afirmó que eran retratos de la pareja real, aunque no hay total certeza de que sean ellos. Miden casi tres metros de alto, y están hechas en mármol. La escultura femenina representa a una mujer vestida a la griega oriental; esto es, con chitón (túnica), himatión (manto) y sakkos (sombrero). La figura masculina tiene el pelo largo, bigote y barba. Tanto su aspecto como su vestimenta denota su procedencia caria.
Los frisos estaban decorados con bajorrelieves. El primero de ellos tendría como tema la amazonomaquia o la lucha contra las Amazonas, el pueblo mítico compuesto íntegramente por mujeres. El segundo representa una centauromaquia o lucha contra los centauros, esos seres mitad hombre mitad caballo que solían encarnar los instintos más incivilizados en la mentalidad griega; y el tercero es el de los aurigas, que se ha puesto en relación con las competiciones de carros que se hacían en los juegos fúnebre.
 
Maravilla de la antigüedad
 
En el mundo antiguo, a esta obra se la conocía con el nombre de “taphos” que quiere decir tumba; o de “mnema”, que quiere decir monumento. Si bien es cierto que por su magnificencia ejerció una gran influencia en las construcciones de tumbas posteriores, siguió manteniendo esta denominación durante algunos años. Consta que fue el geógrafo Estrabón quien usó por primera vez la palabra “mausoleum” para referirse a un monumento funerario, en concreto al sepulcro de Alejandro Magno. Desde entonces, hoy seguimos usando el término mausoleo derivado de esta construcción para referirnos a un sepulcro de carácter magnífico.
En la antigüedad, esta construcción fue considerada una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, según las catalogó Antípatro de Sidón. Es decir, una de las obras que los griegos de período helenístico consideraban dignas de ser visitadas por su grandeza. La lista de estas maravillas, entre las que están otras tumbas como las pirámides de Gizé, fue variando con el tiempo. Hasta que el pintor neerlandés Maerten van Heemskerck realizó en el siglo XVI unas pinturas sobre el tema.
Es curioso pensar que el Mausoleo de Halicarnaso estuvo en pie de manera más o menos completa hasta el siglo XIII, que, afectada por un terremoto, la pirámide de lo alto cayó, y con ello todas sus esculturas. Pero aun así, a grandes rasgos, conservó su estructura general. Sea como fuere, el Mausoleo de Halicarnaso se ha convertido en un modelo de referencia para muchos monumentos funerarios, tanto en la antigüedad como en la actualidad, que seguimos usando el nombre propio de este gobernante para referirnos a cualquier monumento fúnebre de grandes dimensiones.
 
Grabado:
Mausoleo de Halicarnaso en un grabado de Philippe Galle de la pintura de Van Heemskerck. Biblioteca municipal de Lyon (Francia)

Escrito por: Ana Valtierra