sábado, 27 de abril de 2024
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Revista Adiós

La muerte del Minotauro (revista nº 129)

23 de mayo de 2018

¿Quién era el Minotauro? ¿Cuál es su origen? ¿Por qué los atenienses tenían que pagar un ignominioso tributo a Minos en forma de sacrificios humanos?

La muerte del Minotauro (revista nº 129)

La mitología clásica siempre ha gustado al hombre, porque ofrece pequeños relatos a modo de historietas o cuentecillos en que se nos proponen comportamientos éticos que se convierten en ejemplares. Que el mal sea condenado y vencido, que la virtud y la valentía triunfen, es algo que cala fácilmente en las mentes.
Uno de estos ejemplos es el de Teseo en lucha contra el Minotauro. Casi todos hemos oído hablar de ellos. Sin embargo, ¿quién era el Minotauro? ¿Cuál es su origen? ¿Por qué los atenienses tenían que pagar un ignominioso tributo a Minos en forma de sacrificios humanos? Vamos a seguir a los principales mitógrafos clásicos, Apolodoro, Ovidio e Higino, para reconstruir parte de aquella historia.
 
Origen del bestialismo
 
Se dice que Minos, hijo de Zeus y de Europa, rey de Creta, queriendo sacrificar un hermoso toro a Poseidón, dios del mar, y no encontrando en su vacada ninguno digno de tal divinidad, pidió al dios que le concediera uno bello. Poseidón lo escuchó e hizo surgir del mar un precioso toro blanco, que Minos prometió sacrificar en honor del dios. Sin embargo, al verlo de cerca y quedar maravillado por la singularidad de aquel hermoso toro, lo ocultó entre su manada y sacrificó otro toro, confiando en que el dios del mar no se daría cuenta del cambio. Al conocer Poseidón este engaño, se llenó de ira, y para vengarse, inspiró en Pasífae, esposa de Minos, un incontenible deseo por unirse a aquel toro blanco que Minos guardó para sí. Porque es una constante que el pecado de insolencia contra los dioses (hybris) casi nunca es castigado (némesis) en la persona que lo comete, sino en un cercano, detalle que a la larga hará sufrir mucho más al infractor.
 Para consumar su unión con el toro, uno de los primeros actos de bestialismo que se registran en la literatura, Pasífae pidió ayuda a Dédalo, el arquitecto que había venido a Creta huyendo de Atenas. Este le fabricó una vaca de madera recubierta con piel de vaca auténtica con el fin de que ella se introdujera en su interior. De este modo, el toro yació con ella, como si se tratara de una vaca de verdad. De esta unión nació un ser híbrido, el Minotauro, monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro.
Su nombre significa “Toro de Minos” y era, pues, hijo de Pasífae y del toro de Creta. Para ocultarlo de la vista de los hombres, fue encerrado en un laberinto diseñado por el artesano Dédalo, construido expresamente para retenerlo, ubicado en el palacio de Cnosos, al norte de la isla de Creta. El laberinto era una estructura compleja, según puede verse hoy tras las excavaciones llevadas a cabo entre 1900 y 1906 por el arqueólogo inglés Arthur Evans. Estaba compuesto por incontables pasillos que iban en distintas direcciones y niveles, entrecruzándose entre sí, de los que sólo uno conducía al centro de la estructura, donde el Minotauro fue abandonado.
El Minotauro sólo comía carne humana y, a medida que crecía, se iba haciendo más salvaje.
 
Un asesinato imprudente
 
Se nos dice que allá por el siglo XIII a.C. hubo en Atenas unos juegos deportivos a los que acudieron hombres y jóvenes de todas las ciudades importantes del mundo griego. Y dio la casualidad de que Androgeo, hijo de Minos, rey de Creta, venció en varios de esos juegos. Prueba de que la pasión deportiva no es algo de nuestros días y de que el mal perder ha existido siempre, es que los atenienses no pudieron soportar que un extranjero, un cretense para más señas, hubiera vencido. Decidieron darle muerte.
Lógicamente, Minos no se estuvo quieto. Organizó un ejército y declaró la guerra a los atenienses. Minos asedió la ciudad y, ayudado por la peste que azotó a los asediados, conquistó Mégara e hizo que Atenas se rindiera. Minos impuso varias condiciones a los vencidos, y se dice que el oráculo de Delfos fue quien aconsejó a los atenienses ofrecer un tributo a Creta. Así, una de las condiciones fue entregar cada nueve años a siete jóvenes y siete doncellas como alimento para el Minotauro. Los catorce jóvenes eran internados en el laberinto, donde vagaban perdidos durante un tiempo hasta encontrarse con la bestia, sirviéndole de alimento.
Cuando Atenas se disponía a mandar el tercer contingente de jóvenes… es decir, dieciocho años después de fijarse aquel mortal tributo, Teseo se ofreció a ser unos de los siete jóvenes que irían a Creta, y a capitanear el envío, con el fin de poder matar al Minotauro y liberar así a su patria de Minos y de su castigo.
 
El amor de una joven
 
Es una constante en la mitología clásica que, ante la fragilidad del héroe humano, los dioses vienen a ayudarles con su poder. Por ello, al llegar a Creta, los jóvenes fueron presentados a Minos; y Afrodita infundió en el corazón de Ariadna, hija del rey Minos, un intensísimo amor por Teseo. Se enamoró de él y le prometió ayuda con la condición de que la sacara de la isla y la desposara. Ariadna ideó un plan que ayudaría a Teseo a encontrar la salida del laberinto en caso de que derrotara a la bestia, porque mayor dificultad que la de vencer al Minotauro era poder salir de tan intrincada red de pasillos.
Ariadna le entregó un ovillo de hilo, para que, una vez que hubiera entrado en el laberinto, atara un cabo del ovillo a la entrada. Así, a medida que penetrara en el laberinto, el hilo recordaría el camino y, una vez que hubiera matado al Minotauro, tan sólo debía enrollarlo para encontrar la salida.
Teseo recorrió el laberinto hasta que se encontró con el Minotauro, lo mató y para salir de él siguió de vuelta el ovillo que Ariadna le había dado. El poeta latino Catulo nos dirá: “Y la ingeniosa indicación, preparada en secreto por la enamorada doncella, guio sus pasos por el curvado laberinto”. Hay múltiples versiones y representaciones que explican que Teseo dio muerte al Minotauro no usando sus manos desnudas, sino con ayuda de una espada que le había proporcionado Ariadna junto con el ovillo. Sin embargo, otras fuentes indican que Teseo mató al monstruo a puñetazos.
 
El simbolismo del laberinto
 
El laberinto, rico en simbolismos, aparece desde la antigüedad en monedas, mosaicos, petroglifos, cerámica. La primera representación de un laberinto en una iglesia cristiana está en la basílica de San Reparato (Argelia), y data del año 324. En el siglo VI lo encontramos ya en Europa, en la iglesia de San Vital (Rávena). Y a partir del siglo XII los ejemplos son más numerosos, aunque algunos ya no se conserven en la actualidad. Es significativo el de la catedral de Chartres (año 1200), que ocupa una superficie considerable del templo; pero también aparece en la catedral de Hereford (1300) o en la de Lucca, donde junto al laberinto en piedra hay una inscripción en hexámetros latinos: “Este es el laberinto que el cretense Dédalo construyó, del que nadie que entre puede salir, salvo Teseo ayudado por amor del hilo de Ariadna”.
Se hizo normal crear laberintos en la jardinería desde el siglo XVIII. En Barcelona es famoso el del parque de Horta, donde se rodó una de las escenas más brillantes de “El perfume, historia de un asesino” (Tom Tykwer, 2006). A su entrada, un relieve de Ariadna dando un ovillo a Teseo y la siguiente inscripción: “Entra, saldrás sin rodeo, el laberinto es sencillo, no es menester el ovillo que dio Ariadna a Teseo”.
Los laberintos circulares son similares a las espirales que aparecen grabadas en muchas tumbas prehistóricas, como el espiral triple de la galería funeraria de Newgrange (Irlanda). Se ha pensado que en tiempos precristianos quizás los laberintos fueran mapas del más allá, para que el alma en tránsito supiera qué camino seguir. En tal caso serían símbolos de la muerte, pero de igual forma podrían haber simbolizado la reencarnación, pues si el alma es capaz de llegar al centro del laberinto, puede también volver a la salida y renacer.

 Interpretaciones del mito
 
Han sido muchas las interpretaciones que se han hecho de este relato, especialmente en el siglo XX. El primero, la sumisión que existió de la Grecia continental a la civilización cretense durante el período minoico. Las buenas relaciones comerciales estarían simbolizadas por el matrimonio entre Teseo y Ariadna, relaciones que se rompieron enseguida, como simboliza el abandono de la cretense en la isla de Naxos la misma noche de bodas.
Jorge Luis Borges elaboró una recreación poética del mito en su cuento “La casa de Asterión”. El mismo Borges tiene también un poema que describe esta misma historia titulada “El hilo de la fábula”. Julio Cortázar escribió su obra de teatro “Los Reyes” (1949), creando una nueva versión del mito. En ella, el Minotauro es un ser benevolente y es Teseo quien, despojado de toda humanidad, acaba con él. En el “Teseo” (1949) de Nikos Kazantzakis, la muerte del Minotauro da lugar a un hombre nuevo que sale del laberinto junto a Teseo para crear un mundo mejor. Para Marguerite Yourcenar en “¿Quién no tiene su Minotauro?” (1963), el monstruo es la imagen de cada ser humano en su interior. Y para usted, lector, ¿quién es el Minotauro y qué el laberinto?

Ilustración: Laberinto en el eje de la nave central de la catedral de Chartres (Francia). Tiene 13 metros de diámetro. Se cree que, hasta el estallido de la revolución, en el círculo central existió una placa de bronce o latón con las figuras de Teseo, Ariadna y el Minotauro.

Escrito por: Javier del Hoyo