sábado, 20 de abril de 2024
Enalta
Revista Adiós

Risa sardónica

01 de enero de 1970

Tres buenos amigos de la Universidad Autónoma de Madrid sacaron a la luz, bajo el pseudónimo de Víctor Amiano, un libro delicioso titulado “Dichosos dichos”.

Risa sardónica

Tres buenos amigos de la Universidad Autónoma de Madrid sacaron a la luz, bajo el pseudónimo de Víctor Amiano, un libro delicioso titulado “Dichosos dichos.
En este libro “Dichosos dichos” se analizan casi un centenar de frases populares que tienen su origen en el mundo clásico. Vamos a exponer hoy una de las que incluyen, la de ‘risa sardónica’, por más que alguien haya sonreído (o puesto quizás una risa sardónica) al ver la expresión en esta revista y en la sección de Curiosidades del léxico funerario.
 
Si consultamos el Diccionario de Autoridades, veremos que nos dice que la risa sardónica es una enfermedad que consiste en una “convulsión y contracción de los músculos de la cara, de la que resulta un gesto como cuando uno se ríe”, y se origina de comer o beber la hierba sardonia, especie de ranúnculo que perturba el sentido y retuerce los labios, causando un efecto que parece risa.
 
Pero si investigamos un poco más, podemos leer en Erasmo de Rotterdam, que a comienzos del siglo XVI escribe en sus “Adagios”, basándose en un texto del poeta Hesíodo (siglo VII a.C.), que el origen de la expresión estaría en una antigua costumbre de los sárdanos, habitantes de Sardes, ciudad de Lydia en Asia Menor, actual Turquía. Estos, cuando sus padres llegaban a una edad avanzada, los llevaban a altos montes, donde en medio de fiestas y con risas, los sacrificaban.
 
Del mismo modo lo relata Francisco de Vico en su “Historia General de la isla y reino de Serdeña” (1639). Cuenta Vico que Hesíodo relata cómo hay gente bárbara llamada sárdanos, que bien pueden ser originarios de Lyburnia, donde los sitúa Plinio, o bien de Lydia, como él mismo señala en otra parte.
 
Dice, en efecto, Hesíodo que cuando los hijos ven que los padres son ya muy viejos, y están en edad muy avanzada, no esperan a que les llegue la muerte natural, sino que para dársela, los suben a unos muy grandes montes, donde en medio de una gran algazara y fiesta, hacen tan malvado sacrificio, riendo los hijos —contra la naturaleza misma— la muerte de sus padres, y riendo a su vez los padres lo que les espera a los hijos. Esta risa pues, tan fingida, donde el dolor habría de celebrar las exequias, dice Hesíodo que originó el adagio.
 
Autor: Javier del Hoyo